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La institución eclesial, una voz silenciosa en tiempos críticos

Editorial

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Los cristianos tenemos una doble misión. La que se relaciona con nuestra salvación y la de los que nos rodean, y esto pasa por la evangelización, la proclamación de la buena nueva y el testimonio de nuestra palabra y acción. Hay, además, un segundo deber al lado del primero, que se dirige a todos, y que radica en la defensa y promoción de la ley  natural, que Dios ha dado a todo hombre, y que está a su alcance sea el que sea su confesión y conocimiento. Y esta segunda misión es la que corresponde al ámbito  moral.

La institución eclesial, con su organización, medios y jerarquía, tiene obviamente aquellas dos misiones. Hoy nos referimos a la segunda.

La sociedad española vive una grave crisis, tan considerable que nunca había sucedido desde la recuperación de la democracia. Es fruto de la cultura que se ha ido generalizado en la sociedad ante una pasividad excesiva del mundo católico, que comienza en las propias escuelas de este signo -no en todas- y alcanza hasta sus universidades -no todas-, instituto,, centros de estudio y medios de comunicación. Nunca tanto ha servido para tan poco, porque funciona más pendiente de la conformidad con la mundanidad que con la misión cristiana que la Iglesia encarna. En demasiadas ocasiones no hay ni siquiera conciencia de su importancia.

La otra gran responsabilidad de este estado crítico corresponde al gobierno.

Sin afán exhaustivo, dibujemos un perfil estilizado de urgencia:

1- Hace leyes que son contrarias, no ya al cristianismo, sino a la naturaleza. Se trata del aborto por deseo. El deseo se ha convertido en un eje principal (deseo matar al hijo engendrado, deseo suicidarme, deseo que me maten, deseo ser mujer en vez de hombre o viceversa, quiero ser ambas cosas simultáneamente, deseo practicar el sexo siempre que pueda, deseo ganar dinero sin importarme las consecuencias sobre los demás…). Es el epitome de la sociedad desvinculada.

2- Numerosas leyes, empezando por la de educación y terminando por la nueva ley sobre las “familias”, eliminan el derecho constitucional a la educación moral y religiosa de los propios hijos, la sujetan a la voluntad del Gobierno y recortan de tal manera la patria potestad, que convierte a los padres en unos seres sin otro derecho que el de alimentar y vestir a sus hijos. Esto es una vulneración muy grave que no está siendo denunciada por las voces cristianas con la constancia que la reiteración de las leyes reclama, ni con la fuerza de la gravedad de lo que se vulnera.

3- El alud de leyes gender fundamentadas en el deseo, y más concretamente en el deseo sexual, y la sistemática aplicación de todo este cuerpo ideológico que trastoca la antropología propia de la humanidad. Es una ruptura muy grave, cuyas consecuencias ya se están percibiendo ahora. Según datos del estudio nº 3339 de octubre del 2021 del Centro de Investigaciones Sociológicas, los jóvenes entre los 18 y los 24 años se declaran bisexuales en un 12,7% sobre todo las chicas, al mismo tiempo que se constata un crecimiento extraordinario de los adolescentes, también sobretodo chicas, que quieren cambiar de sexo.

4- Sin entrar en un análisis pormenorizado de las leyes, hay que señalar que desde el grave precedente de suspender la vida parlamentaria a causa de la COVID, y declarar de forma inconstitucional los estados de alarma, el Gobierno de Sánchez ha venido pervirtiendo la tramitación parlamentaria, hasta dejar sin sentido la función de esta institución fundamental. Lo hace básicamente a través de cuatro vías:

  • el abuso desmesurado del decreto ley,
  • el abuso desmesurado de la vía de urgencia,
  • la utilización de leyes en tramitación para modificar de esta manera, con un trámite mínimo de tres o cuatro días, aspectos tan importantes como pueden ser el Código Penal o las instituciones de la constitucionalidad,
  • la sustitución del proyecto de ley del Gobierno, por la propuesta de ley presentada por uno de los partidos del Gobierno, a fin de ahorrarse procedimientos de tramitación y de consulta a las instancias del Consejo de Estado y del Poder Judicial,

Todo esto define una adulteración grave de nuestra constitucionalidad y por consiguiente de nuestros derechos civiles y políticos como ciudadanos. La institución eclesial, en nombre de la doctrina social que dice predicar, no puede ser ciega ni sorda ante tanto desmán.

