La famosa obra de E.F. Schumacher Ā«Lo pequeƱo es hermosoĀ» (Ā«Small is Beautiful: A Study of Economics as if People MatteredĀ», publicada por primera vez en 1973) ofrece, en parte II, capĆtulo VI (El mayor recurso, la educación), un elenco de ideas que circulan y caracterizan lo que conocemos como Ā«mundo modernoĀ».
Schumacher reconocĆa que no estaba ofreciendo una lista completa. Se limitó a las que consideraba como Ā«ideas principalesĀ», las cuales estarĆan en conexión con el siglo XIX y dominarĆan (segĆŗn su opinión) en Ā«las mentes de las gentes educadasĀ».
ĀæCuĆ”les son esas ideas? La primera se refiere a la evolución, vista como un proceso que habrĆa permitido, de forma natural, el surgimiento de formas elevadas de vida desde formas mĆ”s bajas.
La segunda idea se refiere a la competencia (o competitividad), relacionada con las ideas de la selección natural y la supervivencia del mejor dotado, que explicarĆan Ā«el proceso natural y automĆ”tico de la evolución y el desarrolloĀ».
La tercera idea supone que las expresiones o conquistas consideradas como las mĆ”s elevadas de la humanidad (religión, arte, filosofĆa…) serĆan simplemente Ā«una superestructura erigida para disfrazar y promover los intereses económicos, siendo toda la historia de la humanidad la historia de la lucha de clasesĀ» (algo defendido abiertamente por Marx y sus seguidores).
La cuarta idea surge desde Freud, que interpreta las expresiones tĆpicas del ser humano como Ā«maquinaciones oscuras de una mente subconscienteĀ», y que pueden ser explicadas como el resultado de Ā«deseos incestuosos no satisfechos durante la niƱez y la temprana adolescenciaĀ».
La quinta idea consiste en el relativismo, «que niega el absoluto, disuelve todas las normas y patrones y conduce a una indeterminación total de la idea de la verdad sustituyéndola por el pragmatismo».
La sexta y última idea es el positivismo, «que establece que todo conocimiento puede obtenerse sólo a través de los métodos de las ciencias naturales y, por lo tanto, ningún conocimiento es genuino salvo que esté basado en hechos generalmente observables». Esta idea excluye cualquier conocimiento objetivo sobre significados y propósitos en el mundo.
DespuĆ©s de varias dĆ©cadas de la publicación del libro de Schumacher, sorprende constatar cómo esas ideas, en mayor o menor medida, siguen vigentes en no pocos pensadores de nuestro siglo XXI, y explican el hecho de la exclusión de la religión, de la metafĆsica y de la espiritualidad del alma en muchos Ć”mbitos culturales.
Se podrĆan seƱalar otros aspectos de nuestro tiempo, como ciertas reivindicaciones en función del respeto a los derechos individuales, orientadas a contentar a quienes tienen percepciones subjetivas sobre lo que son, sienten y desean hacer.
Schumacher, desde luego, no se limitó a una presentación de ideas dominantes en algunos ambientes, sino que quiso ofrecer caminos para acceder a un pensamiento autĆ©nticamente metafĆsico y una actitud de bĆŗsqueda de aquellas dimensiones que llevan a unificar los saberes mĆ”s allĆ” de la promoción de especializaciones excesivas.
En cierto sentido, Schumacher podrĆa estar bastante de acuerdo con numerosas propuestas de John Senior, un profesor enamorado de la cultura cristiana y de los estudios humanĆsticos, que a partir de su experiencia docente en Dallas publicó dos obras muy estimulantes: Ā«La muerte de la cultura cristianaĀ» (1977) y Ā«La restauración de la cultura cristianaĀ» (1983).
Los individuos y las sociedades no pueden vivir de ideas que los impulsan al materialismo, la disgregación, la pĆ©rdida del sentido profundo, la sustitución de la buena metafĆsica por metafĆsicas materialistas o nihilistas.
Al revés, los individuos y las sociedades podrÔn regenerarse solo cuando descubran que hay un centro, un sentido, y que todo tiene su origen en Dios y se dirige hacia Dios, el único que puede satisfacer las aspiraciones mÔs nobles de todo corazón humano.