“¿Soy tonto? ¿Sirve de algo ser bueno?”, te preguntas muchas veces. “¡Todos van vomitando pullas, y son ellos los que ganan! ¿No debería hacer yo lo mismo para ganar, también? ¿No estoy quedando ante todos como un cenutrio?”, te machacas aún. Y tras la tormenta, si soplas un poco o dejas a Dios soplar, el cielo se descubre, y viene la calma. El sol brilla como lucero del alba en pleno mediodía.
Antes que nada, empecemos por el principio, saquemos la chuleta para copiar en el examen: y la chuleta dice que la manera que tiene la Naturaleza para crear es la disrupción programada. Ese cambio profundo que rompe más o menos sutilmente con el orden que parecía caótico, y si lo estudiamos con detenimiento observamos que es un orden establecido, que la Naturaleza no es caos, sino re-creación, y si me apuras, co-creación en la cual tú colaboras con el Creador mismo.
Esa creación se recrea como por arte de birlibirloque de manera sabia y creativa, de ninguna manera destructiva. En todo caso, donde parece que hay destrucción, como en una hoguera, esa aparente aniquilación genera fuego que calienta y ceniza que regenera. ¿No has observado nunca que el campo arrasado por el fuego revive por sí solo como por magia? ¡Verdaderamente está ahí la raíz de la vida! Y eso, aunque la desolación sea evidente. Bajo tierra está –escondida y contenida– la vida que da vida. La auténtica Vida.
¿No es cierto que cuando actúas mal, a continuación sientes el gusanito que te hace cosquillas? “¡Te mataré!”, “¡Me vengaré!”, “¡Te arrasaré!”. Y matas. Y te vengas. Y arrasas. Y a continuación, el gusanito. Es la manera que tiene la conciencia (tu raíz) de hacerte recapacitar. La disrupción. Eso sí, la posible co-creación subsiguiente no será tal sin tu beneplácito. Eres tú quien decide, tú quien determina por dónde vas a seguir caminando: hacia delante o hacia atrás, a este u oeste. Destruir por destruir, con el espejismo de creerte dominador… o revivir la esperanza en un mundo mejor, la suprema inspiración que te hace sentir que por ahí discurre la senda a seguir. Ése es el punto crítico. Tu elección. Tu propia libertad.
Podrás replicar, entonces: “¡Ah! Si de la muerte sale vida, me dedicaré a matar”. Y yo te advierto de que es una obnubilación; lo que el cristianismo llama “tentación”. Esa que llamabas “ganancia” es una alucinación que puede ser la perdición, tuya y de los listillos. Todos sabemos que de la muerte física solo queda bazofia; fuera mata, pero dentro, a uno mismo, también, porque somos cuerpo y espíritu. Lo que ocurre es que, como confirma el mismo cristianismo, hablamos de la realidad de que tras la muerte permanece el alma, que es la raíz del Árbol de la Vida. Habrás matado, sí: te habrás liberado de tu mala ansia dinamitadora, sí: pero tu alma sentirá el peso de la culpa (el gusanito), y con ella recibirá el precio de tu obra. Según tu obra sea mala o sea buena, así será tu Vida. Aquí, pero sobre todo “Allí”.
Así que no hay duda. Es el camino. Dios está aquí y Allí: pero Dios es Vida, y por tanto solo lo verás si te abres a esa Vida. No te dejes engañar por falsos resplandores de humos de hierbajos vulgares que pretenderán confundir tu visión para llevarte a la hoguera infernal. Porque –no lo olvides–, en definitiva, según hayan sido tus obras aquí, en esta vida mortal, Allí gozarás tu Cielo… o gritarás tu Infierno. Y eso será ya eternamente, porque has sido creado para la eternidad. Es por justicia, no por venganza. Dios no solo castiga los pecados, sino que te ayuda purificándolos con tu buena actitud ante Él y la vida y los hermanos. Esa purificación te dará el boleto de entrada a una vida sin fin… o no tendrás más opción que caer al delirio eterno. Entonces sabrás –sabremos todos– quién es el tonto.
La Naturaleza no es caos, sino re-creación, y si me apuras, co-creación en la cual tú colaboras con el Creador mismo Share on X