5- Finalmente, para terminar este breve esbozo, el atentado que se comete con las últimas modificaciones en relación a la Ley Orgánica del Poder Judicial y a la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, mediante las cuales persigue liquidar la democracia consensual que desde 1980 rige este ámbito, concretada la necesidad siempre de mayorías mínimas de 3/5, por la aplicación de una simple democracia de mayorías, que convierte aquellas instancias garantes de la independencia de los jueces, y del Tribunal, que es la última garantía de nuestros derechos fundamentales civiles y políticos, en simples apéndices del Poder Ejecutivo, que es el que controla la mayoría.

Ante todo esto, el criterio moral que surge del respeto a la ley natural, de la que la doctrina social de la Iglesia es en buena medida una concreción completa y magnifica, debe hacer oír su voz reiteradamente y por todos los medios a su alcance, porque no se trata de cumplir un ritual de una declaración para “cumplir”, sino de buscar la eficacia en los resultados. Esta falta de coherencia entre lo predicado y lo hecho a lo único que conduce es a la reducción y marginalidad del mundo católico.

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11 Comentarios. Dejar nuevo

  • José Herrera Valdés
    16 diciembre, 2022 12:47

    La jerarquía eclesiástica española esta, en líneas generales inservible, en Babia. No se recupera de la modorra de haber estado como religión oficial en el anterior, y ya muy añejísimo régimen, y teme ser acusada de añorante en este despiporre que le es tan hostil a ellos y a la Iglesia. Me tienen negro. Salvando a Reig Plá, Munilla, Cañizares, Argüello y muy pocos más, ni quieren problemas, ni tienen más vida que la que les imprimieron aquellos horribles seminarios de anchos muros y aislamiento quasi total, cuya formación se basaba en las aristotélicas de materia y forma. Están acobardados, evadidos muchos y encumbrados incluso al capelo cardenalicio aquellos que ni para simples párrocos reunen cualidades. Por mi parte pueden seguir luciendo mitra y ostentando báculo. Sus homilías parecen sacadas de la contemplación de su propio ombligo: Para ellos no existe la zarandeada vida pública. Cualquier seglar bien formado vale más que un haz de ellos.

    Responder
    • Chimo de Patraix
      16 diciembre, 2022 13:32

      No diga estupideces. No sabía que teniamos obispos de 120 ó 130 años. Los del «añejísimo regimen» que dice Vd. son lo que sobrevivieron como jovenes sacerdotes y católicos a la II República. Hoy como siempre, la Iglesia Católica es el baluarte de la recta razón y la auténtica libertad. En cambio, la «voz silenciosa» en los actuales tiempos críticos es la del sr. Bergoglio y su camarilla y la influencia amenazante que ejercen sobre los buenos obispos.

      Responder
  • Silveri Garrell (Blogger)
    16 diciembre, 2022 13:30

    Yo admiro al cardenal Rouco que se atrevió a proclamar que los separatismos dentro del Estado Español son inmorales. Si los obispos en sus homilías y documentos semanales se ven obligados por su cargo de nombrar pecados sociales, también el SEPARATISMO es un pecado muy gordo que lleva a las guerras. Salvador Dalí por ser un pintor ya era más avispado en moral que algunos obispos, sacó la cancioncilla: «l’amor a la terra porta a la guerra».

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  • José Herrera Valdés
    17 diciembre, 2022 22:52

    Lamento haber confundido al Sr. Chimo de Patraix al referirme al antiguo régimen. No me expliqué diáfanamente. Vamos a ver si lo consigo ahora: Se lo pongo con minúscula para aclarar. Sólo me refería al de Franco, que ya está también bién añejo. En lo demás no me retracto.Llevan, por lo menos, desde 1975 un gran retraso los muy babiecas. No se adelantan a los acontecimientos sino que son remolcados por ellos.Bien podía, cierta Eminencia, terminar sus inacabados deberes en Garabandal; otro pánfilo triunfalista, estudiar mejor lo que le pasan a firmar sus desapercibidos enemigos, sin creerse que por aprender euskera se meterá a la gente en el bolsillo. Le vino bién cierto abucheo para que se entere de lo que cuesta un peine. Por lo que respecta a ciertos evadidos en alta Historia y en Geografía extradiocesana, que, con el bolsillo roto, han multiplicado y despilfarrado las deudas de sus respectivas archi/diócesis, deberían preocuparse mucho más de la situación y del estado en el que se encuentran sus curas de toda edad, y menos de su autobombo. Ciertas cabezas arz/obispales andan sobradísimas de pájaros, como si únicamente tuvieran eso en España. Al contrario de Vd., creo, no obstante que el timón del Papado encapilla mucho mejor el temporal que lo hace, en general, nuestra, nada perita, prelacía en sus diócesis y en España entera.

