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Judaísmo (6). La Torah y otros libros de la Biblia judía, palabra divina escrita por hombres (I)

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La Biblia judaica, también conocida como Tanaj o Tanakh, se compone de tres partes principales, que son:

  1. La Torah (también llamada Pentateuco), su parte más sagrada y fundamental, compuesta por los cinco libros de Moisés: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Contiene los principios fundamentales de la fe judía, así como las leyes y enseñanzas que guían la vida religiosa y ética del pueblo judío.
  2. Los Nevi’im (Profetas): abarcan desde Josué hasta Malaquías: Isaías, Jeremías, Ezequiel, y los Doce Profetas Menores.
  3. Los Ketuvim (Escritos): variedad de textos (poesías, libros sapienciales, historias y reflexiones): Salmos, Proverbios, Job, Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras y Nehemías, y Crónicas.
Estas tres secciones, la Torá, los Nevi’im y los Ketuvim, forman el acrónimo Tanaj.

El término Biblia procede del griego, significa “libros” en plural para designar la colección completa de las Sagradas Escrituras. (Son 73 libros en la versión cristiana, 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento como dos partes de una misma historia de salvación, pero en la versión hebrea hay muchos menos y solo comprende el Antiguo Testameno).

Introducción: La revelación

Algo clave en esas Escrituras es la Revelación, que significa “quitar el velo que oculta algo” (como revelar unos clichés en fotografía) que en su aspecto religioso quiere decir la manifestación que Dios hace a las personas de su propio ser y de aquellas verdades convenientes a la salvación. Es un hablar de Dios a los seres humanos.

Dios se da a conocer de dos maneras: una natural (a través de las criaturas y la naturaleza) y otra sobrenatural (que es luz en nuestra inteligencia para que la persona, que no puede alcanzar ciertas verdades por sus propias fuerzas, fruto de su decisión libre, acoja la palabra de Dios que se revela en sus misterios: su plan de salvación).

Esa Revelación se realiza por “obras y palabras”, así junto a la Ley del Sinaí recuerda ciertos hechos: “Yo soy Yahweh tu Dios, el que te sacó a Egipto de la esclavitud”. Esa realidad histórica, camino a la libertad, va de la mano de un mensaje de liberación interior que aquellos hechos representan. También las palabras y los hechos se refieren a cosas que sucederán en el tiempo, y en este sentido se llaman proféticos.

La Teoría de la obra Literaria puede ayudarnos a entender el proceso de creación de éste y otros libros, y separar el contexto del autor del mensaje religioso:

  1.  Las experiencias propias o ajenas, que forman el “fondo de la conciencia” del escritor, no son todavía parte del proceso creativo y por tanto no caen necesariamente bajo la inspiración bíblica,
  2.  La intuición, que es un don que se da en la creación literaria e ilumina la materia de las experiencias. Dado que la intuición es el arranque de la obra, en los autores sagrados tal intuición se produce bajo el impulso del Espíritu.
  3.  La expresión, que es el momento cumbre del escritor, el proceso de formulación literaria en el que hay que expresar las intuiciones en sistemas y formas significativas. Momento creativo del autor sagrado, que se desarrolla bajo la acción del Espíritu Santo.

La inspiración se extiende a todas las facultades del hagiógrafo (fantasía, imaginación, sensibilidad, percepción, etc.), a todo el contenido de la obra, tanto ideas como palabras, y también a todas las personas que contribuyen a la formulación del escrito.

La vida y obra de Moisés, y su misión como guía espiritual y caudillo del pueblo hasta su asentimiento en Palestina, será básica como también la época de los Jueces después de Moisés, la formación de la monarquía, y su desarrollo hasta alcanzar la plenitud en los reinados de David y Salomón, así como su posterior decadencia. Esto dará lugar a los libros históricos, que los judíos llaman “Profetas”. Los Profetas mantendrán la llama divina en un pueblo muchas veces idólatra, o por lo menos sus Reyes, pero David quedará como imagen del santo de Dios (a pesar de su vulnerabilidad, de sus pecados, que algún libro esconde, pero otros muestran sin ningún reparo).

