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Agotadora presión LGTBI+

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He hecho zapping de manera reiterada estos días de junio de 2023 por las televisiones. Quería ver qué proyectaban las diversas grandes cadenas públicas y privadas españolas, más la autonómica catalana. Obsesivo.

Una tras otra no daba tregua en continuas informaciones, opiniones, reportajes… LGTBI+.

Que haya ayuntamientos que no hayan colgado la bandera arco iris en su balcón abría telediarios por delante de la guerra de Ucrania o de otras importantes informaciones del país o internacionales.

En paralelo, en los periódicos aparecen, además de reportajes y artículos de opinión siempre en la misma línea, muchas páginas de publicidad financiadas por instituciones públicas con sus logos y presentando a homosexuales besándose.

Invito al lector a que recuerde cuantas banderas (aparte de las oficiales obligadas por ley) se cuelgan al año en los balcones de los ayuntamientos. Por ejemplo, ¿han visto alguna vez la bandera de la familia colgada en los ayuntamientos en el Día Internacional de la Familia?

Y en las leyes hay discriminación favorable a los homosexuales. En casi todas partes se dictan leyes pro LGTBI+ priorizándoles sobre los demás, se crean institutos o departamentos oficiales para defenderlos y promoverlos, y sus entidades están muy bien financiadas.

Independientemente de lo que cada uno piense sobre todo ello, nadie pueda negar algo tan evidente como que lo LGTBI+ está sobrerrepresentado y magnificado en los medios y en el conjunto de la sociedad respecto al porcentaje y el peso real de las personas homosexuales sobre el total.

Aunque el mes de junio se ha convertido en el mes del “orgullo”, es constatable que tal presión se da en todo el año. Basta darse cuenta del hecho de que algunas televisiones no dejan pasar un informativo sin que hagan aparecer algo sobre el asunto.

Se ha llegado a un verdadero hartazgo de muchos, que creo que a la larga será un boomerang contra los propios gays, lesbianas y trans.

Se ha dado un vuelco. Los homosexuales fueron a lo largo de la historia y en muchos países rechazados e incluso maltratados y perseguidos. Se actuó a menudo contra ellos de manera injusta. No se respetó la dignidad de la persona, de toda persona, ni se tuvo en cuenta que son hijos de Dios como los demás.

Es positivo que tal situación haya cambiado en las últimas décadas.

La inmensa mayoría rechazamos la violencia contra los homosexuales y consideramos positivo que se evite su marginación. Posiblemente hoy pocos dejan de condenar la agresión a los homosexuales en el caso de que se produzca.

Lo que estamos constatando en los últimos años de forma creciente, sin embargo, no es un estímulo del respeto a las personas de aquella tendencia, sino una promoción abierta, potente, programada y financiada desde las instituciones del homosexualismo. Incluso se llega al extremo de demonizar a los heterosexuales.

Radios, periódicos, televisiones y redes sociales van llenos de informaciones y de anuncios pro LGTBI+; en los balcones de muchos ayuntamientos y organismos públicos ondea la bandera arco iris; en no pocas escuelas no solo se enseña a respetar a las personas que sienten atractivo por otros de su mismo sexo, sino que se estimula la homosexualidad, instando a los niños en esta línea y a probar todo tipo de experiencias sexuales; se promueve lo trans.

Bastantes empresas muestran en sus anuncios una y otra vez parejas homosexuales. En el cine hasta Disney lo promociona y cambia su historia.

Se publican supuestas estadísticas o encuestas que elevan a un alto porcentaje los homosexuales sobre el conjunto de los ciudadanos. A lo largo de los años habíamos asumido que los homosexuales podían ser en España el 2 o 3 por ciento de la población, pero una reciente encuesta daba que es el segundo país del mundo con mayor porcentaje de homosexuales, alcanzando el 14 por ciento de la ciudadanía. Son porcentajes increíbles, pero que hacen mella entre muchas personas carentes del menor sentido crítico o atisbo moral. Ha aparecido en prensa incluso algún supuesto estudio que concluye que no existen personas heterosexuales.

