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Por las víctimas del terrorismo

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La Comunidad de Madrid y la Fundación Universitaria San Pablo CEU organizaron el I Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo, que se celebró los días 14 y 15 de junio en los Teatros del Canal. Este encuentro, que llevaba por lema «Memoria para el Futuro», fue clausurado por la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso. En él se homenajeaba tanto a las víctimas de ETA como a las de los yihadistas y el once de marzo. Un acontecimiento imprescindible.

Desde que era una niña recuerdo haber comido cada día en casa de mis padres con las noticias en la televisión que, un día sí y otro también, mostraban terribles imágenes de muertos y heridos por los asesinos de ETA. Aun así, nunca conseguí acostumbrarme a ver tanto dolor y tristeza y rabia contenida. Así que, en cuanto tuve oportunidad le dediqué un artículo a este tema y, para mi sorpresa, descubrí que había en el País Vasco mucha gente que no tenía claro quiénes eran los culpables y quiénes las víctimas.

Para mí era algo demasiado evidente. ¿Qué podían haber hecho esas pobres personas para merecer la muerte? Todos eran hijos, hermanos y algunos padres, tíos y sobrinos de mucha gente inocente cuya vida estaba siendo destrozada. Sin contar con los miles de heridos, algunos graves y amputados de por vida. Finalmente llegué a la conclusión de que se trataba de una sociedad enferma, que había sufrido un lavado de cerebro a lo largo de varias décadas.

Con el tiempo, ETA dejó de matar. Entonces pude ver atónita cómo se intentaba ocultar esos años de terror como si nunca hubieran tenido lugar. Los herederos de eta están en las instituciones, han pactado con el gobierno actual y el único recuerdo que queda de entonces son los nombres en las tumbas de hombres, mujeres y niños inocentes. Para algunos resulta que la guerra civil les parece más cercana y siguen empeñados en identificar los restos humanos en las cunetas.

Mientras, en Vascongadas, rige la ley del silencio. Muchos culpables han salido ya de la cárcel y hacen su vida normal como si nada hubiera pasado. Otros miles de personas tuvieron que emigrar porque no se respetaba su opinión ni les dejaban vivir en paz. Pero solamente una vez al año o dos, salen a la luz otra vez esas terribles imágenes e historias, para recordarnos que no fue una pesadilla y que no podemos permitir que caiga en el olvido para siempre.

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