La incertidumbre que se vive en Venezuela no debe oscurecer los signos reales de esperanza que protagoniza el pueblo venezolano. Una generación nueva al frente de la oposición, la experiencia histórica de decenios de autoritarismo, así como la propia experiencia de cárcel y tortura de la oposición, son algunas de las razones que explican por qué el 23 de enero de 2019 es más que una protesta contra Maduro.
En el comunicado que los Obispos de Venezuela hicieron público se pedía que de acuerdo a los instrumentos de consulta y participación directa establecidos en la Constitución venezolana se escuchara a la ciudadanía. No hubo tiempo. Los acontecimientos se han precipitado y un día después hay que exigir a los cuerpos de Seguridad, como ha hecho la Comisión Justicia y Paz, que se “evite la represión violenta, las detenciones arbitrarias, los tratos crueles, así como el uso de armas de fuego y sustancias tóxicas para controlar las manifestaciones pacíficas”.