19 mártires del siglo XX en España terminaron su pasión el 19 de octubre de 1936: el sacerdote paúl Benjamín Ortega en Madrid y 18 claretianos en el caserío Mas Claret de Sant Pere dels Arquells (Lérida), cuyos cuerpos quemaron durante cuatro días después de fusilarlos.
En las islas británicas se conmemora el martirio de san Felipe Howard (1595); en Japón el de los santos dominicos Lucas Alfonso Gorda (sacerdote) y Mateo Kohioye (1634); en Francia, Estados Unidos y Canadá, el del jesuita san Juan de Lalande (1646, en este día se celebra además la fiesta de san Juan de Brébeuf y sus compañeros); en Polonia, el de Jerzy Popiełuszko (1984). En Rusia, la Iglesia ortodoxa ha glorificado como mártir al sacerdote Juan Rybin (1937).
De menor a mayor en edad, los claretianos -beatificados en Barcelona el 21 de octubre de 2017- eran:
Nicolás Campo Giménez de Bicuña, religioso profeso de 16 años y alavés de Salvatierra. Alguno ha dicho que es el mártir más joven del siglo XX en España, pero no es así: ese título le sigue correspondiendo al navarro Justo Gil Pardo, nacido el 18 de octubre de 1920 (Campo nació el 5 de marzo de ese año).
La biografía claretiana del alavés recuerda cierta tentación particular previa a su muerte:
Con la trampa de hacer una fotografía a todos, los reunieron sin que se les pasase por la cabeza la idea de escaparse. El H. Campo estaba arando con una yunta de yeguas en la viña nueva. El P. Ribé fue a llamarle. Al verle tan joven, dieciséis años, uno del Comité le pinchó para ver si tenía fe. A continuación, junto con los otros diecisiete, fue llevado al límite de la finca donde fue fusilado.
Francisco Marco Martínez, turolense de Odón, había profesado como religioso el 11 de junio de 1936 en Vic, con 19 años. Sobre los sucesos revolucionarios en esa ciudad los días 20 y 21 de julio, aconsejo leer el artículo publicado en Hispania Martyr. De Francisco Marco dice su congregación:
Con la mayor parte de la comunidad se dirigió a Solsona, a donde no pudo llegar por la oposición de los revolucionarios marxistas de Torá, y se acogió a la hospitalidad mercedaria de San Ramón. Dos días después se dirigió al Mas Claret. Aquí estuvo dedicado a la oración, preparación para el martirio, y al trabajo en el campo hasta que fue fusilado el día 19 de octubre de 1936 a media tarde.
Francisco Simón Pérez, navarro de Murchante y de 20 años, era clérigo profeso en la comunidad de Cervera, desde donde, tras ser expulsado el 21 de julio de 1936, llegó dos días después a Mas Claret, que distaba 7 kilómetros de esa localidad leridana. Se dedicó a tareas del campo hasta que lo mataron.
Fernando Castán Messeguer, religioso profeso de 21 años y oscense de Fonz, la biografía de la beatificación señala que siguió el mismo destino que el antes mencionado Francisco Simón.
Antonio Elizalde Garvisu, navarro de Echarri y clérigo profeso de 22 años. Tras la Revolución de 1934 y la proclamación de la República Catalana, escribió el 2 de diciembre a su familia recordando su disposición al martirio, según recuerda la biografía de su congregación:
En primer lugar ya estaréis al tanto de la intentona revolucionaria que ha tenido lugar en algunas partes de España especialmente en Asturias y en Cataluña pues bien cuando más desprevenidos nos hallábamos nos comunicaron las noticias de que se había declarado independiente la República Catalana. Ante esta nueva todavía no nos alarmamos porque como la ciudad de Solsona es tan pacífica y cristiana, no se dejaron sentir en ella los efectos revolucionarios. Mas al cabo de poco tiempo fueron llegando noticias alarmantes de las descargas y lucha que en la ciudad de Barcelona se entablaron entre los revolucionarios y el ejército, gracias al cual estamos libres. Mientras la fuerza del ejército vencía en todos los pueblos y ciudades de la provincia comenzaron a quemarse iglesias y maltratar a los sacerdotes víctimas inocentes de estos trastornos, pero como he dicho antes, aquí no sucedió nada. Gracias a Dios esto fue cosa de pocos días porque pronto hubieron de ceder las armas pero a poco más que hubieran tardado en vencer los revolucionarios, también nosotros hubiéramos sido víctimas de estos sucesos y quizá como tantos otros, sobre todo en Asturias, habríamos tenido la dicha de morir mártires por la fe en Jesucristo.
