El presidente del gobierno en funciones ha invertido buena parte de su tiempo para conseguir levantar su candidatura, en reunirse con multitud de asociaciones y grupos, con el fin de conocer a fondo cuáles son sus puntos de vista, sus necesidades. Lo está haciendo incluso a cuenta de apurar los tiempos de negociación con los partidos políticos, que en definitiva son quienes pueden decidir su futuro al frente del gobierno.
Se puede presuponer, por tanto, que Sánchez valora en gran medida a estos grupos y organizaciones, y lo que ellos puedan decirle, al darles prioridad en algo tan decisivo como su posible elección. Se puede cuestionar que este enfoque sea sincero o bien que estamos ante una deliberada pérdida de tiempo, porque lo que persigue son unas nuevas elecciones. Pero esto sería un juicio de intenciones. Hay que creer en la sinceridad de la persona. Nosotros nos quedamos con la idea de la importancia que el presidente del gobierno confiere a estas representaciones de la sociedad civil.
Sánchez se ha visto con numerosos grupos, en ocasiones de representatividad discutible. Colectivos de la memoria histórica, grupos LGBTI, “mundo universitario”, “entorno deportivo”, formación profesional, colectivos de la vivienda, profesionales de la sanidad, ecologistas, mundo de la cultura, y un largo etcétera.
De toda esta larga lista sorprende una gran carencia. Se trata del ámbito cristiano, sin duda uno de los más grandes en el conjunto de la sociedad española y básico en la atención a las necesidades de las personas, especialmente de los más olvidados.
Los grupos cristianos cubren un amplio espectro de participación en la vida social. Familia, escuela, deporte, sanidad y atención hospitalaria, servicio a las personas de edad, dependientes, juventud, atención a los necesitados, participación y educación cívica, comunicación y cultura, universidad, inmigrantes, personas sin hogar. Gente con necesidades concretas que pueden hundir su vida. En definitiva, un amplio servicio, un movimiento de solidaridad y participación ciudadana nada retórico, único por su carácter no corporativo, que no trata del “qué hay de lo mío”, sino que en todo caso se ocupa de lo que hay para los demás. Y esta es una diferencia cualitativa sustancial que se añade a su gran dimensión cuantitativa. No es un tema menor, porque en nuestra sociedad la mayoría de las asociaciones se configuran un legítimamente para procurar por su propio fin.
A las feministas por ejemplo solo les interesa aquello que responde a sus objetivos en beneficio propio, lo mismo que otros muchos grupos sociales. Representan a sus propios intereses. Está bien que así sea. La sociedad democrática necesita de la aportación de sus diversos miembros. De hecho, gobernar es en buena medida de conciliar y jerarquizar las demandas de los diversos grupos.
Pero, precisamente por esto resulta tan decisivo que exista un gran movimiento como el cristiano, que no hace tanto para sí y sus intereses comunes, como para servir al conjunto de la sociedad en términos concretos, es decir, a través de sus diversos grupos y necesidades. En este sentido, es el sujeto orgánico social y no político que se asemeja más en su actividad y fines a las tareas del gobierno; o al menos a los fines que en teoría lo justifican, el bien común.
Pero a pesar de su importancia cuantitativa y cualitativa, Sánchez, que persigue ser el nuevo presidente del gobierno de todos los españoles, prescinde de una manera clamorosa, sectaria, del grupo cristiano. Es sectario porque los elude, los ningunea, no por su escasa importancia y representatividad, sino precisamente a causa de ella. Sánchez viene a decir no me importa nada lo que hacéis por valioso que sea, porque lo hacéis en nombre de unas ideas, de una fe que rechazo para la sociedad. Me olvido de interesarme por el bien que hacéis y vuestro punto de vista porque sois cristianos.
Si esta es su actitud ahora que necesita acuerdos y consensos ¿cuál será su proceder hacia los cristianos si acaso llega a gobernar?