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La Iglesia y la homosexualidad

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El evangelio de Lucas se refiere al buen pastor (También el Evangelio de Juan en su capítulo 10, 11-16)  en estos términos: «Si alguno de vosotros pierde una oveja de las cien que tiene, ¿no deja las otras noventa y nueve en el desierto y se va en busca a la que se le perdió, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra se la carga muy feliz sobre los hombros, y al llegar a su casa reúne a los amigos y vecinos y les dice: “Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido”. Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse». (15, 3-7)

La cuestión que afecta  ahora a Europa de una manera muy aguda y en buena medida a todo Occidente, es que no se trata de una oveja  la que está fuera del redil sino un gran número de ellas. Parece entonces lógico que, cuando se habla de misión de la Iglesia, que equivale a evangelizar, debería centrarse en el grueso del problema; de por qué tantos hombres, mujeres y jóvenes, todos ellos bautizados, se han ido distanciando de la Iglesia.

Por consiguiente, cuando en el Sínodo se habla de escuchar y misionar a quienes no están dentro,  lo lógico sería esperar que se trata de toda esta ingente multitud, pero para mi desconcierto veo que en lugar de esto, en la agenda pública eclesial se van situando cuestiones más bien de las minorías del poder en las sociedades Occidentales, específicamente la homosexual, que no son ni de lejos la clave del alejamiento de la fe católica de tantas personas.

Por todo esto me siento llamado a recordar unas evidencias.

Una es previa: la verificación empírica nos dice que las parroquias con vitalidad y gente, y la congregaciones con futuro, no son precisamente aquellas que destacan por los temas de la agenda mundano -eclesial, sino por la práctica y fidelidad al culto, la Tradición y al Magisterio; a lo claro como el agua, a lo unívoco, a lo sólido, porque el tiempo es desesperanza e incertidumbre. La Iglesia no da esperanza, es Dios a través de ella quien nos la aporta.

La primera de las evidencias que quiere recordar,  es que sigue en vigor el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) que presenta la doctrina y enseñanzas de la Iglesia Católica.

En su punto 2357, describe la homosexualidad de la siguiente manera:

«La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a lo largo de la historia y de las culturas. Su origen psíquico sigue siendo en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura, que los presenta como depravaciones graves (cf. Rm 1,24-27; 1 Co 6,10; 1 Tm 1,10), la Tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’ (CDF, decl. «Persona humana» 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una complementariedad afectiva y sexual verdadera. En caso alguno pueden ser aprobados

En el punto 2358, el Catecismo continúa diciendo:

«Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.»

Es evidente que la acogida es a la persona homosexual y no a su relación, que no es aceptada. Y esta es la confusión de bendecir parejas: se está bendición una relación emotivo sexual muy particular que la Iglesia no acepta, porque el Catecismo subraya la enseñanza de que las personas con atracciones homosexuales deben ser tratadas con respeto y compasión, pero al mismo tiempo, sostiene que los actos homosexuales son considerados como intrínsecamente desordenados según la doctrina de la Iglesia Católica.

En el 2359 señala que  las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.

La bendiciones que se dan en Alemania, en algunas parroquias, entre nosotros, ¿se bendice la castidad o todo lo contrario, la práctica sexual?

Una segunda Consideración es la referencia en el Nuevo Testamento y a las tres cartas de Pablo citadas por el Catecismo, de ellas las dos primeras son según el 90%  de la investigaciones indudablemente formuladas por San Pablo. Por demás todas forman parte del Nuevo Testamento.

Existe un factor adicional bien actual: la mayoría de los casos de pederastia cometidos por sacerdotes, religiosos o laicos vinculados a la Iglesia corresponde a tendencias homosexuales, es decir, hombres en relación con adolescentes o jóvenes. Este hecho unido al carácter célibe del sacerdocio ha comportado, sobre todo a partir de los años sesenta del siglo pasado hasta inicios de este siglo, una cierta querencia de personas homosexuales hacia el sacerdocio, hasta llegar a constituir un problema, incluso en el ámbito del Vaticano.

De ahí que la Iglesia haya establecido una regulación, que entre otras cosas sostiene: “A la luz de tales enseñanzas este Dicasterio, de acuerdo con la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, cree necesario afirmar con claridad que la Iglesia, respetando profundamente a las personas en cuestión,[9] no puede admitir al Seminario y a las Órdenes Sagradas a quienes practican la homosexualidad, presenten tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la así llamada cultura gay.[10]” ( punto segundo de la Instrucción. Sobre los criterios discernimiento vocacional con las personas homosexuales antes de su admisión al seminario y a las órdenes sagradas. Congregación para la educación católica)

El texto precedente se refiere a la cultura homosexual, sobre todo en los hombres, que es indudable que existe, en la medida que son más o mucho más proclives a determinadas prácticas, que el conjunto de la población. Por ejemplo, una mayor tendencia a la promiscuidad y al mantenimiento de relaciones sexuales con un gran número de parejas distintas, como lo constata la mayor dificultad de seguimiento cundo se producen casos de naturaleza sanitaria vinculados al contacto físico.

