El Padre Ángel Ayala, SJ —formador de generaciones enteras de seglares y consagrados— dejó en su obra Formación para selectos un criterio simple, contundente y atemporal: toda institución católica se conoce por sus frutos, su valentía y su capacidad de sacrificio.
No por sus discursos.
No por sus buenas intenciones.
No por su imagen pública.
Ayala recoge seis señales objetivas para discernir si una obra “vale” —es fecunda, católica y eficaz— o si “no vale”, es decir, si ha perdido el nervio evangélico que da vida a las verdaderas instituciones de la Iglesia.
Aquí están, explicadas de manera clara y aplicables hoy a cualquier asociación, movimiento, apostolado, fundación o proyecto educativo.
1. “Por sus frutos los conoceréis”
El primer criterio es el más evidente y el más evangélico:
si la institución produce obras buenas, vale; si no las produce, no vale.
Obras buenas significa:
- evangelización real,
- formación de personas,
- presencia pública que ilumina,
- caridad concreta,
- defensa de la verdad,
- transformación del entorno.
Una institución que habla mucho pero hace poco… no vale.
2. Si los enemigos de la Iglesia la combaten, vale
Ayala es explícito:
“Si los enemigos de la Iglesia miran a una asociación con indiferencia, no vale. Si la combaten, vale.”
El cristiano no busca el conflicto, pero la fidelidad a Cristo provoca resistencia.
Jesús lo dejó claro: “Si a mí me han perseguido, a vosotros también os perseguirán.”
Las instituciones tibias pasan desapercibidas.
Las fieles incomodan.
Una institución que nunca recibe ataques, que nunca molesta al poder cultural dominante, que nunca sufre oposición… probablemente no vale.
3. Si despierta entusiasmo en los católicos militantes, vale
Ayala no habla de aplausos fáciles, sino de entusiasmo espiritual: ese impulso interior que sienten los fieles cuando ven una obra auténtica, viva, ardiente.
Si una institución suscita apatía, si deja fría a la gente de fe, si nadie se alegra con sus iniciativas… no vale.
Si levanta adhesiones sinceras, vocaciones, entrega, colaboración y alegría… vale.
4. Si defiende la verdad con valentía, vale
Criterio duro y clarísimo:
Si la institución calla y no riñe con nadie, no vale.
Si habla alto y fuerte contra el error, vale.
Ayala sabía que la cobardía intelectual es una tentación permanente.
Cuando una institución teme perder prestigio, subvenciones o simpatías, tiende a suavizar la verdad.
Pero una institución que calla cuando debe hablar deja de ser católica en sentido pleno.
Vale solo la que defiende la verdad “a tiempo y a destiempo”, aunque eso cueste amistades, comodidades o reputación.
5. Si sufre contradicciones y molestias, vale
La comodidad y el prestigio son signos de esterilidad.
La cruz es signo de fecundidad.
Ayala lo formula sin rodeos:
“Si huye de las molestias y busca las comodidades, no vale.
Si sufre contradicciones y se enfrenta con quien puede perjudicarla, vale.”
Esta es una ley espiritual:
toda obra de Dios pasa por pruebas.
Toda obra humana vive tranquila.
Cuando una institución sufre, es señal de que está viva.
Cuando vive sin problemas, es que ha dejado de arriesgar.
6. Si solo habla, no vale. Si actúa, vale.
Aquí Ayala es especialmente práctico:
Si una institución se limita a rezar, reunirse, hablar, alabar lo bueno y callar lo malo, no vale.
Si actúa, organiza, influye, mueve la opinión y se mete en todas partes, vale.
Rezar es imprescindible, pero no suficiente.
Las instituciones que se refugian en la espiritualidad para evitar comprometerse con la realidad social pierden su misión.
Vale la institución que:
- organiza,
- interviene,
- forma opinión,
- influye en la vida pública,
- entra en los debates,
- está donde se juega el futuro cultural y moral de la sociedad.
La pasividad es esterilidad.
La acción es catolicidad viva.
Un examen para hoy
Los seis criterios son tan claros que cortan como un bisturí.
Son un chequeo inmediato para saber si una obra católica es fecunda o simplemente decorativa.
Vale si:
- da frutos,
- es combatida,
- entusiasma,
- defiende la verdad,
- sufre por Cristo,
- y actúa sin complejos.
No vale si:
- no produce nada,
- pasa desapercibida,
- genera indiferencia,
- calla ante el error,
- busca comodidad,
- y se limita a hablar sin mover nada.
Estas seis señales —sin biografía, sin contexto, sin adornos— siguen siendo hoy un examen implacable para cualquier institución católica.
Un examen que, bien usado, puede discernir dónde está el fuego… y dónde solo queda humo.