En marzo de 1936 escribía, ya desde Cervera -donde sufriría el mismo destino que los anteriores- a su hermana Camino:
Ya no me arredra el martirio antes lo considero como la mayor gracia que puedo recibir en este mundo.
Eusebio de las Heras Izquierdo, clérigo profeso de 22 años y burgalés de Gumiel del Mercado, estaba en el convento de Cervera, donde al ser expulsado el día 21 no pudo ir al de Solsona, «por impedimento del Comité de Torá», se fue a San Ramón, al convento mercedario y a los dos días se refugió en el Mas Claret hasta que lo fusilaron con los demás.
Constantino Miguel Moncalvillo, clérigo profeso de 23 años y burgalés de Quintanarraya, llevaba en Cervera desde agosto de 1935 y siguió la misma suerte que su paisano recién mencionado.
Juan Senosiáin Zugasti, religioso profeso de 25 años y navarro de Guirguillano; sufrió el mismo destino que los anteriores.
Dionisio Arizaleta Salvador, del mismo pueblo, edad y estado. Siguió la misma suerte que los anteriores del convento de Cervera, donde era sastre y en sus últimos ejercicios espirituales «ofreció su vida por la salvación de España».
También navarro, pero de Monreal, era Julio Leache Labiano, sacerdote profeso de 27 años. El 14 de marzo de 1936 había escrito a su hermano que no tenía miedo (tras la toma del poder de los revolucionarios del Frente Popular tras las elecciones del 16 de febrero) y a su madre manifestaría su confianza en la Providencia en carta del 17 de julio:
No le espanten los acontecimientos que pasan; todo está sujeto a la Providencia divina, y Dios que tiene cuidado de los pajarillos y de los lirios del campo, como dijo nuestro Señor mucho mayor lo tiene de los cristianos que son sus hijos. Yo estoy sumamente tranquilo estamos en manos de los Superiores vigilantes; hasta ahora han sabido librarnos de todo a pesar de haber corrido serios peligros. Claro que hemos de rogar para que las almas y la Iglesia Católica no sufra menoscabo en circunstancias tan acerbas; la Iglesia como Jesús no puede morir. En nuestra Congregación hemos sufrido ya bastante sobre todo en la parte sur de la Península, habiendo tenido que levantar varias casas y Colegios. En la Provincia de Cataluña a la que pertenezco sólo hemos tenido que lamentar el levantamiento de dos: las de Játiva y Requena en Valencia. Pero podría ser que siguieran otras si las circunstancias no cambian.
Al ser expulsado de Cervera y no poder pasar de Torá, no quiso ir al Mas Claret, pero lo hizo por obediencia y no escapó para no abandonar a los enfermos:
Cuando casi todos escaparon de este refugio, se quedó generosamente para ayudar al P. Ribé, prefecto de postulantes, a distribuirlos por las casas. A los dos días, el 26, viendo el peligro, se refugió en la «Caseta de la Teula» donde ya había cuatro misioneros, los PP. Bona y Martija y los HH. Campo y Castillo. Al ver aquello, repetía que eso era el principio del fin. En este refugio estuvo dos días. Una noche mientras dormían en el bosque, llegó el P. Ribé, alarmado, diciendo que era preciso huir enseguida porque registraban los bosques en busca de los misioneros de Cervera. El P. Ribé les propuso ir a Vic. Aquella misma noche, del 28 al 29, salieron hacia Calaf. Para no llamar la atención se dividieron en dos grupos a poca distancia unos de otros. El primer grupo formado por los PP. Ribé y Leache y el H. Campo no llegó a destino, o sea a Calaf. No se sabe lo que ocurrió, pues al Mas Claret llegaron el 2 de agosto por la mañana.
El P. Leache no quería ir de ninguna manera al Mas Claret, porque era una ratonera pues todo su empeño era ir a Aragón, pero allí terminó por decisión del que por orden de Comunidad era el superior circunstancial del grupo, el P. Ribé. Y aquí se le suscitó la vocación al martirio. Pudo intentar la huida, pero no quiso abandonara muerte seguro a los enfermos que no podías moverse bien. Un acto de caridad heroica.
El P. Leache animaba a todos al martirio y por su iniciativa, se celebraba la misa desde últimos de septiembre, aun contra las protestas de algunos, que lo interpretaban como un desafío al Comité. Les decía:
«Si nos matan por fascistas, maldita la gracia que nos hacen; pero morir por decir Misa y ser religioso, eso es martirio».
