Un año más, desde 1264, la Iglesia ha celebrado la Solemnidad del Corpus Christi, en cuya procesión participan los niños de Primera Comunión y sale el Santísimo Sacramento en custodia bajo palio.
Esta Fiesta del Cuerpo y de la Sangre del Señor la instituyó el Papa Urbano IV al año siguiente del milagro eucarístico ocurrido en Bolsena (Italia), cuando el sacerdote Pedro de Praga, mientras celebraba la Santa Misa, vio que la Santa Hostia manaba sangre abundante sobre el corporal, milagro que contempló, estupefacto, el pueblo ( son 142 los milagros eucarísticos aprobados por la Iglesia).
El corporal fue llevado a la catedral de Orvieto, en donde se conserva. Allí, San Juan Pablo II dijo: “En el Cenáculo de Jerusalén, Jesucristo cumplió lo que había predicho: “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre”.
Sobre cómo se debe recibir la Comunión, subrayó, recientemente, el Arzobispo emérito argentino Monseñor Héctor Aguer: lo primero es “estar en gracia de Dios, tener conciencia de no tener pecado grave y si no ir a confesarse”.
El Día del Corpus es también el Día de la Caridad. San Juan Pablo II dijo en Orvieto: “Cristo se ha convertido en nuestro alimento espiritual para proclamar la soberana dignidad del hombre, para reivindicar sus derechos y sus justas exigencias (…). Cristo está en el pobre, en el que sufre e implora ayuda, en todo ser humano, incluso en el más pequeño e indefenso”.