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El camino sinodal alemán (11): sexualidades

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El último tramo de esta serie de artículos tratará de temas a los que en el lenguaje habitual erróneamente se denomina «de género». Hemos preferido la palabra «sexualidades» (en plural por la «diversidad» a la que se adhieren los sinodales alemanes) no por gusto sensacionalista, sino porque realmente es de sexo de lo que se trata, si nos atenemos a las definiciones de «género», «sexualidad» y «sexo» contenidas en el diccionario de la Real Academia. Así pues, nos ocuparemos del sexo en el «camino sinodal», por curioso que esto suene.

Este tema es, de todos los tratados en los foros de trabajo y en la asamblea plenaria del «camino sinodal», el que ha tenido más difusión  en la prensa y desatado más discusiones; erróneamente, pues aunque los argumentos y reivindicaciones relativos a este asunto aprobados en la asamblea son relevantes e inquietantes, no tienen en sí mismos un valor fundamental, sino que son consecuencias prácticas de las argumentaciones teológicas de bastante mayor calado contenidas en otros documentos y, sobre todo, en el titulado «Fundamentos teológicos del Camino Sinodal de la Iglesia Católica en Alemania», ya comentado en los artículos 6 y 7 de esta serie.

Debemos insistir en que son esos planteamientos teológicos la pieza clave del camino sinodal.

Quizá su misma naturaleza teológica, su relativa abstracción, su extensión y su falta de «gancho» medial hayan dificultado a muchos la lectura, haciéndolos parecer simplemente aburridos, farragosos, puramente formales y vacíos de contenido. Pero, aunque la teología del documento no sea precisamente la mejor, y aunque su redacción resulte soporífera, es la piedra basal sobre la que se erige toda la construcción del «camino sinodal».

Los documentos sobre sexo son la culminación del edificio, son su espectacular tejado. Por importante que éste sea, una cosa es cierta: no puede haber techo sin que se hayan construido, antes que nada, los cimientos y luego los muros. Por lo tanto, por sensacionales que sean las tesis del camino sinodal sobre sexo, no deben ser sobrevaloradas, ni se debe olvidar qué las ha hecho posibles, de dónde surgen, en qué se apoyan.

Ciertamente los asuntos sexuales han tenido muy a menudo en la moral católica un peso excesivo, casi obsesivo.

La misma palabra «moral», durante largas épocas fue aplicada con insistente frecuencia a cuestiones sexuales, se convirtió casi en sinónimo de «moral sexual», dando lugar a una especie de «hipersexualización» negativa.

En una entrevista de hace unos cuantos años, cierta ya anciana estrella de cine de la década de 1940 (hoy fallecida) afirmaba, no sin orgullo, haber interpretado papeles de asesina, pero jamás de «pecadora», refiriéndose a papeles de adúltera o seductora o amante no casada o prostituta, etc. Ese asustarse de la «pecadora» sexual (¡pecadora por excelencia!), pero tolerar, al menos en la ficción, a la asesina (como si el asesinato no fuera pecado) suena a chiste, pero refleja la realidad de una cierta época.

Parecía que esos tiempos habían quedado atrás, pero en los últimos años el sexo, si bien de otro modo, vuelve a ser omnipresente en toda discusión que se refiera a la religión.

En algunos casos hay motivos para ello, sobre todo a consecuencia del gravísimo escándalo de los abusos, y también en otros ámbitos. Sin embargo, la sexualización de todo discurso relativo al catolicismo resulta evidentemente excesiva. La mojigatería de antaño parece haber sido sustituida por un nervioso y ostentoso libertinismo, cuya causa tal vez sea el deseo de superar una mojigatería oculta, aún no vencida del todo y a la que, por medio de gestos provocadores, se intenta exorcizar histéricamente.

Por otra parte, la ola de liberación sexual de las décadas de 1960 a mediados de la de 1980, que fue congelada parcialmente por el fenómeno del sida, por esta misma circunstancia cambió de curso, derivando en hábitos y en conceptos éticos extravagantes y afines a la patología, de modo que en los últimos treinta años se ha producido una aceptación y una popularización en masa, hasta entonces desconocidas, de fenómenos como la pornografía dura, el sadomasoquismo, el transexualismo, etc., que son asumidos no sólo como normales y tolerables, sino incluso como muy respetables y a veces hasta recomendables.

En el ámbito intelectual, también los llamados estudios de género sufrieron una evolución muy particular.

En principio, los estudios de género no tienen por qué ser otra cosa que investigaciones científicas interdisciplinarias en las que, desde disciplinas como la medicina, la psicología, la sociología, la sexología, la biología, la historia, la filología, la filosofía, la teología, etc. se estudien los distintos aspectos de la sexualidad en todos los ámbitos de la vida humana.

Muy pronto, y cada vez con mayor insistencia, los estudios de género han contribuido a formar una ideología y tendido a confundirse con ella. En ésta se han combinado posiciones procedentes de determinadas corrientes feministas, de ciertos sectores del liberalismo, la izquierda y el anarquismo, así como de grupos reivindicativos homosexuales y de casi toda comunidad situada en la «periferia sexual», cuanto más exótica mejor.

Por supuesto, es posible realizar investigaciones serias en el ámbito de los estudios de género sin caer en ideologizaciones, pero esta posibilidad va desapareciendo, ya que en las instituciones académicas se impone rápidamente una cada vez más estricta y monopolizadora ideologización tanto de la docencia como de la investigación.

En resumen, si queremos entender cabalmente las tesis del camino sinodal en relación con asuntos sexuales, debemos tener en cuenta tanto un cierto lastre propio del pasado católico, como el nuevo y crispado rumbo dado en las últimas décadas al movimiento de liberación sexual, sin olvidar el desvío ideológico padecido por los estudios de género.

Estos factores históricos determinan muchas actitudes y una cierta «Weltanschauung» (lo que podría traducirse más o menos como concepción o visión de conjunto del mundo, la existencia, la vida, el universo) que también han invadido la Iglesia y que se manifiestan muy claramente en el camino sinodal.

Parecía que esos tiempos habían quedado atrás, pero en los últimos años el sexo, si bien de otro modo, vuelve a ser omnipresente en toda discusión que se refiera a la religión Clic para tuitear

 

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