Procura atenerte a un plan de vida, con constancia. ¡Cuánto orden y paz puede traer a nuestra alma un sencillo plan de vida bien vivido y ofrecido a Dios!
San Josemaría Escrivá lo decía con claridad: “Hay monotonía porque falta Amor.” (Camino, 77). Lo que de primeras puede parecer repetitivo, para un corazón enamorado es ocasión constante de encuentro con el Amado. Como los esposos que se dicen “te quiero” cada día porque el amor lo pide.
¿Qué es un plan de vida?
No se trata de una lista rígida de tareas religiosas. Más bien, es un itinerario espiritual, flexible y realista, que te ayuda a mantenerte unido a Dios en medio del mundo: en el trabajo, en la familia, en la vida social.
Como un guante que se adapta a tu mano, debe adecuarse a tu situación concreta y ayudarte a crecer en santidad desde lo ordinario.
¿Cómo puede ser tu plan de vida?
Aquí tienes una propuesta sencilla, para vivir cada día con más hondura y sentido:
🔹 Oración mental (5-10 min)
Un momento de silencio para hablar con Dios, al comenzar el día o en cualquier momento de calma.
🔹 Misa diaria (si es posible) y Comunión frecuente
Es el corazón de la vida cristiana. Cristo se te da cada día como alimento y fuerza.
🔹 Confesión regular
No esperes a cometer un pecado grave. La confesión frecuente purifica tu alma y te llena de gracia.
🔹 Visita a Jesús en el Sagrario
Un momento de encuentro real, directo, con Cristo vivo en la Eucaristía.
🔹 Rezo del Rosario
Contemplar la vida de Jesús con los ojos y el corazón de María transforma la jornada.
🔹 Jaculatorias, actos de amor y comuniones espirituales
Pequeñas oraciones que surgen al vivir: al subir al autobús, al iniciar una tarea, al ver una iglesia… ¡Todo puede convertirse en oración!
¿Y si me falta constancia?
Es normal. El secreto no está en hacer mucho, sino en hacer lo posible con fidelidad, incluso sin ganas. Un día te saldrá redondo, otro será más torpe, pero lo importante es no soltar la cuerda. Perseverar es amar.
La constancia se entrena. Y cada esfuerzo, por pequeño que sea, Dios lo valora infinitamente más de lo que imaginas.
¿Por qué vale la pena?
Porque este estilo de vida te libera. Te ancla a lo esencial y te da dirección. Te ayuda a vivir con más amor, más presencia de Dios y más alegría verdadera. Como decía san Josemaría, la oración continua brotará sola, y vivirás con un corazón encendido incluso mientras contestas correos o cambias un pañal.
¿Por dónde empezar?
Empieza por algo muy pequeño pero muy firme. Un compromiso diario sencillo que puedas cumplir con fidelidad. Y, si lo deseas, habla con un director espiritual que te oriente en el camino.
Un buen plan de vida es camino de libertad interior, de unión con Dios en medio de lo cotidiano. No esperes a tener más tiempo o más fuerzas. Empieza hoy. Como estás. Y verás cómo Dios hace maravillas con tu generosidad.
¡Vale la pena vivir así!






