En Brasil, el fútbol y la devoción han caminado de la mano. Los aficionados del Palmeiras lo demostraron con un gesto sencillo y elocuente. Con motivo de la fiesta de Nuestra Señora Aparecida, patrona del país, una parte de la hinchada verdiblanca desplegó una pancarta con un ruego breve, en inglés, que resonó en todo el estadio: “Pray for us”.
El mensaje, directo y sin estridencias, conectó la devoción popular con la identidad de un club que históricamente ha sido espejo de la cultura brasileña en sus alegrías, angustias y esperanzas.
La celebración de Aparecida, profundamente arraigada en la vida nacional, trasciende templos y procesiones para filtrarse en la cotidianeidad: en los barrios, en los comercios, en las casas y, cómo no, en las gradas. La pancarta palmeirense subrayó aquello que une a millones de brasileños más allá de la camiseta que vistan. En el fragor del partido, entre cánticos y banderas, el ruego “reza por nosotros” actuó como un puente: una invocación comunitaria que abrazó por igual a futbolistas, trabajadores del club y familias que llenaron las tribunas.
El gesto también recordó el carácter social del fútbol. En tiempos de incertidumbre, los estadios se convierten en foros emocionales donde las personas expresan expectativas y temores.
Apelar a Nuestra Señora Aparecida en ese escenario fue, en última instancia, un llamado a la protección y a la esperanza.
La pancarta del Palmeiras dejó una estampa de Brasil en estado puro: el país que compone plegarias y sambas, que sufre y celebra con el balón, y que no olvida su devoción. Una manera de seguir adelante, juntos, un domingo más de fútbol.







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Esto hace muchísimo daño a la fe. La fe requiere recogimiento, interiorización, hondura, modestia. Todo lo contrario de la banalidad, la comercialidad y la fanática superficialidad de espectáculos como el fútbol. Mezclar la fe con estas diversiones de masas es caer en una lamentable superstición, es arrastrar por el fango lo mejor que tenemos. Entre otras, son cosas como ésta son las que llevan décadas erosionando la religión. No se trata de llevar a la Virgen al fútbol, sino a los seres humanos a la iglesia.