Antes de esto, se narra como esencia de la Torah el Génesis o inicio, y el Éxodo, con la vuelta a Canaan. Y después de esto, también serán importantes las etapas de Exilio (Cautividad de Babilonia) y vuelta a la tierra prometida de Canaán (por tercera vez). Y años más tarde, los israelitas desterrados en Asiria, Media, Babilonia y Persia creen, esperan y adoran a un Dios que tiene su templo en Jerusalén. Y Jerusalén será centro político y cultual desde David, y ahora recoge como ciudad santa su centralidad en las tres religiones monoteístas.

Simultáneamente con la literatura histórica se van recogiendo en obras escritas los oráculos de los profetas. Parte de esos oráculos fueron recogidos en los libros históricos, por ejemplo, los de Elías y Eliseo.

El primer profeta que puso por escrito sus profecías fue probablemente Amós, en el siglo VIII a. C. En ese siglo hicieron lo mismo Oseas, Miqueas e Isaías. Entre los siglos VII y VI siguieron Sofonías, Nahúm, Habacuc y Jeremías; en el Destierro, Ezequiel, Daniel Y Baruc; después escribieron Ageo, Zacarías, Malaquías, Jonás, Joel y Abdías, Cantares, Eclesiastés, Eclesiástico y Sabiduría (no reconocido oficialmente por los judíos desde el s.I d.C.), de los Patriarcas, Asunción de Moisés, Salmos de Salomón, IV Libro de Esdras, Apocalipsis de Baruc, y otros que no son considerados revelados. En esa misma época la comunidad de Qumrán compone también sus propios escritos: la Regla de la Comunidad, los Himnos, la  Guerra de los Hijos de la luz contra los Hijos de las Tinieblas, el  Documento de Damasco, un Comentario a Habacuc,  el Libro del Templo, y algunos otros libros de menor importancia.

Los libros considerados revelados fueron agrupados por los hebreos en tres grandes grupos: la Ley (Torah), los Profetas (Nibi´im) y los Escritos (K´tubim).

La Torah

La Torah, también conocida como Pentateuco, es la parte central de las Escrituras judías y consiste en los cinco libros atribuidos a Moisés. Estos libros son Génesis (Bereshit), Éxodo (Shemot), Levítico (Vayikrá), Números (Bamidbar) y Deuteronomio (Devarim). La Torah es considerada la ley fundamental y la base de la enseñanza religiosa y ética del judaísmo.

Los títulos de cada uno de los libros del Pentateuco provienen de la antigua versión griega del Antiguo Testamento, e intentan resumir en una palabra su respectivo contenido: Génesis (los orígenes de la humanidad y del pueblo de Israel), Éxodo (la salida de los israelitas de Egipto), Levítico (el papel de los descendientes de Leví en la regulación del culto), Números (los censos del pueblo en el desierto) y Deuteronomio (‘segunda ley’ o reformulación de la Ley del Sinaí).

Cada libro contiene un material distinto y presenta unas características propias; pero, al mismo tiempo, una profunda unidad recorre todo el Pentateuco. Los cinco libros que lo forman expresan su visión de sus propios orígenes y de los de la humanidad entera de un pueblo consciente de la presencia particular de Dios en su historia.

El Pentateuco comienza explicando el origen del mundo y de los hombres (Gn 1-11), y a continuación presenta los episodios principales de la vida de los grandes antepasados del pueblo de Israel: Abraham, Isaac, Jacob y José ( Gn 12-50). Poco después, el pueblo se encuentra esclavo en Egipto, pero el Señor le libera por mano de Moisés (Ex 1,1-15,21) y le conduce por el desierto hasta llegar al Sinaí (Ex 15,22-18,27), donde el pueblo sella la alianza con el Dios que le había salvado. Allí recibe las leyes que concretan las consecuencias de esta alianza (Ex 19,1-Nm 10,10). Los israelitas reciben también instrucciones detalladas sobre el culto (libro del Levítico). Después el pueblo reanuda la marcha por el desierto e inicia la conquista de la Transjordania (Nm 10,11-Dt 34,12). Al final del Pentateuco, Moisés muere, después de contemplar la tierra prometida hacia la que ha guiado al pueblo.

La distribución de los libros de la Torah es uniforme en todas las comunidades judías, independientemente de la rama o denominación.

