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“Dilexi te”: La hora de los pobres y la conversión de los cristianos

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La primera exhortación apostólica del Papa León XIV, Dilexi te (“Te he amado”), es mucho más que un documento sobre la pobreza: es una llamada a la conversión del corazón cristiano y a la renovación de la Iglesia en su misión esencial. León XIV asume el legado espiritual de su predecesor, Francisco, y lo lleva a una síntesis teológica y pastoral que interpela tanto a la comunidad creyente como a los responsables de la vida pública. El núcleo del mensaje es claro: el amor a los pobres no es una opción, sino un mandato constitutivo de la fe.

El Papa parte de las palabras de Cristo: “Yo te he amado” (Ap 3,9). En ellas, León XIV ve resumido todo el misterio del Evangelio: Dios ama con predilección a los pequeños, a los débiles, a los descartados. Por eso, el amor a los pobres no puede reducirse a filantropía o asistencialismo; pertenece al corazón mismo de la fe cristiana. En los pobres —afirma con fuerza— se refleja el rostro de Cristo, y en su clamor se escucha la voz de Dios. Ignorarlos es apartarse del Evangelio.

La pobreza como lugar teológico

En continuidad con los Padres de la Iglesia, el Papa recuerda que la limosna no es una generosidad voluntaria, sino un acto de justicia debida. Lo que poseemos, dice citando a san Ambrosio, pertenece también a los pobres. Esta visión desmantela cualquier intento de espiritualizar la pobreza o de justificar la desigualdad como resultado del mérito individual. León XIV denuncia la “falsa meritocracia” que culpa al pobre de su situación y deshumaniza la economía. En un mundo que consagra el éxito y el rendimiento, el Papa propone la sabiduría evangélica de los humildes: ellos evangelizan con su esperanza y con su resistencia al mal.

exhorta a los cristianos que ejercen responsabilidades públicas, económicas o culturales a transformar las condiciones que generan exclusión y precariedad

Esta perspectiva tiene implicaciones sociales y políticas profundas. La justicia hacia los pobres —afirma el Papa— no es solo individual, sino estructural. Por eso exhorta a los cristianos que ejercen responsabilidades públicas, económicas o culturales a transformar las condiciones que generan exclusión y precariedad. A los gobernantes les recuerda que no hay verdadera política sin justicia; a los empresarios, que la productividad sin humanidad destruye el bien común; y a los laicos comprometidos, que la fe debe hacerse cultura, economía y servicio concreto.

Una Iglesia pobre y para los pobres

En el corazón de Dilexi te está la invitación a reconstruir una Iglesia “pobre y para los pobres”. León XIV no idealiza la pobreza, sino que llama a una conversión eclesial que libere a la Iglesia de la tentación del poder, del lujo y de la autorreferencialidad. La auténtica riqueza de la Iglesia —afirma— no son sus bienes, sino la caridad vivida en comunión. Los santos, desde san Lorenzo hasta Teresa de Calcuta, son testigos de esta verdad: la Iglesia ha sido fiel a Cristo solo cuando ha estado cerca de los pobres.

León XIV propone una “reforma desde abajo”: recuperar el espíritu de servicio de los primeros diáconos, la sencillez de los monjes que unieron contemplación y trabajo, la audacia de los mendicantes que evangelizaron desde la pobreza, y la entrega de los laicos y movimientos populares que hoy siguen luchando por la dignidad de los últimos. Los pobres no son objeto de atención pastoral, sino sujetos de evangelización. Ellos nos enseñan a creer, a esperar, a amar.

Un mensaje para el mundo contemporáneo

El Papa no ignora el contexto de crisis política, social y moral que marca este inicio de siglo. Señala con claridad tres heridas que definen nuestro tiempo: la expansión de la delincuencia y la inseguridad en los barrios marginados; la emergencia habitacional y migratoria; y la degradación del tejido institucional, atrapado por la partitocracia y la anomia moral. Ante esto, Dilexit te propone un trípode de reconstrucción: la productividad integral, la familia y natalidad, y la educación como misión social del cristiano.

León XIV no se dirige solo a los católicos practicantes, sino a todo creyente y persona de buena voluntad que quiera contribuir a un orden social más humano. Exhorta a los obispos y pastores a salir de la comodidad institucional; a los sacerdotes, a redescubrir la dimensión espiritual de la caridad; a los laicos, a implicarse en la vida pública sin renunciar a la fe; a los jóvenes, a construir con esperanza una civilización de la misericordia.

El juicio del amor

El texto culmina recordando la parábola del buen samaritano: el verdadero discípulo es quien se detiene ante el que sufre. En el Juicio final —subraya el Papa— no se nos preguntará por nuestras palabras, sino por el amor concreto: si dimos de comer, si visitamos, si consolamos, si liberamos. La limosna, entendida como encuentro personal, no sustituye la justicia, pero la prepara. “La caridad —escribe León XIV— es el ala de la oración; si no le das alas, no volará”.

El amor a los pobres es la medida del amor a Cristo.

En Dilexi te, León XIV traza el programa espiritual de su pontificado y, quizás, de toda la Iglesia de nuestro tiempo: volver al Evangelio en su desnudez, redescubrir a Cristo en los pobres y reconstruir desde ellos una humanidad reconciliada. La exhortación no ofrece estrategias políticas ni recetas técnicas; ofrece una conversión del alma eclesial y una dirección moral para el mundo. El amor a los pobres es la medida del amor a Cristo.

Todo esto contiene dos grandes cuestiones, que precisamente señalan aspectos débiles o contradictorios de la propuesta de la Iglesia.

Uno de ellos es que el planteamiento hacia los pobres requiere de proyecto y acción política, lo cual hoy no existe, ni a derecha ni a izquierda. Pero de política normal, técnicamente bien concebida, ambiciosa y viable basada en el buen funcionamiento de las instituciones. Y por consiguiente alejada del “pobrismo” de los “iluminismos sectarios” Para abordar la pobreza en serio, hoy dada la magnitud del Estado, no necesitamos de la denuncia profética, sino de voluntad política y calidad de estadista. Por eso, aquellos que tuercen el gesto cuando la Iglesia denota su consideración más social, ganarían mucho políticamente, traduciendo en políticas concretas los fundamentos, criterios y principios, que anuncia el Papa.

No hay justicia cristiana sin transformar las estructuras que generan exclusión.” #PapaLeónXIV #DoctrinaSocial Compartir en X

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