    Responder
  • Vicente Miró Lo Politico.es
    18 diciembre, 2022 12:22

    La mediación se hace inevitable ante un desencuentro tan estrecho en una materia de tan grave importancia.

    Usted, Sr de Patraix, tiene toda la razón en señalar a Bergoglio como pieza clave en la desafección contemporánea de gran parte de la feligresía católica con la orientación que la iglesia ha experimentado en los últimos años. De eso no cabe duda. Pero sin embargo se equivoca en tanto que lo achaca a cierta «influencia amenazante» sobre los «buenos» obispos. No; la influencia de Bergoglio no es principal ni primariamente personal o particular sobre cada obispo, bueno o malo. Su influencia –y aquí sí que coincido con usted– es ciertamente «amenazante» y lo que amenaza peligrosamente es la misma estructura tradicional de la jerarquía eclesiástica mediante la dilución del peso individual de cada obispo dentro de ese oceánico sinodalismo en ciernes hacia el que ha encaminado todos los recursos de la curia.

    Ahora bien; en ese torticero programa, desfigurador de la índole de lo que hasta ahora ha sido la Iglesia Católica, Bergoglio no está solo. Sería un craso error histórico achacar al argentino la responsabilidad exclusiva del proceso de protestantinización a que se está sometiendo la Iglesia. En realidad lo que Bergoglio está llevando a cabo no es más que una fase del programa de paulatina supresión del peso individual de los obispos, característica secular de la Iglesia Católica, y su transmutación en un sistema colegiado-cameral propio del calvinismo, en particular del presbiterianismo.

    Ya en el documento Christus Dominus del Vaticano II se esbozó un giro hacia las «conferencias nacionales» cosa que Juan Pablo II materializó en 1982 incluyendo en el código canónigo la regulación de las mismas. Así pues, la anunciada «sinodalización» de la Iglesia no es sino la culminación de todo este proceso cuyo claro objetivo no es sino la quiebra de la tradición, tan católica, por la que los obispos fuertes se expresan desde cada confín de la Cristiandad con voz propia, muchas veces ejerciendo mayor predicamento e influencia que el propio papado (véase los casos de San Agustín, San Ambrosio, San Carlo Borromeo, etc., todos ellos obispos de mucho mayor peso doctrinal y pastoral en la iglesia que sus correspondientes papas).

    Por otro lado, usted Sr Herrera, acierta cuando critica a los obispos españoles por su inacción e inanidad pero se equivoca en dos cosas. Primero en dividirlos en «buenos» y «malos»; en realidad su culpa es tan colegiada como la institución a que han accedido a dar continuidad. Segundo en atribuirles arcaísmo franquista. ¿Es que usted no sabe que la jerarquía de la iglesia católica, tanto nacional como vaticana, tuvo una influencia decisiva en la pérdida del horizonte político durante los últimos años de vida de Franco y en el montaje del presente régimen sedicentemente democrático? ¿Es que no sabe que la iglesia tuvo influencia directa en la rehabilitación para la política de los partidos de criminal comportamiento que habían intentado destruirla durante la guerra civil? Repase la historia de esos años, por favor. Si me apura, vaya incluso antes de Franco, vaya a estudiar la figura de Herrera Oria y vea cómo fue tratado por la jerarquía de la iglesia tanto nacional como vaticana.

    Saludos cordiales y enhorabuena a la dirección de esta publicación por atreverse a abordar este espinoso tema, VM

    Responder
  • José Herrera Valdés
    20 diciembre, 2022 21:42

    La puntilla y descabello del exagerado clericalismo (Es decir protagonismo jerárquico excluyente), es el sinodalismo. ¿Que puede caer en exageraciones? Por supuesto, sin dudarlo, como cuerpo vivo que es la Iglesia mientras se encuentre en este preparusíaco momento, no dejará de estar en constante crecimiento, corrección, autocorrección y crisis. Incluso adolescencial a veces ¿No vemos la exageración alemana. Pero no es de recibo que cualquier jerarca o jerarquilla, su talla no importa, chico o grande, prescinda de escuchar a los seglares, ni a nadie incluso extraeclesial, por confiar demasiado en su monopolio del Espíritu Santo, del que suela creerse plenísimo, y que, por ello, siempre y en todo lugar, le da la última palabra. Porque es verdad que se la dá y tienen la última, pero, eso a ellos, jamás los dispensa de oir todas las palabras previas, que pueden ser muchas y para todos los gustos. Unas serán aprovechables, otras no. Pero la caridad (Amor en San Juán, diríamos), debería ser la que reine, en todo momento y ocasión. Buena parte de la jerarquía actual rehuye la escucha del otro. Es mi impresión.

