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Con la fuerza de tu debilidad

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Cuenta los días, no los años, y llenarás tu cuenta anual de resultados positivos. Si esperas a que acabe el año, acabarás no haciendo nada; si te centras en el ahora, llenarás tu día. Eso saciará tu ansia de vida eterna, al tiempo que tu espíritu crecerá en una revolución de ideas que te harán cantar a la calma, el amor y la justicia, viviendo en paz de camino a la Patria eterna.

Para que la vida se te multiplique al frescor de la brisa en quehaceres, aciertos y virtudes, deberás estar abierto a nuevos aires, que ahora uno, ahora otro, te guiarán hacia la meta, que no necesariamente será la que tienes en tu cabeza. Cuenta tu propósito, no tu afán, pues Dios mira el objetor, no el objeto.

Ten en cuenta que hay lobos feroces en el bosque de las ideas y en el mundo que ves y te toca vivir, por lo que hay que ser fuerte en el mundo latente para luchar con ellos y paciente para no perder la calma en el patente, pues tu fuerza será la que, incluso sin disputa, te dará el triunfo, habida cuenta de que tu confrontación debe ser no contra los que te vilipendian, sino contigo mismo.

Entre dos mundos

En el mundo visible, las imágenes que ves se confunden a menudo con lo que los otros quieren que veas. Tú no has de mirar esa mentira que viven, ni mucho menos enzarzarte en ella. Sigue tu camino viviendo tus ideas y aplicándolas con fe y tesón, como si ya fueran ese diamante que luce talladas todas sus caras en especial brillo, de manera que todos (buenos y malos) se verán en ellas reflejada la cara, cada uno según su imagen mental, que tan fácilmente los enciende con fervor amable o les come las entrañas con aversión: cada uno elige su camino, y así debe ser, pues somos libres. Ahí es donde cada uno −responsable de sus actos− se juega su destino.

Cuando hayas conseguido pulir tus asperezas, sabrás que Dios habita en ti más que en ellos, pues, aunque Dios se hospeda en cada alma y da vida a toda la Creación, cada alma lo aprehende según su disposición; y según sea esta, será su consecución. Despréndete de lazos fallidos. “Ellos” palpitan según sus antojos, tú creces según tu alma; “ellos” reaccionan al tuntún de la corriente, tú te encaminas a tu destino. Ese es el lazo que debes amarrar −firme− bordándolo a fuerza de arte. Digamos que todos perseguimos una destinación, pero cada uno consigue un destino: la vida te ofrece distintas porterías, y tú eliges −con dadivosidad o avaricia− si chutar o no hacia una o hacia otra, pero será Dios quien determinará y te permitirá en cuál meterás el gol.

Por tanto, no te encariñes con ningún objeto, y sigue tu objetivo, por tu camino. Tú eres el objetor, y lo vales en oro. En la vida conocerás muchas almas que deambulan como tú en busca de luz; a todas deberás dar la mano: unas te la tomarán, otras te la rechazarán, otras te la morderán… Cada uno vive según su pulso, y todos deberán seguir su camino, precisamente según su propósito, si es que lo tienen. Si no, allá ellos. Tu propósito debe ser no las rencillas en que tantos malversan sus vidas, sino la vida precisa para llegar al cielo que Dios te ofrece, entregándote por amor, que exige justicia.

En el cielo hay tantas porterías como Dios quiere, pero solo una será la tuya, de acuerdo con tu virtud más que según tus fuerzas, puesto que las fuerzas agotan el camino, pero la virtud lo alcanza. Esa será tu meta: perder tus fuerzas, pero ganar tu alma. Es muy distinto discutir para ganar, que discutir para aprender. El necio se enzarza, el virtuoso se libera. Por tanto, olvídate de rencillas, y vive tu vida, a manos del Creador que te acoge. Por Él, con Él y en Él vivirás por siempre según vivas ahora. Aún estás a tiempo. Tú decides.

Twitter: @jordimariada

Tu fuerza será la que, incluso sin disputa, te dará el triunfo, habida cuenta de que tu confrontación debe ser no contra los que te vilipendian, sino contigo mismo Compartir en X

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