Nadie sabe si el gran debate al que Emmanuel Macron convoca a los franceses hasta el próximo 15 de marzo, hoy vuelven los chalecos, es un intento de recuperar popularidad, o un salto en el vacío, ante la imposibilidad de dominar la crisis planteada por el movimiento de los “chalecos amarillos”.
De momento, no han apaciguado los espíritus la renuncia a subir el impuesto sobre los carburantes, o el destino de cerca de aproximadamente 10.000 millones de euros a medidas para mejorar el poder adquisitivo de las personas más modestas, o las condenas de los actos violentos que acompañaron a diversas manifestaciones. Pero el presidente de la República no renuncia a transformar la indignación en soluciones, con la ayuda de todos.
Se ha producido un serio impasse en la meteórica carrera nacida tras la victoria en las presidenciales y confirmada luego por la mayoría absoluta lograda por su movimiento en las elecciones subsiguientes para la Asamblea Nacional. Macron ha escrito una carta a los ciudadanos, en la que dibuja los grandes temas sobre los que debería escuchar su opinión. A mi juicio, es una buena síntesis de las cuestiones que afectan a Francia y, en cierto modo, a las democracias occidentales.
Pero muy probablemente servirá sólo para que los derrotados en mayo de 2017, hoy en la oposición, intenten una clásica vendetta política.