La Torah se divide en secciones llamadas «Parashot» (singular: «Parashá»), y cada Parashá se lee públicamente en la sinagoga durante el servicio religioso en un ciclo anual. En cierto modo esto será continuado en la liturgia cristiana, que además de los domingos tendrá lecturas para cada día del año. Así pues, la Torah se lee de manera continua, y cada semana se lee una sección específica. Esta lectura semanal es conocida como «Parashat Hashavua» (la porción de la semana). El ciclo de lectura se completa cada año, y durante las festividades judías, se leen secciones específicas relacionadas con esos eventos.

La Torah se trata con gran respeto y reverencia en la tradición judía, y la lectura pública es un evento significativo en el servicio religioso

Además, en la sinagoga, la Torah está escrita en un pergamino y dividida en secciones llamadas «Aliyot», que son porciones más pequeñas que se asignan a diferentes personas para ser llamadas a la Torah durante la lectura pública. La Torah se trata con gran respeto y reverencia en la tradición judía, y la lectura pública es un evento significativo en el servicio religioso.

La distribución de los libros de la Torah es uniforme entre las comunidades judías ortodoxas, conservadoras, reformistas y otras, aunque las interpretaciones y enfoques en relación con la observancia y la aplicación de la ley pueden variar entre las distintas ramas del judaísmo.

En la Torah (Pentateuco) Yahwe-Dios se revela a su pueblo para conducirle hacia un reino de plenitud y a la preparación de un acontecimiento salvífico.

La literatura Israelita se identifica con la Torah y sus comentarios. Puntos centrales de la Torah serán los Patriarcas, a partir de cuando Dios llama a Abrahán y lo saca de Mesopotamia para llevarlo a la tierra de Canaán (en torno a 1850 a.C.). Su descendencia serán los patriarcas: Isaac, Jacob-Israel y sus 12 hijos que darán lugar a las tribus de Israel, que luego se dividirán y la principal será la zona de Judea, donde están la tribu de Judá (y Benjamín) y se distinguirán del resto de reinos divididos (Samaria, Galilea), así pasarán a llamarse judíos -hijos de Judá-.

La estructura general del Pentateuco (Torah)

Podemos señalar una cierta estructura:

(1) Los orígenes de la humanidad (Gen 1-11).  Creación e historia de la humanidad hasta Abrahám.  Prehistoria.

(2) Los orígenes del pueblo (Gen 12-36).  Historia de los Patriarcas Abrahám, Isaac y Jacob.

(3) Los orígenes del pueblo (Gen 37-50).  Historia de José.

(4) Esclavitud en Egipto y liberación (Ex 1-15).

(5) Camino por el desierto hasta el Sinaí y legislación (Decálogo, Código de la Alianza y prescripciones rituales) (Ex 16-40).

(6) Legislación sobre los sacrificios, los sacerdotes, la pureza ritual y la santidad (Lev 1-27).

(7) Preparativos para la partida del Sinaí con algunas leyes (Num 1-10).

(8) Por el desierto desde el Sinaí hasta Qadés y nuevas leyes sobre sacrificios y sacerdotes (Num 11-20).

(9) Desde Qadés a Moab y algunas leyes (Num 20-36).

(10) Tres amplios discursos de Moisés en Moab recordando las etapas del desierto y los mandamientos; últimas disposiciones y muerte de Moisés en Moab (Dt 1-34).

Hay un proceso de selección en la historia narrada en el Pentateuco, pasando de considerar a toda la humanidad a fijarse sólo en el pueblo elegido de Dios. La narración comienza teniendo en cuenta a toda la humanidad desde la creación hasta el diluvio; con Noé la atención se centra sobre los descendientes de Sem (de ahí el nombre de semitas, de donde proceden tanto judíos como palestinos), uno de los hijos de Noé, cuya línea sigue la narración hasta llegar a Abrahám; de él nace Isaac, de Sara; antes nació Ismael de la esclava Agar, fue concebido por una esclava al no tener hijos Sara la esposa, pero al nacer Isaac, Ismael y su madre son echados fuera y de ahí proceden los árabes: Mahoma recoge también esta tradición.

