El Evangelio según San Mateo, capítulo 8 versículos 5 al 13, relata la curación del siervo paralítico y atormentado del centurión romano, ante su petición (la del centurión) de curación a Jesús a pie de calle nada más llegar Él a Cafarnaúm. “Yo iré (a tu casa) y le curaré” dijo Jesús. Y respondió el centurión (versículo 8): “Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo; di sólo una palabra y mi siervo será curado”
Son palabras de celestial y capital importancia. Es la confesión de fe de un centurión romano que sale al encuentro de Jesús pidiéndole ayuda. Son las palabras que pronuncia el sacerdote en voz alta antes de comulgar él en cada misa. El sacerdote levanta la hostia consagrada y en voz alta manifiesta estas palabras inmediatamente antes de comulgar él. ¿Sólo el sacerdote expresa estas palabras en voz alta? Las expresa él y todos los fieles congregados también en voz alta. Yo las expreso siempre a todo pulmón. ¿Por qué se dice esto?
¿Somos dignos de recibir a Nuestro Señor en la Eucaristía? ¿Qué es comulgar? Somos poca cosa. Es algo muy grande que Dios Nuestro Señor venga a nosotros en el milagro eucarístico de la comunión. Toda modestia es poca. Acercarse a comulgar es un momento de aislamiento de absolutamente todo lo demás, prójimos y prójimas incluidos, para centrarse en la comunión eucarística. ¿En genérico? ¡No! En particular, en mi particular. Soy yo quien me acerco para recibir al Señor en la Eucaristía.
Toda debida disposición es poca ante este momento sublime. Acudo cuando me toca el turno. No hago carreras para ser el primero. Menos todavía para ser el último. Tanto si soy el primero como si soy el último como cuando me toca, yo no soy digno de Él. ¿Cómo debo acercarme a comulgar? ¿Comulgando en la palma de mi mano izquierda y sumiendo la hostia consagrada de los dedos índice y pulgar de mi mano derecha? Si es así ¿delante del sacerdote o ministro extraordinario o caminando de regreso a mi lugar? ¿O bien de pie y en mi lengua, previa reverencia de genuflexión o inclinación de cabeza, con mis manos recogidas? ¿De pie y en mi lengua sin acto de reverencia? ¿Y qué tal de rodillas y en el suelo?
Si decido no comulgar en la mano, ¿todo sacerdote o ministro respetará mi derecho litúrgico a no comulgar en la palma de mi mano? ¿O dependerá el respeto a este derecho litúrgico al modo de proceder no contemplado en Sagrada Liturgia del ministro que tengo delante? Yo no soy digno de comulgar en la palma de mi mano. Yo preciso el acto litúrgico de mi sumisión. Me encantaría la existencia de reclinatorio para comulgar de rodillas y en mi lengua. ¡Todavía más la subordinación de la mascarilla en este momento sublime! Yo acudo a comulgar con mi mascarilla en mi cuello.
Del mismo modo, en los momentos litúrgicos de oración del pueblo y de cantos, mi mascarilla no se interpone en mi plegaria rezada y cantada a Dios. Por lo que observo hay muchos fieles que no se colocan la mascarilla en sus cuellos en el momento previo de comulgar. Hay una subordinación escalofriante anti litúrgica de lo exclusivamente sagrado al proceder civil pagano de mascarilla en la cara. Si mi grabación inferior actual (https://youtu.be/tzsIburxELo) les es insuficiente les paso una a dos voces de 1964. ¡Yo quiero ser como el centurión romano!
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El autor del canto litúrgico es José Maria Beovide Goiburu (1881-1967) https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Mar%C3%ADa_Beobide_Goiburu