Este 6 de noviembre, la Iglesia española ha celebrado los 2053 mártires de la persecución religiosa del siglo XX en el país. En este día, Benet da Santa Coloma De Gramenet, Josep Oriol da Barcelona y Domènec da Sant Pere de Ruidebitllets, de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos, fueron elevados a los honores de los altares, según informa Vatican News.
Martirizados en 1936 durante la Guerra Civil española, vivieron en una época marcada por un clima hostil contra la Iglesia. Ya se habían registrado episodios de persecución en el país desde principios de los años 30 en la región de Asturias. Pero fue con el estallido de la guerra civil cuando la persecución contra la Iglesia se hizo sistemática y feroz.
En Manresa, Cataluña, después del 18 de julio de 1936, se inició una sangrienta persecución contra sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos. Cuatro días después, el 22 de julio de 1936, el convento donde vivían Benet de Santa Coloma de Gramenet, Josep Oriol de Barcelona y Domènec de Sant Pere de Ruidebitllets fue ocupado, devastado e incendiado. Obligados a refugiarse en casa de familiares y amigos, los tres Frailes Capuchinos, en fechas diferentes y en circunstancias similares, fueron secuestrados, torturados y asesinados.
En el rostro los mártires, un rasgo de Cristo
Durante la Misa de beatificación en la Basílica de Santa María de la Seu, en Manresa, el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, recordó que «los tres fueron condenados a muerte sin ningún juicio, pero sólo por ser cristianos».
Cuando estalló la Guerra Civil, «fueron capturados» y sometidos a «palizas y humillaciones». Al padre Benet también «se le pidió que blasfemara y negara su fe en Cristo». Su historia -dijo el Cardenal en su homilía- se parece a la de todos los demás mártires; una historia que, sin embargo, aunque se haya repetido durante siglos hasta hoy en la historia de la Iglesia, es siempre una historia singular, porque cada uno es, ante Dios, único e irrepetible y, en Jesucristo, siempre llamado por su propio nombre inconfundible».
El Cardenal Semeraro añadió: «En el rostro de cada mártir, encontramos una mirada original del rostro de Cristo: es siempre Él quien concede a cada uno la firmeza de la perseverancia y da la victoria en la batalla. Los tres nuevos beatos, por diferentes caminos, llegaron a Manresa donde sus vidas se entrelazaron con el camino del martirio.
Benet de Santa Coloma de Gramenet
Nacido en el pueblo de Santa Coloma de Gramenet el 6 de septiembre de 1892 en el seno de una familia campesina humilde y profundamente católica, Benet sintió la llamada al sacerdocio en 1903 e ingresó en el seminario menor de Barcelona. Después de algunos años, vistió el hábito capuchino el 18 de febrero de 1909 en el noviciado de la provincia barcelonesa de Arenys de Mar e hizo su primera profesión el 20 de febrero de 1910. Fue ordenado sacerdote el 29 de mayo de 1915. Su vida religiosa se desarrolló en las dos casas de formación de Igualada y Manresa.
Josep Oriol de Barcelona
Nacido en Barcelona el 25 de julio de 1891, Josep Oriol ingresó en el seminario de la ciudad catalana. Sintiendo una fuerte atracción por la vida capuchina, comenzó su noviciado el 21 de octubre de 1906, continuando su formación en el convento de Igualada y posteriormente en los de Olot y Sarriá en Barcelona. Fue ordenado sacerdote el 29 de mayo de 1915. Enseñó liturgia, hebreo e historia eclesiástica en el estudio teológico de Sarriá. En 1925 fue enviado al convento de Manresa. Aquí se dedicó a la predicación, al ministerio de la confesión y a la dirección espiritual.
Domènec da Sant Pere de Ruidebitllets
Nacido el 11 de diciembre de 1882 en el seno de una familia de agricultores, Doménec ingresó en el Seminario de Barcelona en 1897. Completa sus estudios filosóficos y teológicos y se ordena sacerdote el 25 de mayo de 1907. Al año siguiente, el 3 de octubre de 1908, entró en el noviciado de los capuchinos. Durante el período de formación inicial para la vida capuchina se dedicó con fruto a la predicación y al ministerio de la confesión. En 1913, fue como misionero a Costa Rica y Nicaragua. Luego regresó a Cataluña en 1930. Primero fue destinado al convento de Sarriá, luego a Arenys de Mar y finalmente a Manresa.
Francisco recuerda a los tres mártires beatificados
En el Ángelus, el Papa dirigió su pensamiento a los tres mártires. El Papa recordó: «Los tres fueron condenados a muerte sin ningún juicio, pero sólo por ser cristianos».
«Fueron asesinados durante el período de persecución religiosa del siglo pasado en España, demostrando ser testigos mansos y valientes de Cristo. Que su ejemplo ayude a los cristianos de hoy a permanecer fieles a su vocación, incluso en tiempos de prueba. Un aplauso a estos nuevos beatos». Así recordó el Papa Francisco, tras el rezo del Ángelus del domingo 7 de noviembre, a los mártires que la Iglesia española celebra el 6 de noviembre entre los 2053 que cayeron en la persecución religiosa del siglo XX en el país.