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¡Toma y daca!

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Todo es un pon y quita, y en eso se basa (parece) la actitud de muchos, como si el poner y el quitar fuera lo mismo, porque lo que se da y se quita se da y se quita con el papel de váter, tanto en la política como en el sexo y en la cultura, la pareja… o los hijos o las hijas (eso, quien tiene el lujo de tenerlos o quien los quiere): “¡Qué más me da, si me da!”. Y eso es así, porque, como en la alimentación, hoy todo se limita a un proceso fisiológico, como cuando, de vez en cuando, vamos al baño (quien tiene la suerte de tenerlo).

¿Alguien recuerda que antaño, sin ir muy lejos en el tiempo, cuando se ponía o se quitaba algo era por un motivo razonable y razonado? ¡Hemos llegado (¡y la que nos espera!) a meter y quitar a destajo, solo a golpes de cañón! Es el “quita y pon” de turno. Por eso nos encontramos con el principal escollo contra el que será más difícil lidiar en la “nueva realidad” que nos venden, que es la volatilidad de las emociones, puesto que con la avalancha de estímulos que sufrimos, a todos nos sobran: estamos irascibles. Y será difícil lidiar con él, ciertamente, porque, como hemos dicho, las emociones son volátiles y apañables según el tiempo que hace y el momento que sufrimos. Así que ¡la que te rondaré, morena!

Repitámoslo concretando, que nunca estará de menos: el popurrí de las emociones se digiere con una sibilina descomposición con factores variables como el viento, y en la actualidad ese maldito viento no solo no amaina sino que arrecia… por todos lados gira que te gira que es un primor. Es por este motivo que las relaciones interpersonales (¡y no digamos las públicas!) actuales son más una abrasión a fuego lento que la estimulante suavidad de la fresca brisa matutina que antaño refrescaba el entorno. Ahora, ¡traga huracán! (cuestiones del cambio climático, que le vamos a hacer). ¡Toma y daca! …Y no tienes tiempo ni de aspirar una bocanada de aire, que por lo demás está ardiente y cáustico a destajo, que ya te obligan a toser. ¡Ese aire infernal! (¿Alguien recuerda cuando en otros tiempos se podía respirar a hondura tras un trabajo bien hecho? ¡Ahora no hay ni aire ni trabajo!).

Los tiempos han cambiado, y con el capricho de las benditas (¿lo son hoy?) emociones, se adoban los recuerdos con premeditación y alevosía, olvidando obligaciones y favores, sin que importe ya el si se da o se quita. Ni en la cama ni en la vida. ¿Por qué? ¡Evidente mi querida! Porque la emoción no busca la razón, sino el ton ni son. Y eso, si se llega al dar, es así no por caridad o amabilidad, sino por un puro interés táctico. ¿Llegaremos a tiempo de cazar al vuelo (cuando pase, si es que pasa por nuestras narices) la idoneidad, no visceral, sino racional, de la Verdad? ¿O es que ya no nos cabe en la mollera?

Nota: La palabra popurrí viene del francés, que a su vez es un calco de “olla podrida”.

La emoción no busca la razón, sino el ton ni son. Y eso, si se llega al dar, es así no por caridad o amabilidad, sino por un puro interés táctico Clic para tuitear

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