    Responder
  • José Herrera Valdés
    20 diciembre, 2022 22:44

    Muchas gracias por su inestimable servicio, Sres. censores de Forum Libertas. Esta última palabreja… ¿A qué viene?

    Responder
  • Vicente Miró LoPolítico.es
    21 diciembre, 2022 14:58

    Usted, Sr Herrera, acaba de poner el dedo en una llaga abierta y en carne viva –la cuestión del clericalismo vs. anticlericalismo– que, en mi opinión, no debe pretender cerrarse mundanamente sin más ni más, sino sobre la que hay que «operar» ese cuerpo jerárquico-eclesial profundamente gangrenado con los instrumentos contramundanos propios de la tradición católica.

    Me explico.

    Si se intenta contener con clericalismo el anticlericalismo que históricamente surge periódicamente como consecuencia de la pertinaz tendencia de la jerarquía eclesiástica a la connivencia con el poder temporal –y no se olvide ni pase por alto este detalle– , estaremos repitiendo un esquema que viene reproduciéndose desde el surgimiento del Estado liberal y que no lleva más que al decaimiento en espiral de la Iglesia.

    Lo que hace falta es la emergencia de una respuesta contramundana, esto es , que corte por lo sano con todos los argumentos mundanos de sesgo ideológico que están sobre la mesa –la salud del planeta, la igualdad entre sexos, la justicia social, etc.– y sea capaz de llevar el agua de las conciencias al molino de la fe por el argumento específicamente cristiano que supone la auténtica, sincera, definitiva y heroica entrega a la Verdad, trasunto del sacrificio de Cristo en la Cruz.

    No sé si se me ha entendido. Lo que he querido decir es que, si la Iglesia ha de sobrevivir, tiene que surgir en su seno alguien que esté dispuesto a sufrir voluntariamente –como Cristo aceptó la Cruz– los padecimientos propios de la defensa de la Verdad en cada época, que en la nuestra –por lo menos en Occidente– no suponen el martirio sino, únicamente, la incomprensión, el ostracismo y la «cancelación» o la muerte civil.

    Además, en nuestra época no sólo es mucho más liviano el castigo por difundir la Verdad sino que ésta es mucho más fácil de identificar que en otros momentos históricos ya que incide en absurdos tan grandes como la supuesta reversibilidad de los sexos, la pretensión de la prolongación indefinida de la vida humana con horizonte en la inmortalidad del cuerpo, la efectiva consecución del paraíso en el tierra o la equiparación del hombre a los animales, entre otros.

    Pues bien; no hay ni el más mínimo rastro de que haya nadie en la jerarquía eclesiástica –para su vergüenza, menos aún que entre la feligresía– que esté dispuesto a pasar por padecimiento alguno por poner en solfa, jugándosela, ninguno de esos y otros tantos absurdos que los gobiernos, en acción internacional concertada, pretenden establecer por ley en el mundo entero.

    ¿Cabe mayor motivo para alzarse en defensa de la Verdad?

    Pero al contrario, todo el “magisterio” que ha emanado de la jerarquía eclesiástica en los últimos tres cuartos de siglo ha estado encaminado al conformismo y la contemporización. Esto es, a seguir políticas camaleónicas orientadas a que los católicos no destacaran política ni públicamente como tales, no dieran motivo de “escándalo” y se confundieran con el fondo general de increencia, de absurdo y de mentira.

    Lo cual, por su puesto, está plenamente conseguido y aboca a pensar que sociológicamente la fe viva ha quedado extinta no tanto en la Iglesia pero sí en la jerarquía de la Iglesia Católica, de modo análogo a como fue quedando extinta en sucesivas oleadas en todas y cada una las confesiones protestantes –cuya exaltada fe inicial, tanto luterana como calvinista, en el XVI y XVII fue innegable– hasta llegar al momento actual de profundo generalizado secularismo en justa correspondencia con la increencia general de sus élites.

    Pero, ojo, he dicho «sociológicamente» y eso permite abrir una puerta a la esperanza. Porque cabe especular con que de entre esa masa indiferenciada de oficiantes se dé el caso excepcional de que uno de ellos –tal vez el más humilde de los párrocos, un sacerdote orillado en algún confín diocesano o, en su defecto, incluso algún pobre perdido feligrés– un buen día reciba la iluminación de cómo devolver al mentiroso mundo de hoy el contramundo de Verdad del que la Iglesia ha sido cancerbera durante los últimos dos mil años.

