“Lo único que quiero en esta vida es ser santo. Y todo lo demás, me sobra”. Con esa frase, Pablo García —más conocido como @pablogarna en redes sociales— se despidió de sus más de 640.000 seguidores en Instagram. Su decisión puede sorprender mucho: dejarlo todo para seguir una llamada que va más allá de los likes y las stories. Pablo ha dicho “sí” a Dios y comenzará una nueva etapa: el seminario.
Durante casi cuatro años, Pablo compartió su vida con naturalidad, humor y profundidad. Moda, viajes, anécdotas cotidianas… todo con un enfoque claro: hablar de lo que rebosaba su corazón, como dice la cita bíblica que tenía en su bio (Lucas 6,45). Su cuenta se convirtió en un lugar donde lo humano y lo espiritual convivían con frescura, sin postureo, y con una sinceridad poco común en redes sociales.
En su vídeo de despedida, Pablo se mostró tal como es: auténtico, emocionado y profundamente agradecido. “No sabía si este momento llegaría, pero ha llegado”, confesaba. “Es una etapa que se cierra para dar paso a otra radicalmente distinta: silencio, oración, hábitos, rutina… una vida de entrega al servicio de los demás”. Y aunque esa nueva vida pueda parecer un giro drástico, Pablo deja claro que no ha sido una decisión impulsiva.
“Desde el primer día soñé con llevar el amor de Dios a través de esta pantalla”, dijo. Pero, a pesar del éxito y el reconocimiento que había conseguido —viajes, coche, trabajo soñado—, algo dentro de él pedía otra cosa. “¿De qué me sirve todo eso si en el fondo de mi corazón hay otra cosa?”. Esa «otra cosa», explica, es el deseo profundo de vivir la vida que Dios pensó para él. Eso, para él, es el verdadero éxito.
Con el humor que lo caracteriza, también bromeó sobre su vocación: “Yo muchas veces le digo al Señor: ‘¿Pero por qué me llamas a mí, que soy un zopenco?’ Pero bueno, eso ya se apañará Él, que sabrá lo que hace”. Y es que, incluso en los momentos más profundos, Pablo Garna no pierde su cercanía y espontaneidad.
En el texto que acompaña su despedida, agradece con emoción todo el cariño recibido. Lo que más valora, dice, no son las oportunidades ni los viajes, sino “los milagros de tantas personas que me han abierto su corazón”. Eso, asegura, ha sido lo más grande.
Antes de cerrar este capítulo, deja un último pedido: “Si quieres, reza por mí. Para que no me guarde nada. Para que mi entrega sea entera, aunque no vea resultados ni frutos. Para que, también en los momentos malos, me repita una y otra vez: solo Dios basta”.
Aunque durante septiembre seguirá compartiendo algo de contenido, el final ya está cerca. Cuando cruce las puertas del seminario, su “sí” a Dios será algo más que palabras: será vida. Y como él mismo ha dicho con paz y certeza: “El que apuesta por el Señor, nunca se equivoca”.







