La propaganda tiene un fin más o menos claro: cambiar los modos de pensar o de actuar de la gente.
Entre los métodos que usa la propaganda, uno consiste en repetir una y otra vez ciertas frases que producen un efecto más o menos agradable y son fáciles de aprender.
Ese método, sin embargo, corre el riesgo de provocar desgaste, de acostumbrar a la gente a oír siempre lo mismo. En ocasiones, genera reacciones hostiles.
La repetición martilleante del mismo slogan, de la misma frase más o menos ingeniosa, se convierte en un abuso que puede incluso lograr lo contrario de lo que se deseaba.
A pesar de que el peligro es fácilmente identificable, sorprende ver cómo en ámbitos de la política, de los medios de comunicación, de ciertos grupos de presión, incluso entre las religiones, se repiten frases como si fueran un mantra.
Esas frases, con el pasar del tiempo, quedan desprovistas de brillo. En muchos, generan desconfianza, sobre todo cuando la gente constata que quienes las usan luego actúan en contra de sus mismos slogans.
Por desgracia, frases elaboradas por la propaganda que contienen errores, manipulaciones, incluso mentiras, dañan a no pocos incautos que sucumban ante las simplificaciones.
En cambio, la propaganda fracasa cuando se dirige a poblaciones con amplia cultura y sentido crítico. Como también fracasa entre gente sencilla, que sabe defenderse ante presiones molestas y martilleos abusivos de los propagandistas.
El siglo XX ha visto cómo la propaganda exaltó como paraíso a Estados comunistas criminales, o proclamó la llegada de un “Reich” milenario teñido de sangre de inocentes.
La maldad humana que provocó aquellas dictaduras inhumanas sigue en pie también hoy, y puede vestirse de ideales nobles, bajo los cuales se esconden intereses oscuros de quienes desean dominar el mundo y suprimir cualquier pensamiento autónomo y maduro.
Frente a los manipuladores de todos los tiempos, hará falta promover corazones valientes y mentes reflexivas, que superen el bombardeo continuo de propagandas engañosas, y que sepan enseñar a otros a reflexionar y vivir según verdades que valen para el mundo presente y para el Reino que nos espera tras la muerte.
La repetición martilleante del mismo slogan, de la misma frase más o menos ingeniosa, se convierte en un abuso que puede incluso lograr lo contrario de lo que se deseaba Share on X