Como cada año, la promoción del “gran acto” de lencería fina de Victoria’s Secret calienta motores para conseguir, como acostumbra, convertirse en uno de los eventos más fotografiados del orbe. Es bien sabido que esta desfilada de modelos top en ropa interior mueve pasiones en todo los sentidos, también el económico, porque es una poderosa arma de ganar dinero como acto promocional de los productos de la empresa. Una vez que consiguió, y no es de ahora, que las modelos destacadas se pegaran, metafóricamente, para ser elegidas para desfilar, la fiesta rueda sola, porque en definitiva se ha convertido en un ranking de quien dispone de una mejor anatomía, y por ello merece lucir las galas íntimas de Vicoria’s Secret. Cuando el deseo, el sexo y el narcisismo se unen con el mercado, el resultado es imparable. Tanto que la profusa exhibición femenina con intenciones provocadoras, el uso instrumental del cuerpo de la mujer como motivo sexual, nunca ha merecido ninguna gran respuesta del poderoso feminismo de género americano e internacional. Tiene todos los ingredientes para ser objeto de una dura campaña de censura, más que un anuncio de publicidad de los muchos que pretenden castigar, o que la letra de una canción. Pero no, con Victoria’s Secret y sus ropajes interiores no pasa nada.
Pero en esta ocasión, la contradicción del feminismo de género, entre las que defienden el poder sexual de la mujer como un arma de dominación, el “Woman Power” y quienes no aceptan que sea objeto de muestrario sexual, es escandalosa, porque aquellos preparativos coinciden con una campaña -esa sí realizada – contra una empresa, también de moda, pero en este caso de mucha menor dimensión.
Se trata de la empresa de venta en Internet, Yandycom, especializada en disfraces y lencería, que puso a la venta por 55 euros un vestido inspirado en la vestimenta que llevan las mujeres en la serie El Cuento de la Sirvienta (The handmaid’s tale) que lucen una cofia blanca y una larga capa roja, solo que, en el caso de la oferta comercial, debajo de la capa se viste una minifalda roja. En realidad, nada comparable como estímulo a la desfilada de Victoria’s, nada que no luzcan con normalidad muchas mujeres. Si un hombre alzara la voz por esa falda sería descalificado como machista. Pero si quien lanza la campaña es el feminismo de género, entonces la cosa cambia y se convierte en un acto de reivindicación feminista. Total, que la presión ha dado resultado y los de Yandycom, se han guardado el modelo de 55 dólares en el armario.
¿Victoria’s Secret sí y Yandicom no? ¿Bragas y sostenes a toda máquina no ofenden a la mujer y una minifalda sí? ¿De verdad que esa es una forma de pensar de una gente racional?, ¿o simplemente es un barullo arbitrario que determina que va a favor de la mujer solo aquello que diga el feminismo de género con independencia de la realidad?
Claro que también, y no es una explicación sustitutiva de la del barullo, la perspectiva de género, con su feminismo y su más de un centenar de identidades humanas, no es solo una ideología que se concreta en una política de poder. Se está convirtiendo en una religión, y como tal, tiene sus “martiras” y santas, sus textos sacros, dogmas y símbolos. Y The handmaid’s tael es uno de sus apocalipsis, y el uniforme rojo y blanco de las criadas un signo sagrado que no puede ser profanado por una minifalda. Se trata en realidad de la feminicracia.