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Cara y Cruz

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Tú me dirás si sabes la diferencia. Yo ya estoy perdido. Te aseguro que no puedo más con tanto jaleo alrededor del tan cacareado “estado del bienestar” que se nos escurre por las rendijas de la existencia. No es lo mismo (seguro que lo sabes) el correr que el caminar, ni el caminar que caer en silla de ruedas. Lo sabes, ¿verdad? Pues aplícate en saber escoger para que no te caiga encima la cruz de camino al Gólgota. ¿Te imaginas lo que sería un catacrac inesperado… de esos que te los ves venir de lejos pero que nunca llega a cogerte mientras tú escurres el bulto? Están tantos alrededor merodeando viéndote caer, y ¡tan panchos! “¡Ya caerá!”, se dicen, frotándose tan frescos las manos. Me recuerdan a cómo nos aconsejaban los profesionales de la salud que nos frotáramos palma y dorso y dedos y recovecos intersticios con el gel milagro antipandemia.

Fíjate en cómo te aviso (“suave al tacto”), porque quizás tú sepas recomponer entre letras lo que quiero decirte. No te olvides de que todos somos hermanos: “Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver”, nos advierte la Iglesia (suave ella como el algodón) el Miércoles de Ceniza. Y es que la Iglesia es sabia, y dispone de un buen barómetro para medir las subidas y bajadas de la vida, y desde hace un tiempo (más bien mucho) nos viene avisando. Te lo repito, por si te me has hecho el listillo despistado: “Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver”. ¡Estate al loro, hermano, que falta poco para que caigas tú, precisamente tú (como cada uno de nosotros en su momento), con toda tu jauría! Cuanto más aprietes a tu hermano, ese pobre diablo que no puede con su alma desde tiempo inmemorial, más grande y pesada será tu cruz. (Perdona si no soy tan de algodón como la iglesia que te has hecho a tu medida, pero es que la Iglesia es “Una, Santa, Católica y Apostólica”, muy distinta de la que tú pretendes vivir. Hablemos claro).

Cierto. La Iglesia es sabia, y por eso no es muy dada a comentar el Apocalipsis de manera que diríamos “a la ligera”. Pero déjame que te diga que para todo aquel hijo de vecino de este poblado cachondo en que hemos convertido el planeta, el Apocalipsis lo tenemos a la vuelta de la esquina; como quien dice a tocar con la sola extensión del dedo índice, a la manera como solemos tocar el timbre al llegar a casa del vecino. Pero no te olvides, hermano, de que en esta aldea todos somos vecinos. Nos sabemos pelos y señales del de la puerta de al lado, y hasta de esos personajes “importantes” (dicen ellos) que vemos en las revistas de papel cuché y hasta en la tele, embobados todos y babeando como un neonato desde el sofá de nuestra casa. Por eso nos parecen tan importantes.

No caigas antes de coger tu cruz, hermano, porque ya será tarde. No olvides que para ti quien importa (porque de tu relación con él deberás rendir cuentas) es como quien dice tu hermano de sangre, pues todos somos hermanos (Cfr. Mt 23,8). Es ese mismo que tú esperas que se desangre para llegar a conseguir tu sueño de librarte de las obligaciones que tienes con él y así sentirte más libre y más importante que él. El bienestar se acaba para todos. Así está el patio, hermano, y El Maestro te está avisando repetidamente y con distintas melodías “suaves al oído” de que tú tienes tu patio (como todos tenemos el nuestro) todavía por fregar. No te escabullas más, crack: tienes la fregona con tu cara y con tu cruz; una cara y una cruz en que todos nos reconocemos a nuestra manera, y lo tenemos cada uno mismísimo a tocar, y atardece en la comarca. ¿Harás tu fregado, o te dejarás fregar?

¿Te imaginas lo que sería un catacrac inesperado… de esos que te los ves venir de lejos pero que nunca llega a cogerte mientras tú escurres el bulto? Share on X

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