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Madera de líder

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¿Quieres ser líder? Limítate a liderar; protagoniza tu vida, no la de los otros. Para ello no es preciso falsificarte con guirnaldas y fingiendo aprecio. Para liderar tienes que hacer lo que tienes que hacer. Genuinamente. Como fundamento, toma la Palabra de Jesús, que es roca segura y perenne (“Quien escucha mi palabra y cree en el que me envió tiene vida eterna”: Jn 5,24). Acerca de lo demás, abandónate en Sus manos, sin dejar de hacer lo que tengas en tus manos hacer (“El reino de Dios se parece a un hombre que echa la semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo”: Mc 4,26-27). Tienes que liberarte de egos internos y externos. De eso se ocupará Él puliéndote como a un diamante.

Todos conocemos a esos profanadores de nichos que avanzan con paso férreo entrometiéndose en vida ajena. Incapaces de asumir su vida, solo buscan dividir las de sus prójimos con traiciones, mentiras con medias verdades e intrigas y conspiraciones de todo tipo (a menudo paranoicas), para satisfacer esos egos internos y externos que siempre obstruyen el paso a quien va de buena fe. Son liderazgos que se marchitan como flor de un día, porque no están basados en la Verdad.

¿Qué te espera si lideras?

Por tanto, hermano, mi querida hermana, si quieres liderar, prepárate para el juego de estrategia a largo plazo, sin prisas, pero sin pausa. Si tu compromiso es auténtico, habitualmente te encontrarás en situaciones en que los pretenciosos te ofuscarán dónde poner el pie, y algunas que hasta te harán desfallecer. No abandones ni tu lucha ni tu lugar, que a menudo florecen en la sombra.

Insisto en que el liderazgo no suele tener glamur, porque es una lucha cuerpo a cuerpo, constante, de cada día, de cada hora… de cada milisegundo. Sudar tinta. No puedes bajar nunca la guardia, debes mantenerte siempre despierto, haciendo, cumpliendo, comunicando: liderando. Ello no implica ganar siempre. A veces habrá tropiezos, pero debes tomártelos como enseñanza y nuevo impulso. Y verás como, mirando atrás, aunque no te lo parecía, vas avanzando.

Debes tomarte en serio la logística del desarrollo de tu liderazgo, procurando siempre dar más de lo que recibes. Así conseguirás que todos vengan a pedirte solicitando tu atención y compañía (y todo lo que tengas para dar), porque estarás dando en todo momento lo mejor de ti mismo, y todos lo querrán. No creas que eso te relajará, sino que aún te exigirá más trabajo con denuedo, para ser capaz de atender como se debe a todo aquel que te siga y para soportar el peso de la fama, peso que se agudizará a medida que tu fama aumente. Y otra cosa: muchas veces, ni verás que te siguen abiertamente y a las buenas; eso será de lo más difícil de soportar.

Siendo realistas

En consecuencia, ¿por qué te digo que liderar no tiene glamur, si vemos que hay tanto pollo suelto que va con pecho fuera y cabeza erguida? La respuesta es fácil, muy fácil: no son líderes, son peleles. Hacen lo que les dicen con lo que les sale, no lo que les dicta su conciencia. Te preguntarás aún: Y eso, ¿por qué lo hacen? Responderte es más fácil y prosaico todavía, si cabe: para pegarse una vida de padre y señor mío… a costa de los demás, de aquellos que consideran su pueblo, la plebe a la que en lugar de servir chupan la sangre, y de ella viven empedernidos y flipados de un biopic que no les corresponde, y a nadie agradecen nada, más que el trueque obsceno al que les hace el juego.

¿Verdad que te viene un montón de pollambre a la cabeza? ¡No los imites, porque tendrás tu caída asegurada! Eso será tarde o temprano, en el tiempo o en la eternidad, además de que viviendo esa fantochada nunca serás feliz. Eso sí, te habrás asegurado la condenación eterna, como te avisa Jesús por si lo haces: “Os aseguro que ya han recibido su paga” (Mt 6,5). Para ello, debes anotar algo indefectible, tu norma de conducta en todo momento: “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten” (Mt 5,12). De esta manera, antes o después, como Él asegura: “Lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6,33). Por tanto, ¡olvídalos! Pagarán caro su alegato, pero a ti eso no te incumbe. Tú, a lo tuyo.

Venga, va, ponte a tono; ¡ha llegado tu hora, que es ahora! (¡corriendo, que el “ahora” ya ha pasado!). Aligera, que el tiempo apremia. Coge el toro por los cuernos y encomiéndate a todos los santos, que Dios vela por ti, como irás comprobando cuando Él vaya mandándote señales de que está ahí contigo en el ruedo de la selva más densa y abstrusa, protegiendo tu camino y asegurando tus pasos. Olvídate de todo lo demás, que te será dado en su momento. Tú lidera, los tuyos te seguirán. Y luego −como por ósmosis− vendrán los de más allá. Así te digo: ¡lidera!

El liderazgo no suele tener glamur, porque es una lucha cuerpo a cuerpo, constante, de cada día, de cada hora… de cada milisegundo. Sudar tinta. No puedes bajar nunca la guardia Clic para tuitear

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