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Recordar la unidad de la persona (Enric Barrull)

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Conviene recordar la unidad de la persona y de su vida porque hoy es frecuente encontrarse con algunas que no se reconocen con el mismo ser en las diferentes etapas y situaciones de la vida. Son como “seres a piezas”, con distintas personalidades que no se comunican entre sí.

Un ejemplo: de lunes a viernes son serviciales y generosas; en cambio, de sábado a domingo son egoicos (se sienten molestas si se les pide un favor o una ayuda): “no quiero que nadie me complique el fin de semana”.

¿Cuál es el mejor lugar para cultivar la vertiente social de la persona? Sin duda, la familia, la comunidad familiar. En ella se da la convivencia más intensa y continuada. Además, la familia es una sociedad en miniatura y una célula de la gran sociedad. Si queremos regenerar la sociedad, haciéndola más humana y habitable, el mejor procedimiento es regenerar, una a una, las células que integran el tejido social, es decir, las familias.

En la familia se debe y  se puede preparar a los hijos no sólo para la adaptación social, sino también para el protagonismo social. En una sociedad materialista procede también ejercer una sana inadaptación social: cuando el ambiente se degrada a causa del permisivismo moral, no procede adaptarse pasivamente, sino rebelarse. Frente a la paleolítica cultura de la muerte hay que promover la cultura de la vida; y frente a la fiebre del consumismo hay que responder con la rebeldía de la sobriedad y la templanza.

 

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