Al mismo tiempo que arrancaba la gran fiesta mundial de la fe en Centroamérica, la JMJ de Panamá, la actualidad venía marcada por el éxodo de jóvenes de esta región que, ante la violencia en sus barrios o la ausencia de alternativas de futuro, se ven obligados a emigrar.
El Papa Francisco tuvo muy presente los problemas de la juventud centroamericana en sus primeros discursos, y animó a los obispos a salir a la calle a buscar a estos chicos antes que sea “la cultura de la muerte” la que los encuentre. El modelo que insistentemente les propuso el Papa es Oscar Romero, un santo que refleja el ideal del pastor entre su pueblo, dispuesto incluso a dar la vida por el rebaño.