En TikTok ha emergido una moda que debería helarnos la sangre: la “dieta de las princesas Disney”. Bajo una estética de cuentos de Disney, jóvenes —muchas de ellas apenas adolescentes— se lanzan de cabeza a un juego macabro que pone en jaque su salud física, mental y espiritual.
Esta visto que las redes sociales son un nuevo púlpito desde el que predican consejos de autoimagen, la estética inalcanzable y la delgadez como única virtud. Y lo hacen sin límites y sin conciencia. ¿El objetivo? Viralidad.
Princesas que matan
¿Qué hay detrás de esta dieta que promete “ser una princesa distinta cada día”?
Un régimen brutal y antinatural, que sugiere consumir entre 300 y 600 calorías diarias —cuando lo normal para una adolescente es al menos tres veces más—.
El “día de Blancanieves” consiste en comer solo manzanas. En el de “La Sirenita”, beber solo agua. En el de «Pocahontas», todo debe estar crudo. Y así, hasta completar una quincena de locura.
Estas princesas, figuras animadas, son caricaturas de la realidad, con cuerpos imposibles e inhumanos, diseñadas sin intención de ser un ideal estético. Y sin embargo, para millones de chicas, se han convertido en referente.
Pero lo más escalofriante es que este contenido no lo encuentran: les encuentra a ellas.
El algoritmo de TikTok, diseñado para retener, actúa como un cebo.
Basta con una sola búsqueda sobre dietas o cuerpo, y la aplicación convierte la pantalla en una galería de obsesiones: más vídeos, más extremos, más tóxicos.
TikTok genera burbujas de filtro negativas, bucles de autoalimentación que llevan a los adolescentes por un túnel sin salida.
¿Dónde están los adultos?
La mayoría de los padres, si acaso supervisan algo, ven estos vídeos como un juego inocente. “¿Una dieta de princesas? Qué monada”, pensarán.
Pero mientras ellos bajan la guardia, sus hijas aprenden a odiar su cuerpo, a temer la comida y a identificarse con la inanición. Porque sí: estas dietas son el paso previo a los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA).
En España, más de 400.000 personas sufren un TCA. Uno de cada veinte adolescentes. Y la edad de inicio ya se sitúa en los 12 años.
TikTok no solo no detiene estos contenidos; a menudo los amplifica. Los adolescentes han aprendido a esquivar los filtros de moderación con hashtags cifrados. Así, se crea una comunidad clandestina que se retroalimenta en secreto, donde no se cuestiona nada.
Una trampa disfrazada de libertad
Muchos de estos contenidos provienen de jóvenes sin formación, influencers sin escrúpulos, o usuarios que reproducen peligrosas anécdotas como si fueran consejos médicos. Se nos repite que es “libertad de expresión”, pero la verdadera libertad no se encuentra en elegir qué cuerpo tener, sino en amar el que Dios nos ha dado.
Las redes sociales han sustituido al espejo, y ahora reflejan no la verdad, sino el algoritmo. Este algoritmo convierte en moneda de cambio la ansiedad, la autoestima rota y la vida misma.
Por ello, los adolescentes necesitan una formación profunda sobre el valor de su cuerpo, que no está para ser encajado en moldes.
Urge una educación digital integral, que no solo enseñe a usar las redes sino a discernir el bien del mal.
Urge que las familias hablen del cuerpo, de la salud, de la comida, sin tabúes ni superficialidades. Urge que los padres no cedan el terreno de la formación a influencers.
Y urge que, como Iglesia, recordemos lo esencial: Dios no nos creó para encajar, sino para amar y ser amados tal como somos.
Final sin cuento
La dieta de las princesas no tiene final feliz. No hay príncipe que salve a una niña desmayada por inanición. No hay hada madrina que repare los estragos de una adolescencia marcada por el odio a sí misma. Pero sí hay algo más poderoso: la verdad, el amor, y una comunidad que se niega a rendirse ante esta tiranía digital.
Romper con estos contenidos es un acto de dignidad y de esperanza. La juventud no están para jugar con su salud a golpe de likes. Están para vivir —como decía San Juan Pablo II— no por lo que tienen o aparentan, sino por lo que son: un regalo irrepetible de Dios.
2 Comentarios. Dejar nuevo
Es importante enseñarles y formar a los hijos desde pequeños, en muchas cosas, pero la principal es el camino hacia Dios. Si ellos aman a Dios, aprenderán a no dejarse engañar y serán personas de bien.
Mi madre, que en paz descanse me decía, » rezale todos los días a los ángeles de la guarda de los chicos».
La oración es muy importante y necesaria, más en estos tiempos que nos ha tocado vivir.
Es irónico.
Los jóvenes, tan independientes ellos, tan inteligentes ellos, tan sabios ellos, no hacen caso de sus padres, de cuyo amor y cuidados incondicionales están seguros.
Pero se someten gustosos y sumisos a lo que les dicten unos programadores de algoritmos, lejanos desconocidos, cuyo único interés es el suyo propio y nada más.