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Vientres de alquiler: no da lo mismo la forma en que un niño llega al mundo

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No da lo mismo la forma en que un niño llega al mundo. Cada embrión desarrolla un apego natural con la madre que lo lleva en su vientre. La gestación es un proceso complejo y profundo, donde el feto desarrolla competencias sensitivas y afectivas muy finas. 

La ruptura del vínculo natural

Estudios demuestran que el contexto y el entorno del embarazo son percibidos por el feto, y al nacer, el niño necesita reconocer los marcadores sensoriales que lo han acompañado durante nueve meses para vincularse adecuadamente a la vida.

Separar al recién nacido de la madre gestante genera un estrés extremo y una huella emocional duradera, vinculada a la ansiedad por separación.

La herida más profunda para un niño es darse cuenta de que fueron sus propios padres quienes decidieron crear una ruptura con la madre de nacimiento. Esta ruptura es una forma de violencia extrema, tanto para la mujer gestante, a quien se aniquila su instinto natural, como para el niño, quien desde sus primeros momentos de existencia es sometido a unas condiciones con repercusiones emocionales que contradicen la razón de su existencia.

El papa Francisco afirmó hace unas semanas sobre los vientres de alquiler: «Viola la dignidad del niño y la mujer».

La Dimensión Ética y Moral

El mercado de la subrogación se construye sobre el legítimo deseo de tener un hijo, pero este deseo no puede obtenerse a cualquier costo.

Los vientres de alquiler convierte a mujeres vulnerables en objetos y a los niños en mercancías.

Esto afecta directamente a la dignidad de la persona, tanto de la mujer gestante como del hijo. La mayoría de las mujeres que optan por gestar niños para otras personas lo hacen por falta de recursos económicos, lo que agrava la explotación de mujeres en situación de vulnerabilidad.

Los contratos de vientres de alquiler, a menudo incluyen cláusulas de confidencialidad estrictas, negando el derecho de toda persona a conocer sus orígenes biológicos. Esta práctica no solo compromete la integridad del niño gestado, sino que también deconstruye los fundamentos de todo sistema jurídico basado en el concepto de filiación y familia.

Una respuesta internacional necesaria

La dimensión global de los vientres de alquiler requiere una respuesta internacional mediante un compromiso universal que proteja especialmente a las mujeres y a los niños del mercado global de los vientres de alquiler.

Este mercado, impulsado por los avances técnicos de la medicina, ha permitido que los niños sean fruto de transacciones pagadas, algo que nunca debería ser aceptable.

El principio de la dignidad humana establece una distinción clara entre personas y cosas: las personas merecen respeto incondicional y no pueden tener precio.

Hay cosas que el dinero no puede comprar. Los contratos de compraventa de niños, aunque se disfracen de acuerdos legales, revocan derechos fundamentales de la mujer y perpetúan el tráfico de niños. Es fundamental reconocer que, aunque el deseo de ser padres es legítimo, no debe satisfacerse a expensas de la dignidad y el bienestar de otros seres humanos. No todo deseo es un derecho.

Los vientres de alquiler presentan graves consecuencias y se erigen como una aberración moral y ética. Es primordial que la sociedad y las legislaciones internacionales aborden este tema con la seriedad y la compasión que merece.

Los vientres de alquiler no es simplemente una cuestión de técnica médica o de contratos legales; es una cuestión de humanidad y de respeto por la vida.

El principio de la dignidad humana establece una distinción clara entre personas y cosas: las personas merecen respeto incondicional y no pueden tener precio. Clic para tuitear

 

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2 Comentarios. Dejar nuevo

  • y muchos son fruto de donaciones de óvulos o esperma

    Responder
  • En mi opinión, habría que evitar la nomenclatura “maternidad subrogada”, puesto que se trata sólo de gestación.
    Diccionario RAE: “gestación subrogada: Embarazo en que una mujer gesta un embrión ajeno.”
    Esta definición, por sí sola, ya denota que se trata de una aberración humana, ética y médica, perjudicial en todos los sentidos, tanto para la gestante como para el gestado.
    Para justificar esta práctica se puede recurrir al caso en que una mujer con embarazo no deseado gesta a su hijo y lo da en adopción al nacer. Pero no es lo mismo. La gestación subrogada se hace a posta y con premeditación, generando in vitro a un ser humano para sea gestado por una mujer anónima. La adopción es una forma de salvar la vida de un ser humano que ya existe. La perspectiva de unos padres adoptivos viene a contrarrestar las facilidades y presiones que se dan en estos casos para que la madre biológica lo aborte.

    Lo peor de la gestación subrogada es que se utilice para satisfacer el capricho absurdo de dos hombres que quieren fingir que son padres de una misma persona para disimular una homosexualidad mal asumida, de la cual no aceptan sus consecuencias. Estos energúmenos privan al “hijo” de la figura de la madre sustituyéndola por la de un hombre que no pinta nada, y además se sirven de las mujeres como productoras de óvulos y como máquinas de gestar.

    Un niño tiene derecho a una madre y un padre sin que en ningún caso ocupen su lugar dos padres o dos madres. La filiación va asociada a la diferencia sexual de los progenitores. Esto es así, les guste o no a las personas de conducta homosexual. Y tanto es así que ellas mismas lo demuestran al tener que recurrir, en el caso de dos hombres, a óvulos donados por mujeres, y en el caso de dos mujeres, a espermatozoides donados por hombres.
    La contradicción entre la relación homosexual y el deseo de hijo es tan flagrante que no puede proceder más que de un trastorno mental. A persona alguna en su sano juicio que mantenga relaciones homosexuales se le ocurre tener hijos.

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