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Los 10 daños que causa la pornografía

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La pornografía causas estragos. Diferentes estudios han demostrado que causan daño en el cerebro, daña las relaciones,que rompe familias y matrimonios y que incluso tiene un impacto en el planeta.

El catedrático de Filosofía del Derecho, Francisco J. Contreras Peláez, ha escrito un artículo titulado «Por qué un liberal debe combatir la pornografía» en el que desgrana los aspectos negativos de la pornografía y que se pueden condensar en los siguientes 10 puntos:

1. La ideología sexual es indiscutible y atemoriza

«La ubicuidad y uso masivo de la pornografía no suscita el debate público que debería. ¿Se acepta ya como parte del paisaje que más de la mitad de los jóvenes consuman pornografía de manera regular, que la educación sexual de los niños de diez u once años tenga lugar, no en el hogar ni en el colegio, sino en la sentina de vídeos porno fácilmente accesibles en Internet? ¿Que la adicción pornográfica de cada vez más adultos esté rompiendo muchas parejas? ¿Realmente estamos todos de acuerdo con eso?»

«Creo que ocurre más bien lo que señalara Robert P. George en su magnífico trabajo Making Children Moral [1]: “Cualquiera que tenga la osadía de cuestionar los dogmas de la ideología sexual progre asume el riesgo de ser tergiversado y menospreciado. […] [Los progres le estigmatizarán en términos parecidos a los que usó] el juez Douglas en el caso Ginsberg vs. New York [1968]: “Los censores, por supuesto, actúan movidos por sus propias neurosis”. Como George, también yo quiero desvelar aquí mis “neurosis”.»

2. La pornografía es inmoral

«La pornografía es inmoral (atención, eso no es todavía decir que debería estar prohibida o seriamente restringida en su acceso, pues no todo lo inmoral es susceptible de ilegalización). Es inmoral porque implica la cosificación, deshumanización, mercantilización y pública exhibición de algo que debería ser personal, humanizado e íntimo, como el sexo. La pornografía es degradante tanto para sus protagonistas como para sus usuarios: unos realizan actos sexuales con desconocidos por dinero, ofreciendo su coyunda como producto de consumo a millones de mirones; los otros buscan la excitación mediante la contemplación de la intimidad sexual de desconocidos: es la perversión del voyeur

3. El deseo sexual eleva o degrada a la persona

«El deseo sexual es una pasión intensa, una energía muy poderosa que puede servir tanto para la realización de la persona como para su degradación e infelicidad, según como sea encauzada. Desde la antigüedad –ya saben, Platón, Aristóteles, Cicerón y otros fascistas- se entendió la vida moral como un combate entre la razón y las pasiones, y se atribuyó especial relevancia a la virtud de la templanza, que consiste precisamente en el control sensato de éstas (siendo la sexual la más potente de ellas). “La sexualidad –escribe el filósofo John Finnis- es una fuerza poderosa que solo con alguna dificultad, y siempre precariamente, se deja integrar con otros aspectos de la personalidad y el bienestar humano, de forma que enriquezca –en lugar de destruir- el amor duradero de una pareja y el cuidado de los hijos, por ejemplo”.»

«La clave de una sexualidad moral es, pues, la integración del deseo en una relación amorosa integral, de forma que el señor Smith desee a la señora Smith y viceversa, no en tanto que mero ejemplar del sexo opuesto (intercambiable por cualquier otro), sino precisamente por ser el individuo que es. Ahora bien, la pornografía nos ofrece exactamente lo contrario: una visión despersonalizada del sexo. El compañero sexual –o los actores porno que procuran al espectador voyeur una excitación vicario-onanista- son tratados como objetos sin rostro. Harry M. Clor (Public Morality and Liberal Society, p. 190) lo explicó muy bien: “La sexualidad que presenta y a la que invita [la pornografía] está totalmente deshumanizada; la pasión a la que apela es el deseo de la posesión del cuerpo de alguien sin interés alguno por la individualidad de la persona a la que pertenece ese cuerpo. […] [La pornografía implica] una “cosificación” de la experiencia erótica, y de la mujer en particular” «.

