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Prometer hasta metérnosla. La realidad del Carnaval de Torrevieja

Libertades

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En el reciente Carnaval de la localidad de Torrevieja, la comparsa «Osadía» ha utilizado a menores hipersexualizados en su desfile. Según lo dispuesto en el artículo 189 del Código Penal, el uso de menores en espectáculos exhibicionistas podría considerarse como un delito. Por no hablar del abuso de menores, en conformidad con el artículo 181 del mismo código.

Pero no todo queda aquí. El hecho más vergonzoso es que la comparsa «Osadía» recibió un premio de 650 euros por quedar en cuarta posición en la modalidad de disfraz. Nos vienen preparando el terreno poco a poco, hasta que ha llegado el momento en el que son muchos los que ya no reconocen  límites entre lo bueno y lo malo, entre el bien y el mal. Esto ha hecho que la sexualización de menores por sus propios padres sea ya una práctica normalizada.

¿Hasta dónde?

¿Se puede consentir todo? No. No hay que consentirlo, ni permitirlo.

«Prometer hasta meter» este es el maravilloso nombre de la performace de la comparsa local  y paradojicamente también es la realidad que vivimos a nivel nacional.

Prometer una serie de bondades con muy buenas palabras a través de la Ley de Protección Integral a la infancia hasta meter toda la basura posible en la vida, mentes y almas de los más pequeños.

Prometer una lucha en pos del falso bien de la mujer hasta meter la denigración más absoluta de la esencia feminina y normalizar el asesinato del aborto.

Prometer un mundo cargado de tolerancia y pluralidad hasta meter una acusación a quien no comulga con ruedas de molino y defiende la verdad.

Prometer libertad sexual hasta meter la destrucción de la familia, el matrimonio y la adicción al porno.

Prometer albedrío de género hasta meter trastornos psíquicos y secuelas físicas.

Prometer libertad educativa hasta meter adoctrinamiento.

A día de hoy, todas estas falsas promesas hacen que si en el móvil de un hombre se encontrasen fotos de niñas de esta guisa, seguramente el adulto tendría un problema  judicial. Pero si es el circo social al que nos hemos vendido quien las saca a la calle, pasan a ser pan deseoso  en la boca de todos. Escondido bajo la bandera de la libertad.

Normalizar la anormalidad

¿En qué quedamos? ¿el porno es ficción? La performance de la comparsa es pedofilia, es desprotección y es exponer a menores hipersexualizados.

Lo más preocupante es la aceptación social. Poco a poco, las políticas públicas,  los medios de comunicación, la difusión científica y el entretenimiento se han encargado de moldear nuestra percepción y por lo tanto, nuestra realidad. Para prometer y prometer hasta meternos disimuladamente en la boca del lobo.

Ha llegado el momento en el que son muchos los que ya no reconocen límites entre lo bueno y lo malo, entre el bien y el mal Clic para tuitear

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