«Si es que vamos juntos al martirio, caso de que yo no me acordase, por la impresión del momento, de darles la absolución, recuérdenmelo».
El día 19 de octubre de 1936 por la tarde fue fusilado en la finca del Mas Claret, después quemado su cadáver y enterrados sus restos allí mismo.
Narciso Simón Sala, religioso profeso de 28 años y gerundense de Fornells, a diferencia de los que llegaron expulsados de Cervera, estaba desde 1936 en Mas Claret ocupándose de la finca:
Durante la revolución marxista y la incautación de la finca, uno del Comité de Cervera lo reconoció como empleado de un hotel de Barcelona. Desde entonces no dejó de importunarle para que dejara aquella vida, que el miliciano llamaba «tonta». Luego se añadieron las proposiciones de las milicianas, pero el Hermano se mantuvo firme en su decisión de seguir siendo religioso. El día 19 de octubre de 1936 a media tarde fue fusilado con los otros miembros de la comunidad en la finca.
Francisco Solá Peix, clérigo profeso de 36 años y gerundense de Sant Joan de les Abadesses, estaba en el Mas Claret desde el verano de 1935, reponiéndose de una enfermedad.
José Ribé Coma, sacerdote de 42 años y barcelonés de Olost, era prefecto de postulantes en Cervera y con ellos quedó bloqueado tratando de ir a Solsona:
El día 23 por la tarde, muchos del grupo de los desalojados fueron a refugiarse al Mas Claret mientras él tenía que pensar dónde colocar a los chicos no catalanes en las casas del pueblo. Se quedó el P. Leache para ayudarle.
A los cuatro días apareció por el bosque de la «Caseta de Teula» donde estaban refugiados cinco misioneros, que por sus indicaciones partieron esa misma noche, 28 al 29, en dirección a Vic. Hicieron dos grupos, que marchaban a cierta distancia para no suscitar sospechas. Con el P. Ribé iban el P. Leache y el H. Campo, que no llegaron a Calaf, su primera etapa. No se sabe lo que ocurrió, pero estos llegaron al Mas Claret el 2 de agosto por la mañana.
Entre ellos estaba el P. José Ribé. Mientras otros marcharon con distinta suerte, el P. Ribé permaneció hasta su muerte.
La vida en el Mas tuvo dos fases bien distintas. Hasta el 15 de agosto no les molestaron mucho si bien estaban como obreros de los milicianos en su propia finca. Así lo resume este breve testimonio. Un día de agosto, la señora Ángela Ubach Ortiz de Torre Timó, colindante con el Mas Claret, vió que los Padres iban con azada al hombro. Se acercó al primero, que era el P. Ribé y le dijo: Padre, márchense, porque pasan tantas cosas…
El Padre respondió:
Angelita, piensa que se portan muy bien con nosotros. No nos falta nada. Todo lo que pedimos nos lo dan.
Ojalá sea así, respondió Angelita y se marchó por temor a que llegara algún coche.
La segunda fase comenzó el día 15 por la noche con las amenazas del Comité y la visitas de las mujeres.
El P. Ribé exhortaba a todos a que estuvieran bien preparados para morir en cualquier hora y a que se comportaran bien con los del Comité a fin de que no tuvieran el más mínimo motivo de queja.
Fue fusilado al atardecer del día 19 de octubre y después quemado su cadáver.
José Ferrer Escolà, religioso profeso de 58 años y leridano de Alsamora, también estaba por enfermedad en Mas Claret desde antes de estallar la guerra:
El H. Ferrer fue muy probado en la virtud de la castidad, pues los milicianos estaban empeñados en hacerle juntar con la criada del presidente del Comité (de Cervera), porque era el que más contacto tenía con ellos al ser encargado de atenderles en sus peticiones. A las insistencias de los milicianos se añadían las solicitaciones de la misma fulana, que le decía que podían vivir juntos muy felices y otras lindezas semejantes.
El H. Ferrer salió victorioso de todas estas tentaciones que fueron muchas y durante mucho tiempo.
Pedro Vives Coll, religioso profeso de 58 años y barcelonés de Pallejá, misionero en Fernando Poó desde 1908 a 1918, trabajó después en la casa generalicia en Madrid y tras pasar el verano de 1935 descansando en Mas Claret, repetía en 1936 y allí le sorprendió la revolución y el martirio.
Manuel Font Font, sacerdote de 58 años y leridano de Torrebeses, estuvo en Fernando Poó de 1904 a 1905, enfermando de fiebres y adquiriendo posteriormente enfermedades mentales que le imposibilitaron el trabajo, por lo que estaba en Mas Claret retirado.
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