4. La defensa libertaria de la pornografía

«La defensa libertaria de la pornografía suele apelar al “principio del daño” de John Stuart Mill, expuesto en su obra On Liberty [Sobre la libertad] (1859): “La única razón por la que se puede ejercer el poder legítimamente contra un miembro de una comunidad civilizada en contra de su voluntad es la prevención del daño a otros. Su propio bien, sea físico o moral, no es justificación suficiente. No puede ser legítimamente obligado a hacer o abstenerse de hacer algo simplemente porque, en opinión de otros, actuar así sería sensato o correcto. Esas pueden ser buenas razones para sermonearle, o para razonarle, o convencerle, pero no para obligarle. […] La única parte de su conducta por la que responde ante la sociedad es la que concierne a otros. En la parte que le concierne solo a él, su independencia es, de derecho, absoluta”.»

«He citado con alguna extensión las palabras de Mill –sagradas para los libertarios- porque claramente dejan ventanas abiertas a la restricción de la  pornografía. El pornógrafo que produce vídeos sexuales, los sube a Internet o los vende, no está protegido de la interferencia legal-estatal por el principio de Mill, pues su actividad afecta a terceros: los niños cuya inocencia será corrompida por la visión de esas escenas; los maridos que perderán interés en sus esposas cuando se vuelvan adictos al porno, etc. Por otra parte, Mill admite que, aunque no coaccionado legalmente a cesar en su vicio, el individuo sí puede ser “sermoneado, razonado, convencido”. Desde los presupuestos liberales de Mill resultaría perfectamente admisible una campaña estatal de concienciación sobre los peligros del porno, similar a las que advierten sobre los del tabaco o el alcohol. Liberales progresistas como el propio Dworkin o Joel Feinberg (Offense to Others, 1985) dejaban esa puerta abierta en los 80 [8]. Hoy, proponer una campaña pública de concienciación anti-porno le hace aparecer a uno como un nacional-católico pacato. El progre de hace 30 años es el reaccionario de hoy. Nuestra sociedad progresa a velocidad supersónica.»

5. La pornografía, plaga social

«En realidad, la pornografía se ha convertido en una plaga social: resultaría muy aconsejable la intervención del Estado para frenar su expansión (que esa intervención consista en prohibición directa de la pornografía, en restricciones serias a su accesibilidad que garanticen que los contenidos porno no se cruzarán en el camino de quien no desea –o no debe, por su edad- tener contacto con ellos, y/o en campañas de concienciación pública sobre sus peligros, es algo que dependerá de consideraciones prudenciales en las que no vamos a profundizar aquí).»

6. Daña a la sociedad

«La pornografía está dañando cada vez más a nuestra sociedad. En EE.UU., la edad promedio de iniciación al consumo de pornografía son los once años; el 92% de los chicos y el 63% de las chicas admiten usar la pornografía en la adolescencia. El 46% de los hombres adultos admiten usarla regularmenteEn España, el informe de Ayala López y García habla de un 46% de chicos entre 14 y 17 años que la usan habitualmente. El 37% de los varones en esa franja de edad admite visitar contenidos porno una vez por semana, y el 14% a diario. El 30% reconocen estar enganchados. Parecen fundadas, pues, las palabras del psiquiatra Enrique Rojas: “Hoy, para muchos, la educación sexual la hace la pornografía. […] Millones de adolescentes atrapados en esto desde los 12-14 años, sin que sus padres se enteren, lo que cambia su visión de la mujer, de la sexualidad y del amor”.»