Muchos homosexuales se exhiben de manera impúdica, en no pocos casos incluso provocativa. Los del lobby gay tienen una perfecta organización y cada supuesta agresión, aunque no pase de un simple reproche por parte de algún ciudadano, es denunciada públicamente y ocupa amplios espacios en los telediarios y en las páginas de los rotativos.

Ponen en evidencia, además, de que disponen de amplios recursos, de los que carecen la mayor parte de colectivos

Ni que decir de la proyección pública de las jornadas (¡el mes!) del orgullo gay, en el que se mezclan un inmenso mal gusto, un loco desenfreno y una agresividad contra otros. Ponen en evidencia, además, de que disponen de amplios recursos, de los que carecen la mayor parte de colectivos.

Uno a veces se cuestiona a quien puede interesar la promoción de la homosexualidad, hacer penetrar en el tejido social y en la mente de todas las personas este homosexualismo que va mucho más allá del respeto a cualquier individuo, al margen de su orientación sexual. Creo que es algo satánico, obra del diablo. Éste es muy hábil y promueve todo cuanto dañe al ser humano, lo aparte de su verdadero camino, de Dios.

El maligno no se manifiesta abiertamente ni en este ni en otros campos, pero es claro que el homosexualismo es un instrumento para la erosión de la familia, la célula básica de la sociedad. Si aquella se deteriora, todo va a peor, como desea Satán. Este también puede servirse en este caso de los movimientos promotores de la disminución de la población y del decrecimiento global, entre los que no faltan algunos ecologistas. A más homosexuales, en principio, menos niños.

Lo que estamos constatando no es un estímulo del respeto a las personas de aquella tendencia, sino una promoción abierta, potente, programada y financiada desde las instituciones del homosexualismo Clic para tuitear

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2 Comentarios. Dejar nuevo

  • Excelente resumen del estado de la cuestión.
    “Se ha llegado a un verdadero hartazgo de muchos, que creo que a la larga será un boomerang contra los propios gays, lesbianas y trans.”
    A la larga y a la corta, porque ya viene siendo así. Precisamente es lo que buscan, que aumenten las críticas, los rechazos, las negativas y las resistencias a tanta necedad. Se trata de provocar hasta el empacho a las personas con espíritu crítico y sentido común para que reaccionen a la contra, y así poder acusarlas de los pecados capitales de homofobia y transfobia, estigmatizándolas como ultraderechistas y demás lindezas. Su estrategia es generar cuanta más LGTBIfobia mejor, poque así van hinchando más y más la burbuja victimista de dicho colectivo, que como colectivo es una fantasmada, una ficción ideológico-política con la que pretenden conglomerar a personas muy distintas, cada una con sus problemas, que lo único que tienen en común es que determinados poderes las utilizan como carne de cañón para acelerar el derrumbe de una civilización putrefacta que se complace hipócritamente es sus propias contradicciones.

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  • El hecho de que esta gente acabe siempre haciendo efectivo lo contrario de lo que dice pretender (el caso de la ley Montero es paradigmático, pero no el único), lleva a pensar que es eso lo que en realidad pretenden, a saber: más machismo, más abusos, más odios, más suicidios, más abortos … Y puesto que los niños son el futuro, los tienen en el punto de mira de sus armas de perversión para machacarlos en puntos tan vitales como el de la identificación con el propio sexo y el de la orientación sexual hacia el sexo complementario. Niños desorientados y hechos un lío a los que liberan sexualmente para que se entreguen de buena gana, sin traumas ni resentimientos, a los pedófilos. Al fin y al cabo la pedofilia es una orientación sexual como hay tantas. La zoofilia también, por supuesto, pero antes hay que liberar sexualmente a los mamíferos no humanos de esa represión que limita sus relaciones sexuales a miembros de su misma especie. Todo se andará. Aunque tendrán que contar con la capacidad de resistencia de la sabiduría humana a tantas maldades. Porque lo que está mal está mal, aunque se disfrace de bien, y se conoce porque da frutos venenosos.

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