De Isaac nace Jacob, y el hermano mayor Esaú es desplazado, por tanto son dejados al margen dos primogénitos; esta será una constante en el mundo judío de modo que David tampoco será el mayor de los hermanos, y hay en el ambiente judío una cierta incomodidad con esto, pues Jesús pone la parábola del hijo pródigo que vuelve, ante la cerrazón del hermano mayor; en otra parábola, la de los dos hijos, es el segundo el que hace la voluntad del padre. Volviendo a Jacob, será José (con Benjamín, hijos de la segunda mujer, los más jóvenes de los 12) los que tienen buen corazón. Por eso, cuando Juan Pablo II habló de que los judíos son “nuestros hermanos mayores” a alguno no le sentó bien la comparación. Pues efectivamente de la raíz de esos “hermanos mayores” nacen los cristianos.

A Jacob Dios le cambia el nombre (como hiciera con Abrahan que pasó a llamarse Abraham, padre de muchedumbre como las arenas del mar), ahora Jacob se llamará Israel, y la atención se centra entonces en sus doce hijos, de los que surgirán las doce tribus de Israel, y entre estos se destaca a Judá y a José; luego en el libro del Éxodo, los protagonistas serán Moisés y Aarón, descendientes de Leví, que tendrán un papel importante para los levitas, la clase sacerdotal.

El Pentateuco en su forma actual constituye una unidad bien delimitada que narra en su conjunto cómo Dios eligió al pueblo de Israel y le entregó su Ley por medio de Moisés. 

El que la narración termine dejando a los israelitas a las puertas de la tierra prometida, sin cumplirse por tanto la promesa que Dios hiciera a Abraham, tiene un profundo significado para los cristianos: por una parte, está expresando que la actitud del pueblo al cumplir la ley ha de ser siempre la de aquella esperanza de entrar o poseer definitivamente la tierra; por otra, deja abierto el cumplimiento de la promesa para incluir no sólo la tierra física de Canaán sino la patria definitiva, la patria celestial. La clave, por tanto, para comprender el Pentateuco es leerlo como una etapa de la historia de la salvación, historia cuyo desenlace sólo aparecerá claramente al final de la Biblia en el Nuevo Testamento.

Un apunte sobre la conquista de la “tierra prometida”.

Si se toma en sentido literal, sin evolución, en un contexto primitivo donde las matanzas de los judíos se pusieron en boca de Dios como si obedecieran a un mandato divino, sale una interpretación nefasta. Pues el “Anatema” en el Antiguo Testamento se remonta a un tabú de las tribus nómadas que aniquilaban a los conquistados con la excusa de que debían purificar aquello de la presencia de otros dioses distintos al propio. En Jericó, después de matar a todos, “consagraron al anatema todo lo que había en la ciudad, hombres, mujeres, jóvenes y viejos, bueyes, ovejas y asnos, a filo de espada” (Josué 6:21).

Es más, ponen el nombre de Dios en vano, al considerar que lo hacen por mandato divino: “Pero los israelitas cometieron un delito en relación con el anatema. Acán, hijo de Carmí, hijo de Zabdí, hijo de Zeraj, de la tribu de Judá, se quedó con algo del anatema, y la ira de Yahvé se encendió contra los israelitas” (Josué 7:1). Y en otro sitio: “Saúl, vete y castiga a Amalec, consagrándolo al anatema con todo lo que posee. No tengas compasión de él; mata a hombres y a mujeres, niños y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y asnos” (1º. de Samuel 15:3).

En la época postexílica caía bajo anatema todo aquel que violaba la legislación casándose con mujeres extranjeras; era excluido de la comunidad y sus bienes destruidos: “Todo aquel que no viniera en el plazo de tres días, según el consejo de los jefes y de los ancianos, vería consagrada al anatema toda su hacienda, y él mismo sería excluido de la asamblea de los deportados” (Esdras 10:8). Sin embargo, entre la ascendencia de Jesús aparecen cuatro mujeres, todas en situación irregular o extranjeras, como para significar que esa interpretación es falsa, pertenece a un contexto de poner en nombre de Dios las barbaries humanas primitivas.

Y mucho más horrible sería continuar haciendo eso en Palestina o en cualquier otro lugar, pues el Dios bíblico nunca pide que se mate (lo recordó muchas veces Juan Pablo II).

(Continuará)

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