fbpx

Dulce nombre de María: victoria en la batalla

Iglesia

COMPARTIR EN REDES

Esta celebración, que originalmente comenzó en España (Cuenca) en el siglo s.XVI, fue extendida a toda la Iglesia en 1683 por el Papa Inocencio XI en agradecimiento a la intercesión de la Virgen María en la crucial Batalla de Viena.

Pero ¿Cómo se relaciona su celebración en Cuenca con la extensión a toda la iglesia?

La celebración española con el Dulce Nombre de María se remonta a 1513, cuando se festeja por primera vez en Cuenca con la aprobación de León X. Aunque existe debate sobre la autenticidad de la bula, es evidente que este evento permitió que la festividad se difundiera.

A lo largo del tiempo, figuras clave como San Simón de Rojas promovieron esta devoción, fundando la Congregación de los Esclavos del Dulcísimo Nombre de María.

La fiesta se extendió en España gracias a la influencia de los Trinitarios, y, tras varias peticiones, el Papa concedió su celebración en todas las diócesis españolas en 1671.

En 1683, el Papa Inocencio XI, también terciario trinitario, tras un baile de fechas estableció la festividad al 12 de septiembre, haciéndola extensible a toda la cristiandad como acción de gracias por la victoria en la batalla de Viena. Así, el Dulce Nombre de María quedó profundamente arraigado en la tradición trinitaria y española.

Bajo la protección de la Virgen

En 1683, el Imperio Otomano avanzaba hacia Europa Occidental, con Viena como objetivo principal. La amenaza era grave, y los europeos temían una invasión inminente. En medio de esta crisis, Juan III Sobieski, rey de Polonia, luchó, movido por su profunda devoción a la Virgen María. Antes de marchar hacia Viena con su ejército, Sobieski hizo una parada en el santuario de Czestochowa, donde él y sus tropas rezaron fervorosamente bajo el estandarte de Nuestra Señora.

En la mañana del 12 de septiembre, Sobieski asistió a la misa y, lleno de confianza en la protección de la Virgen, declaró a sus tropas: «¡Marchemos con confianza bajo la protección del Cielo y con la ayuda de la Santísima Virgen!». A pesar de estar en inferioridad numérica, el ejército de Sobieski consiguió una victoria decisiva sobre los otomanos, salvando a Viena y, en gran medida, a Europa. Sobieski atribuyó la victoria no a su pericia militar, sino a la intervención divina, proclamando: «Veni, vidi, Deus vicit» — «Llegué, vi, Dios venció».

Por ello, el  Papa Inocencio XI, reconociendo el papel fundamental de la Virgen en esta victoria, instituyó la conmemoración del Santísimo Nombre de María para agradecer su protección. Esta fiesta no solo recuerda el poder intercesor de María, sino también el papel de la oración, especialmente el rezo del Rosario, como fuente de fortaleza espiritual en momentos de crisis.

Gracia, esperanza y dulzura

San Alfonso María de Ligorio, en su obra «Las Glorias de María», enfatiza la importancia del nombre de María y su poder para atraer gracia y consuelo a quienes lo invocan. Ligorio nos enseña que, «después del santísimo nombre de Jesús, el nombre de María es tan rico en todo lo bueno, que en la tierra y en el cielo no hay otro del que las almas devotas reciban tanta gracia, esperanza y dulzura». El nombre de María es fuente de esperanza y una llave que abre las puertas de la misericordia de Dios.

Hoy, al conmemorar el Santísimo Nombre de María, recordamos no sólo su intervención histórica en momentos decisivos, sino también su papel constante como madre y protectora de todos los fieles. María está siempre presente, dispuesta a ayudarnos en nuestras batallas personales y espirituales, mostrándonos el camino hacia su Hijo y hacia la gracia redentora.

¿Te ha gustado el artículo?

Ayúdanos con 1€ para seguir haciendo noticias como esta

Donar 1€
NOTICIAS RELACIONADAS

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.