“Que quede muy claro que buscaré siempre el interés general”, afirman muchos Sánchez. Queda muy bien de cara a la galería, pero ¿qué significa esa afirmación tan amenazante en el día a día? Lo estamos viendo: aborto, eutanasia, incultura, desinformación…: ingeniería social. ¡El Reino de la Anarquía! La licitud emana de todo aquello que va conforme con la ley natural, no de la emoción del momento. Si no, como consecuencia de todo ello surge el libertinaje, que dista mucho de ser libertad, porque la libertad no es obedecer a lo que me dictan mis instintos, puesto que rendirme a ellos degenera en esclavitud propia y ajena. Para eso existe la educación, para aprender a pensar, y así poder elegir la mejor opción que nos depara la vida… o buscarla por medios lícitos.
Ahora digo yo: Que quede muy claro que para que el interés general del que los tales Sánchez se llenan la boca sea justo, y con ello efectivo, es preciso que parta del interés individual; de tal forma conseguimos el bienestar colectivo lícito, fruto del bienestar individual lícito. Visto de otra manera, no hay bienestar individual lícito que no sea bienestar colectivo lícito. Es de vital importancia no obviar que ambos deben ser lícitos. Ciertamente, es fácil decirlo, pero difícil aplicarlo: del adecuado equilibrio entre ambas proposiciones surge la buena política, una ciencia tan noble como para recordarnos que el bienestar colectivo debe ser consecuencia del bienestar individual. Pero además, para que lo sea en la gestión del día a día, en que el político lo aplica, el político debe ser responsable y coherente con lo que dice y hace… lícitamente. Podríamos preguntarnos, pues: ¿Es la buena política la que hace al buen político, o el buen político el que hace la buena política?
¡Está claro! La política es lo que es a nivel conceptual con independencia de si el político es bueno o no. Porque no podemos hacer una política que dé cuatro mantas a cada individuo, pues habrá individuos que solo necesitarán una. ¿Dónde está pues, el equilibrio? En que cada individuo pueda tener la certeza de que, en caso de necesitar cuatro mantas, podrá disponer de ellas.
Surge de ahí un nuevo dilema: el que haya individuos que, aun sin necesitarlas, quieran cuatro mantas, o veinte, o cincuenta…, lo cual sería una injusticia para la comunidad si va a su costa; es decir, no se trata de que todos deben tener de todo, sino lo que precisan (que a su vez, variará en distintas épocas), independientemente de si hay individuos que tienen más porque se lo consiguen lícitamente, que debe permanecer como posible. En eso consiste la libertad individual y colectiva, también.
Ya vemos que hay numerosos factores en el ámbito de una colectividad (como es por ejemplo un país) que deben ser sabiamente combinados. ¡Pero atención! No basta la buena intención, y mucho menos las palabras… o hasta la aberración de aquella política que en nombre del interés o la voluntad general condene al individuo a someterse a una falsa e ilícita voluntad de la colectividad. ¡Eso sería colectivismo, no democracia!
Y va el tal Sánchez y lanza la perorata: “Que quede muy claro que voy a buscar el interés general, y que cada uno lo entienda como quiera”. ¡Señor Sánchez, señores, Sánchez!: Si ustedes esperan eso de cada uno, también lo esperará cada uno de ustedes. Con sus palabras está dando a entender que el asunto se presta a diversas interpretaciones, ¿cuál es la suya?
…Porque ustedes, en nombre de la colectividad imponen su voluntad individual ilícita, basada en la liberación de los instintos. Porque hay que tener en cuenta que ganar unas elecciones no faculta para matar, y que la voluntad general es distinta del interés general. Ustedes mismos demuestran con sus obras que la voluntad puede estar deformada y mal basada por la falta de formación y la falta de correspondencia con la ley natural. ¿Qué es si no el aborto?, ¿o la eutanasia?, ¿o la perversión de la minisociedad de los niños con la promoción de la ideología de género en las escuelas?, ¿o el ataque a la escuela concertada porque no se les respeta la libertad de elección y de pensamiento a los padres?… Con todo ello están ingenierizando una nueva sociedad basada no en la verdad intrínseca del ser humano, sino en el desamparo y el miedo. (Uso “ingenierizando” forzado a demostrar que son ustedes tan osados que por el momento no les puede describir ni el diccionario). El interés general es y será siempre salvar vidas, y la voluntad general debería serlo.
Ya ven que ustedes, señores Sánchez, se quedan en las palabras. ¿Qué hay, si no, de la promesa que hizo usted, Pedro Sánchez, a Jordi Sabaté Pons, nuestro más mediático enfermo de algo tan terrible como la ELA? Usted ya ha dispuesto de más de un año y medio para cumplir con la promesa que le hizo de aplicar políticas de atención a los afectados, que se arrastran con una vida enferma tan cara de mantener, y que ellos deben pagar de su bolsillo. ¡Y el que no pueda pagarlo, va directo a la tumba! ¿Es esa su manera de entender el “interés general”? No parece usted tonto como para no entender que con todo ello está abocando la colectividad, su país y con él el mundo, a la ley del más fuerte, que es siempre la del individuo ensimismado y ciego por sus engañosos falsos poderes. El imperio del dinero. ¡Socialismo neoliberal! Entonces, ¿nos está usted engañando? ¿Es un intento de manipulación lo que nos hace?
Por lo dicho, queda patente que la concepción de la política que ustedes tienen no es más que palabras sobre papel mojado. ¿Por qué? Pienso que está claro que el motivo es su falta a la Verdad. De ello se deriva la entera invalidación del proceder que ustedes tienen, porque no casa lo que dicen con lo que hacen. Y eso –ustedes lo saben- no se llama política, sino ingeniería social.
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1 Comentario. Dejar nuevo
El «bienestar», indiscutiblemente legítimo y deseable para todos, lamentablemente degenera a menudo en puro egoísmo y en hedonismo a corto plazo; es decir, en malestar para el prójimo y en malestar para el futuro. Sin subordinación al concepto trascendente de «bien», el de «bienestar» puede convertirse en lo contrario de lo que predica. Como el propio Sto. Tomás reconocía, el interés colectivo está por encima del particular, que no por ello queda anulado o pierde legitimidad. En verdad, capitalismo y marxismo son dos caminos diferentes pero paralelos, que parten del mismo punto, el materialismo, para llegar al mismo fin, la destrucción social. Personalmente me entristece que palabras como «socialismo» o «comunismo», que (tomadas en su sentido más literal y olvidado su significado histórico) deberían expresar formas de organización pública fundamentadas en virtudes como respeto, generosidad, fraternidad, sociabilidad, civilidad, solidaridad, altruísmo, justicia, etc. hayan sido usurpadas por ideologías que las convierten en todo lo contrario.