Por segundo año la Iglesia celebraba la Jornada Mundial de los pobres, instituida por el Papa Francisco, una jornada que refleja el magisterio y pensamiento de este Pontífice, aunque en realidad se trata de un mensaje que impregna de la primera a la última página del Evangelio.
La cercanía a los pobres es mucho más que asistencia, imprescindible en ocasiones, pero que puede llegar a resultar alienante.
El Papa apela a combatir las razones estructurales de la injusticia, pero advierte de que tampoco esto es suficiente. La cercanía a los pobres es un valor genuinamente cristiano que va mucho más allá de la justicia social. Tiene que ver con abrirles “la puerta del corazón y de la vida” para hacerles “sentir amigos y familiares”, en palabras del propio Francisco. Tiene que ver, incluso, como aprender a encontrar al mismo Jesucristo en la persona necesitada, en quien sufre por causa de la pobreza, de la enfermedad o de la soledad, o por haber tenido que abandonar su país.