    Para ello, por supuesto, será necesaria la intervención del Espíritu Santo y no sólo para infundir valentía a ese futurible mártir renovador de la Iglesia sino, sobre todo, para que sepa acertar en la elección de los necesarios argumentos mundanos sobre los que su contramundano mensaje pueda asentarse.

    Se abre aquí un pequeño interrogante y es si cabe concebir una cierta disculpa del presente momento de ausencia pública de la fe viva pues podría argüirse que cualquiera que se lanzase al sacrificio sin el debido colchón argumentativo quedaría simplemente como un exaltado o un loco. Pero tras somera consideración me veo obligado a desechar el razonamiento pues en el cristianismo siempre fue primero el ejemplo y no el argumento. Primero vino El y luego, según cundió Su ejemplo, quedaron escritos sus argumentos por la pluma de los evangelistas.

    Es, pues, hora de recordar a la jerarquía que sin el sacrificio de esa Persona que voluntariamente se entregó no habría habido hecho paradigmático fundante del cristianismo.

    Y también es momento de denunciar que ese sacrificio paradigmático está a todas luces preterido y retenido en nuestra época por la acción consciente, concertada y mantenida en el tiempo de una jerarquía de la Iglesia que parece haber abdicado de su función pastoral más simple que consiste en hacérnoslo ver a la feligresía no sólo de palabra sino con hechos.

    Por lo mismo, tal parece que esta jerarquía se ha quedado reducida al mínimo ex-opere-operato sacramental, gracias al cual tendrá que ser la Iglesia misma, y a contrapelo suyo, la que tenga que hacer frente a esa esperada renovación.

    Responder
  • José Herrera Valdés
    26 diciembre, 2022 23:18

    Precísamente en este año, por imperativos de edad y canónicos, pasarán a eméritos muchos, destacados y escaladores miembros de la clase social arz/obispal, pues es clase, sobre todo la arzobispal y, por desgracia alcanza a veces al cardenalato incluso. Ruego a Dios nuestro Señor que, los nuevos brotes, no sigan los nuevos los mismos pasos de inhibición ante la vida social que sus antecesores, pues merecerían de sobra la podadera.
    De aquella funesta hermenéutica postconciliar del Vaticano II, con su dolorosa secuela de secularizaciones: Ya fueran por la moda de aquella sesgada y miope visión de la Teología de la Liberación, o bién, en otros, por querer sacar de nuevos cimientos a la Iglesia entera, como si todo lo bueno empezara con ellos…Se ha pasado a no mojarse en nada problemático. La Iglesia en España hogaño tiene una homilética tan insulsa como estéril, más propia de una sexualidad nada objetivamente oblativa que de una actitud de combate. Se pueden oir miles de homilías sobre actitudes y sensaciones psicológicas centradas en un yo del que no se desprenden para nada. Hay que defender el celibato, pero sería preferible una Iglesia en manos de mujeriegos que en jerarcas centrados en su ego(ismo).

    Responder
  • José Herrera Valdés
    28 diciembre, 2022 21:04

    En el breviario viene un soneto,ignoro por qué no se cita al empedernido mujeriego que es el autor:D. Félix Lope de Vega Carpio empieza así: «¿Qué tengo yo que mi amistad procuras…?…» Pues bién Lope de Vega me cae muy bién, en cambio los ensimismados de hogaño son un inaguantable tostón y sus homilías son un florilegio de insulseces. Ni transmiten Fé ni nada. Hoy día de los Inocentes Mártires ni han aprovechado los muy memos para arremeter contra el aborto y la contención demográfica tan querida por Nueva Era. Son la repera.

    Responder
  • José Herrera Valdés
    21 enero, 2023 22:08

    Me tiene atónito la insulsez homilética de hogaño. Alcanza a cardenales, arzobispos, obispos y, no digamos a curas. Quizá tanto más insulsa cuanto más alta es la cátedra y, no precísamente la del Papa. Me refiero, sobre todo, a la Homilética en España. Ni evangeliza anunciando el Kerigma, ni se moja en nada. Si una vez les dió por la Justicia Social, ahora ni por justicia social, ni por vida pública ni por nada. Están centrados en un ego completamente estéril contra el que no se oye una palabra. Han quedado totalmente sobrepasados por los tiempos hostiles a la religión, especialmente al Catolicismo.

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