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Mn. Ramon Corts: «La Asunción nos recuerda el deseo de ir al cielo por la puerta de María»

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El Dr. Ramon Corts i Blay es sacerdote, investigador de los Archivos Secretos Vaticanos, director de la Editorial Balmes y rector de la Basílica de la Asunción y la Purísima Concepción. Precisamente, porque la Asunción es uno de los títulos marianos que da nombre a la Basílica, queremos hablar con él sobre el origen de la fiesta y las celebraciones marianas en la Iglesia de hoy.

¿Qué es la Fiesta de la Asunción? ¿Cuál es su origen?

La fiesta de la Asunción de Nuestra Señora se celebra desde muy antiguo y en todas partes. Tenemos testigos ya del siglo VII, que se celebraba en Roma bajo el nombre de la Dormición de la Virgen. Después ya encontramos en el siglo VIII el nombre de la Asunción de la Virgen. Sin embargo, la Iglesia esperó hasta el año 1950 para proclamar el dogma de esta fiesta que celebramos esta semana.

Celebramos tres fiestas, que en el fondo tienen un punto en común. Primeramente, celebramos la Pascua, cuando Jesús, el Señor, vence a la muerte. La otra fiesta es la Ascensión, cuando el Señor entra también con su humanidad en el ámbito divino de donde salió. La Fiesta de la Transfiguración es una cata de este ámbito del que sale para volver, es decir, de la gloria divina. Terceramente, la Asunción de la Virgen María, sin ser una fiesta cristológica, participa de la misma realidad: allá donde ha llegado Jesucristo, allá donde todo es divino, María como primera redimida ha llegado. Y, con ella, esperan seguirla todos los redimidos.

Por eso también decimos en lenguaje popular que la Asunción de Nuestra Señora es la Pascua de María.

¿Cómo la celebramos en Barcelona, y en la Basílica de la Purísima Concepción?

La particularidad de la celebración de la Asunción en nuestra Basílica tiene que ver con la parte de nuestro nombre que queda, en cierto modo, escondida. Nuestra parroquia es la única que tiene dos títulos marianos: la Purísima Concepción y la Asunción. Ambos misterios van unidos tanto en las advocaciones de la Basílica como teológicamente. Si la Inmaculada Concepción nos explica que María es liberada del pecado introducido en el mundo, la Asunción nos recuerda que también fue liberada de la muerte – y lo fue precisamente porque antes había sido salvada del pecado que causa la muerte.

Concepción y Asunción son dos fiestas marianas que anticipan el fin de la vida cristiana. La primera anticipa la gracia de la salvación, que entra en el mundo por Jesucristo, y la segunda anticipa la glorificación en Él. Esta unión se encuentra felizmente patente en los dos títulos de nuestra Basílica, dados con una gran intuición teológica.

¿Cómo lo celebramos? Son muchas las iglesias donde era tradición instalar una “Cama de la Virgen”, con María reposando en medio de la nave rodeada de flores y luces como manifestación de su gloria. Los fieles así podían venerarla y avivar la esperanza de acompañarla en su glorificación. En nuestra Basílica se expone la Virgen María reposando sobre su cama durante ocho días, culminando con la fiesta de María Reina.

Por su importancia y por la devoción del pueblo, en la Basílica, antes de las segundas noches, celebramos también una procesión por el claustro de la iglesia. La Virgen María es llevada en un bayard, y las encargadas de hacerlo son las religiosas de la demarcación parroquial y de San Francisco de Sales. Después se entra solemnemente en la Basílica, y allí se cantan las vísperas con tanto esplendor y participación de los fieles como se puede.

¿Cuál es la importancia de las celebraciones marianas en la Iglesia de hoy?

La situación presente en el Occidente cristiano es precisamente el vaciado de la fe de todo lo trascendente, como señalan tantos sociólogos y teólogos. Las fiestas de Nuestra Señora nos ayudan a ver un catolicismo vivo con toda su trascendencia. El hecho de celebrar la Asunción de la Virgen también es un motivo de gozo para nosotros, como personas y como pueblo, porque suponemos y celebramos que allá donde ha llegado la Virgen también nosotros podemos llegar. Esto debe llevarnos a ver detrás de cada fiesta mariana nuestra propia trascendencia.

Por otra parte, para recobrar la piedad mariana debemos volver al Magisterio de la Iglesia. El Magisterio de San Pablo VI, especialmente en Marialis Cultus, nos recuerda cómo debe ser la auténtica piedad mariana. Y no se puede olvidar la enseñanza de San Juan Pablo II, particularmente a raíz de la entrada de la Iglesia en el tercer milenio cristiano.

Acabamos ya, pero queríamos preguntarle por su advocación mariana “preferida”, ¡si es que se puede decir así!

[Inmediatamente, riendo] ¡La Virgen de Montserrat!

Pero el día que realmente me da más satisfacción de todos es precisamente el que celebramos esta semana, la Asunción. Pienso en mí mismo, en el deseo de ir al cielo por la puerta de María, y en el regalo de poder probar todo esto ya aquí.

Fuente: Carisma Comunicació

Entrevista traducida del catalán.

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