fbpx

Giorgio Frassati: el joven que se atrevió a vivir de verdad

Iglesia

COMPARTIR EN REDES

Los santos no suelen tener pinta de santos. Ni aureolas, ni rayos, ni esa seriedad de estampita. A veces tienen barba desordenada, otras veces botas embarradas, casi siempre una sonrisa en los labios. Y a veces —pocas, pero gloriosas— son jóvenes. Tan jóvenes que uno se pregunta cómo tuvieron tiempo para tanta grandeza.

Pier Giorgio Frassati fue uno de esos. Un chico de Turín con la agenda llena: montañas, rosarios, amigos, huelgas, adoración nocturna, política, escapadas al campo, visitas al hospital.

Si lo hubieras conocido, tal vez te habría invitado a subir a la montaña con él. Y en mitad del ascenso, entre una broma y otra, te habría soltado: “Vamos, hacia lo alto”. Y no lo decía por superación bonita. Lo decía con todo el cuerpo y con toda el alma: Dios como meta, la vida eterna.

No tenía una vida ordenada en el sentido convencional. La tenía ordenada al revés: primero Dios, después los pobres, luego lo demás.

No perdía el tiempo calculando cuánto bien podía hacer. Lo hacía, y punto.

Sin ruido. Si un obrero necesitaba medicinas, ahí estaba. Si un amigo se desorientaba, ahí iba Giorgio con su fe sencilla pero contundente.

Estudió ingeniería y ayudo a los mineros. Se metió en política para luchar contra las injusticias sociales. Rezaba y amaba sin aspavientos, comulgaba a diario. Giorgio vivía rápido —no en el sentido superficial—, vivía rápido porque amaba a fondo perdido. Y como todos los que aman así, se fue pronto.

Con 24 años, la poliomielitis lo arrastró en una semana. Se la había pegado visitando a un enfermo. A su entierro no fueron ministros ni obispos, fueron los pobres. Decenas, cientos, todos esos a los que Giorgio había amado en voz baja. Lo más sorprendente es que su familia no sabía quiénes eran. Pero ellos sí sabían quién era Giorgio.

Y hoy la Iglesia lo ha canonizado: este joven fue un relámpago. Un testigo que dice a todos los jóvenes: “¡Vivid de verdad!”

No hace falta ser monje ni mártir para ser danto. Basta con dejar de vivir en modo ahorro. Giorgio vivía cada instante en modo donación.

A ti, que sueñas con una vida grande, él te gritaría lo mismo: no vivas en línea recta. No esperes a estar listo. Gasta la vida por algo que no muera con el tiempo, atrévete. Como Giorgio Frassati, apunta alto. Siempre: «Verso l’alto».

¿Te ha gustado el artículo?

Ayúdanos con 1€ para seguir haciendo noticias como esta

Donar 1€
NOTICIAS RELACIONADAS

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.