Empezábamos el año, va a hacer un mes, en un mundo polarizado en el que el nacionalismo y los populismos se han convertido en actores decisivos. La globalización de los mercados, que provoca en muchas partes del planeta una importante desigualdad, no es contrapesada por alguna suerte de “Gobierno del mundo” más necesario que nunca. Esa globalización provoca un estado creciente de desconcierto, incluso de ira, en amplias capas de población mundial. Y esta situación es aprovechada por líderes políticos que sacan rentabilidad del conflicto. La exaltación nacional y las políticas de identidad dominan a menudo la vida pública. Todo esto explica la guerra comercial entre las dos principales potencias, la voluntad de dominio del nuevo imperio chino, o la agresividad de Rusia.
Europa tiene la tarea de seguir siendo un referente alternativo en este clima conflictivo. Para eso es decisivo que en las elecciones al Parlamento Europeo que se celebran en Mayo los populismos no obtenga un apoyo importante. Y es que la historia no ha acabado.