7. Genera adicción

«La pornografía, por tanto, genera adicción: “Pertenezco a una generación en la que nadie nos ha dicho que el porno es malo, al contrario: la sociedad te anima, te dice que sirve para pasarlo bien, evadirte o liberar estrés, y que es muy difícil perder el control”, se lamenta un adicto español de 34 años. “Lo que nadie te cuenta es que la pornografía te atrapa igual que una droga, porque está pensada justo para eso”. Hoy son conocidos incluso los mecanismos neuronales que explican la adicción: “El porno y otras adicciones comportamentales, como la ludopatía, no introducen [a diferencia de las drogas] sustancias en el cuerpo que no estuvieran ya allí. Pero estas conductas desencadenan procesos en el cerebro que se parecen asombrosamente a los que produce la adicción a sustancias. Secuestran las “autopistas de gratificación” del cerebro. […] Cuando la imagen pornográfica llega al cerebro, estimula al centro de gratificación, que comenzará a bombear dopamina, la cual disparará una cascada de emisiones químicas, incluida una proteína llamada DeltaFosB”.»

8. Despersonaliza las relaciones

«Además de la adicción, el uso de la pornografía genera otros efectos indeseables como la despersonalización de las relaciones (pues el sujeto tiende a imitar el “sexo de usar y tirar” que ve en la pantalla), la extensión de parafilias y prácticas sexuales de riesgo, la ruptura de matrimonios… Paradójicamente, la adicción al porno llega a producir también impotencia sexual, pues el estímulo generado por la pareja de carne y hueso no puede competir con el que llega desde la performance virtual. En EE.UU. se han detectado récords históricos de disfunción eréctil en hombres jóvenes, con rangos que varían entre el 14% y el 37% según los diversos estudios (el Informe Kinsey, en los años 40, mostraba una incidencia del 2%). Como se ha producido una mejora en otros factores que pueden generar disfunción sexual (alimentación, tabaco, etc.), la explicación parece estar relacionada con el uso masivo del sexo virtual, que termina generando apatía hacia el sexo real.»

9. La fantasía pornográfica provoca inestabilidad sentimental

«En otros casos, sin embargo, se produce el intento de llevar a la vida real la fantasía pornográfica, con un resultado de promiscuidad e inestabilidad sentimental. Añádase a ello el hecho de que, en un porcentaje no despreciable de usuarios del porno, se cae en una espiral de búsqueda de contenidos cada vez más fuertes (de la misma forma que el drogadicto necesita dosis cada vez mayores de su sustancia para alcanzar el mismo nivel de gratificación). Es este el mecanismo que podría explicar la asociación entre consumo de pornografía y violencia sexual, sostenida por muchos estudios.»

10. Genera violencia

«El nexo pornografía-violencia es el punto en el que a los defensores de la pornografía se les encienden las alarmas, y acuden en tromba –lo pude comprobar hace unos días en Twitter- a descalificar como “poco científico” cualquier estudio que parezca acreditarlo. Como bien saben, un estudio absolutamente riguroso resulta casi imposible: habría que seleccionar una muestra de mil personas que hayan consumido porno desde la adolescencia, compararla con un grupo de control de otras mil que no lo consuman, y monitorizarles durante varias décadas para cotejar los índices respectivos de delincuencia sexual. Hay decenas de estudios, sin embargo, que apuntan con suficiente rigor la plausibilidad de la conclusión según la cual el consumo frecuente de pornografía incrementa la probabilidad de cometer agresiones sexuales (lo cual no implica que todos, o siquiera la mayoría, de consumidores de porno vayan a llegar a eso): por ejemplo, “Pornography Use and Sexual Agression”, de Kingston, Federoff y Curry, que acredita un índice mayor de reincidencia en los pedófilos usuarios de porno. O el meta-análisis de Malamuth, Addison y Koss, que afirma “la existencia de asociaciones verosímiles entre el uso frecuente de pornografía y las conductas sexuales agresivas”. O el informe del State Police Department de Michigan que aseguraba que un 41% de los delitos sexuales investigados habían sido precedidos por el “uso o imitación” de la pornografía. O los datos del FBI que hablan de la presencia de material pornográfico en hasta un 80% de los delitos sexuales (bien en el lugar del crimen, bien en el domicilio del agresor). O el estudio del doctor Victor Cline “Pornography’s Effects on Adults and Children”, que documenta cómo los adictos al porno necesitan materiales cada vez más extremos, y cómo algunos terminan poniendo en práctica lo que ven, incluida la violencia (hay vídeos porno que simulan violaciones y hasta asesinatos).»

 

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