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Conclusiones del Congreso Católicos y Vida Pública: la Corrección Política «elimina el debate»

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La 23 edición del Congreso Católicos y Vida Pública ha tenido lugar este fin de semana, en el que se ha abordado el cuestionable impacto que está teniendo la corrección política en la construcción de la sociedad.

Con el acto inaugural se expusieron diferentes reflexiones que sirvieron para enmarcar las ponencias y coloquios de tuvieron lugar durante todo el fin de semana.

El mensaje del Congreso subrayó la conexión indisoluble entre la corrección política y la cultura de cancelación, que apunta a la eliminación del debate de las ideas discordantes.

En primera fila de ellas está el cristianismo, que «es ya políticamente incorrecto», aseguró el director del Congreso, Rafael Sánchez Saus. Éste se refirió a lo políticamente correcto como la «megaideología de nuestro tiempo», que se compondría de «un conjunto de ideas dispersas, débiles desde el punto de vista intelectual, unidas por la negación de la trascendencia».

Precisamente, en la negación de la dimensión trascendente del hombre está «la raíz del totalitarismo moderno», observó el nuncio del Vaticano en España, monseñor Bernardito Auza. Al tratar de eliminar aquello que hace al hombre «sujeto natural de derechos», la corrección política pone a las libertades en peligro, convirtiéndose en una dictadura ideológica frente a la que no se puede estar de brazos cruzados».

Por su parte, el presidente de la ACdP y del CEU, Alfonso Bullón de Mendoza, puso el foco en la presencia del problema en la actualidad de nuestro país. Desde su punto de vista, una de las consecuencias más notables de la corrección política es la cultura de la cancelación. Esto se demuestra en medidas como la reciente reforma penal por la que se puede llegar a castigar hasta con penas de prisión a los participantes en grupos de información y oración que se reúnen frente las clínicas en las que se practican abortos.

Bullón de Mendoza considera que la corrección política es hoy una «gran amenaza para los católicos». Lo ve de forma parecida el consiliario nacional de la ACdP y arzobispo emérito de Burgos, Fidel Herráez: «Es un paso más hacia un nuevo dogmatismo. Se sitúa a la concepción cristiana de la persona y de la vida como parte de lo políticamente correcto». Todo ello forma parte de un «colonialismo cultural» del que Europa es origen y «primera víctima».

La Corrección Política y el Proyecto Europeo

Tras el acto inaugural, se dio paso a la primera ponencia del congreso a cargo del filósofo y portavoz en el Parlamento Europeo del Partido Ley y Justicia, Ryszard Legutko.

En su intervención, abordó la cuestión de la corrección política en lo que afecta al proyecto, funcionamiento y propósitos de la Europa comunitaria. Detecta en las instituciones de la UE un afán de ingeniería social. «Tratan de reestructurar toda la sociedad» con instrumentos creados para «generar esa nueva sociedad».

A esta realidad, que califica de «intrusiva», le añade un plus de ilegitimidad: «650 eurodiputados deciden sobre mi país sin ser responsable ante sus electores». En este sentido, considera que, en muchas ocasiones, los parlamentarios europeos toman decisiones sobre «asuntos en los que no son competentes».

La omnipresencia de lo políticamente correcto en las instituciones de la UE cobra gravedad creciente en tanto que ya no es «la operación de lenguaje» que fue al principio. Actualmente, opera una «cultura de la cancelación» del discrepante, lo que da lugar a la paradoja de que una sociedad que se presenta a sí misma como plural, inclusiva y tolerante «está llena de discriminación, injusticia, intolerancia y odio».

La corrección política y la Universidad

En la segunda jornada del Congreso, el director del Centro de Estudios Formación y Análisis Social (CEFAS) del CEU, Elio Gallego, presentó a Rémi Brague, historiador y profesor emérito de la Sorbona, quien habló sobre ‘¿La cultura de la cancelación o la cancelación de la cultura?’.

Para el historiador, «nuestra cultura actual está atrapada en una suerte de perversión del sacramento de la penitencia: tenemos confesiones por doquier y queremos que otros se confiesen y arrepientan. Sin embargo, no hay absolución alguna, no existe el perdón, por lo que tampoco existe ni la esperanza de una nueva vida ni la voluntad de tomar sus riendas. Ojalá podamos recobrar nuestra capacidad para perdonar«.

En su intervención argumentó que lo que está en juego aquí no es solo el problema concreto de la cultura occidental. En líneas más generales, «se trata de nuestra relación con el pasado. Hemos de preguntarnos qué tipo de actitud debemos adoptar ante aquello de lo que somos producto: para empezar, ante nuestros padres, nuestro país y nuestro idioma, entre otros. Debemos elegir entre perdonar o condenar»

El también Doctor Honoris Causa de la Universidad CEU San Pablo recordó que «el pasado de la humanidad está marcado por los conflictos y las guerras», por eso, señaló que «una personalidad a la que una cultura A considere un héroe puede representar la encarnación del mal para una cultura B». A lo que añadió que «únicamente culturas que no existen y puramente imaginarias pueden ser totalmente inocentes».

En palabras de Brague, «lo que se denomina ‘cultura de la cancelación’ puede percibirse a primera vista como un fenómeno contemporáneo y que, por ende, pertenece al ámbito periodístico más que al filosófico». Pero, añadió que «un análisis más detallado nos permite ver que estamos en la última fase (por ahora) de un largo proceso que empezó en la antesala de los tiempos modernos. No estamos viendo sino la espuma de una ola mucho más grande. La idea de hacer tabula rasa se remonta al siglo XVII, con el filósofo francés René Descartes. Este planeó desprenderse de los prejuicios de su infancia para construir un nuevo edificio de conocimiento cimentado sobre un terreno completamente nuevo».

Los medios de comunicación

La última jornada del congreso contó con la intervención del periodista Bieito Rubido, director del diario El Debate, quien aseveró que «no hay nada más libre, auténtico y democrático que llamar a las cosas por su nombre»; y reivindicó «la necesidad de respetar el lenguaje, sin el uso de eufemismos para enmascarar la verdad». En esta línea, Rubido apuntó que «la izquierda política abandona las auténticas necesidades de la sociedad española y se enzarza en temas estériles como el neolenguaje». «Esta ingeniería semántica es una forma de censura difusa o de tolerancia represiva», señaló; para concluir subrayó que «sin discurso libre no hay verdadero pensamiento».

Para finalizar el congreso, tomaron la palabra el director del Congreso Católicos y Vida Pública, Rafael Sánchez Saus, y el presidente de la Asociación Católica de Propagandistas y del CEU, Alfonso Bullón de Mendoza, quien puntualizó «siento si hemos sido demasiado políticamente correctos, dentro de nuestra intención de ser políticamente incorrectos».

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