También se manifiesta en sus grandes concentraciones como el Pride, o el dia del Orgullo Gay y muchas otros. Esto no quita para afirmar que  cada individuo es único y puede o no identificarse con estos estereotipos. Símplemente se trata de una caracterización de grupos numerosos y de tendencias, no de clasificación de cada persono homosexual.

Dado que los homosexuales no pueden casarse por la Iglesia, el mantenimiento de relaciones sexuales, más o menos regulares, no digamos ya la formación de parejas, resulta incompatible con lo que la Iglesia  establece con el matrimonio y el acto sexual: solo se debe realizar en su seno. 

Es evidente que todo esto resulta incompatible con cuestiones como las que se han presentado en el Sínodo alemán de las bendiciones de parejas homosexuales, porque entraña:

  • Una bendición es la expresión de un deseo benigno dirigido hacia una persona o un grupo de ellas, que en este caso se aplicaría a “actos intrínsecamente desordenadas”, contrarios a la ley natural.
  • Contradecir lo que establece el magisterio de la Iglesia por parte de los sacerdotes, obispos y pastores que lo realicen o lo acepten, “porque estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor a las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.»
  • Y en estas dificultades se encuentran las personas homosexuales que  están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo.
  • Se bendice una relación sexual fuera del matrimonio y construye un precedente.
  • Acentúa el problema manifestado con escándalos concretos de la homosexualidad en la Iglesia al aceptar sin cuestionamiento el entorno cultural que en algunos casos puede producirse, al tratar la bendición de una conexión con homosexuales, que en buena medida vivirían inmersos en el mundo de la homosexualidad. La promiscuidad y el cambio de parejas introduce más elementos de confusión y escandalo potencial.
  • Una evidente contradicción ¿cómo puede compatibilizarse lo que establece la instrucción “Sobre los criterios de discernimiento vocacional con las personas homosexuales antes de su admisión al seminario y a las órdenes sagradas” con la bendición de parejas homosexuales? Simplemente no se puede. Es una contradicción insuperable.
La bendición conduciría con la mayor probabilidad a una dinámica perversa:

A modificar el CIC para adecuarlo en términos positivos y a modificar la mencionada Instrucción, que limita el acceso de homosexuales al sacerdocio. Es la misma dinámica del “paso a paso” que en la sociedad ha servido para pasar de un rechazo impropio a los homosexuales al matrimonio entre parejas del mismo sexo y a su paternidad, y al establecimiento de leyes que determinan privilegios, en términos de recursos económicos por parte de las administraciones públicas, obligación de ofrecer un trato positivo en los medios y la inversión de la carga de la prueba, entre otros.

La Iglesia debería tener muy presente la autoliquidación de la Comunión Anglicana en el Reino Unido y Estados Unidos como consecuencia de la aceptación plena de la homosexualidad y el sacerdocio de la mujer. Hoy esta confesión, que en Reino Unido cuenta con los favores del estado, se encuentra simplemente en estado de extinción y se asemeja cada vez más a un relicto mantenido por el presupuesto público.

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2 Comentarios. Dejar nuevo

  • No hay ninguna intención en gran parte de los presbíteros de decir en una homilía la mitad de cuarto y mitad de lo que este artículo expone con claridad. Estamos los cristianos –y el mundo entero– al borde del precipicio denominado «Sínodo de la sinodalidad».
    A las «dubia» presentadas por cinco cardenales, respondidas de mala manera como bien ha demostrado Bruno en InfoCatólica, deberían haber mostrado inmediata adhesión pública otros cardenales y obispos. Pero en el clero, me parece, hay demasiado seguidismo y mucho tacticismo, energías que se pierden mientras tanto en la salvación de almas.

    Me sumo gratamente a felicitarle por su labor reconocida y recientemente premiada.

    Responder
  • Magnífico articulo sr Miró. Llevo poco tiempo informándome y formándome en este medio y cada vez me gusta más. Se tratan los temas de actualidad con rigor eclesial, sin las prisas de la primicia periodística que impide el reposo adecuado de los temas de fondo. Gran labor la de este medio. Felicidades

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