El Papa Francisco ha reclamado “un mundo sin armas nucleares es posible y necesario” en el mismo centro donde detonó la bomba nuclear lanzada por Estados Unidos sobre Japón en la I Guerra Mundial, la única de esas características lanzada nunca contra una población.
El mensaje de Francisco llega en su segunda etapa de su viaje apostólico asiático, que primero le llevó a Tailandia. La bomba atómica que cayó sobre Nagasaki el 9 de Agosto, de 1945 en el punto donde en la actualidad se encuentra el Parque de la Paz, donde se encontraba el obispo de Roma
“Con el convencimiento de que un mundo sin armas nucleares es posible y necesario -afirmó el Papa-, pido a los líderes políticos que no se olviden de que las mismas no nos defienden de las amenazas a la seguridad nacional e internacional de nuestro tiempo. Es necesario considerar el impacto catastrófico de un uso desde el punto de vista humanitario y ambiental, renunciando al fortalecimiento de un clima de miedo, desconfianza y hostilidad, impulsado por doctrinas nucleares”.
A juicio de Francisco, la situación de nuestro planeta reclama en la actualidad una reflexión sobre estos eventos y cómo esos recursos podrían ser utilizados, con referencia a la compleja y difícil implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y alcanzar así objetivos como el desarrollo humano integral. “Así lo sugirió ya, en 1964, el Papa san Pablo VI, cuando propuso ayudar a los más desheredados a través de un Fondo Mundial, alimentado con una parte de los gastos militares”.
Herramientas de confianza, no armas nucleares
Francisco afirmó que «es crucial» crear herramientas que aseguren la confianza y el desarrollo mutuo: “Nadie puede ser indiferente ante el dolor sufriente de millones de hombres y mujeres que hoy siguen golpeando a nuestras conciencias; nadie puede ser sordo ante el grito del hermano que desde su herida llama; nadie puede ser ciego ante las ruinas de una cultura incapaz de dialogar”.
“La cruz bombardeada y la estatua de Nuestra Señora -prosiguió el Papa-, recientemente descubiertas en la Catedral de Nagasaki, nos recuerdan una vez más el indescriptible horror sufrido en su propia carne por las víctimas y sus familias”. Según Francisco, la posesión de este tipo de armas no son la respuesta a un mundo estable.
Ante un mundo que “vive la perversa dicotomía de querer defender y garantizar la estabilidad y la paz en base a una falsa seguridad sustentada por una mentalidad de miedo y desconfianza”, el Papa dijo que con esta manera de vivir se termina por envenenar las relaciones entre pueblos e impedir todo posible diálogo.
Y es que, a juicio del Pontífice, “La paz y la estabilidad internacional son incompatibles con todo intento de fundarse sobre el miedo a la mutua destrucción o sobre una amenaza de aniquilación total». El Papa recordó que sólo es posible desde una ética global de solidaridad y cooperación al servicio de un futuro plasmado por la interdependencia y la corresponsabilidad entre toda la familia humana de hoy y de mañana.