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El pecado político del mundo católico

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El mundo católico en España, mejor dicho, una buena parte de él, vive bajo un tipo de pecado de omisión en lo que refiere a su actitud hacia los instrumentos y medios que permiten construir el bien común en su estadio mayor: la política.

Pero, vayamos por partes, y empecemos por una previa. Según el CIS de Tezanos, la población que se declara católica  en octubre de 2021 era del 55%, un 35% no eran practicantes y un 18% si lo eran, los ateo serian el 16,3 los agnósticos el 13 y los sin religión el 13%. Los católicos han caído del 67% en el 2020 al 55% en un tris tras.

No se lo crean, el que está a caer de un burro es el máximo responsable del CIS, Tezanos, que lo ha convertido en el huerto particular de Sánchez. Y todo esto ya dice mucho y mal de quienes nos gobiernan y abusan de nosotros.

¿Por qué puedo afirmar con tanta rotundidad que las muestras que utiliza Tezanos están sesgadas para favorecer el voto a la progresía? Porque  en el ámbito de la opinión política tenemos decenas y decenas de encuestas y de resultados electorales que demuestran que lo que hace Tezanos es un mal apaño, que ha  conseguido que el CIS, a pesar de su incomparable dotación de recursos, este en la cola de la clasificación de empresas demoscópicas, con una valoración inferior a cuatro (el primer lugar corresponde a GAD3 con una puntuación de 8). Y como está sesgado políticamente, lo está también en términos religiosos, porque hay, de siempre, una correlación entre el voto mayoritario al PSOE y a Yolanda Díaz y la adscripción atea y agnóstica.

En el caso de la adscripción religiosa, tenemos, además:

  • Con carácter general, los estudios sociológicos que indican que no se producen reducciones tan rápidas del sentido de la pertenencia religiosa,
  • En lo concreto y empírico, tenemos una serie paralela para comparar los datos, la del Centre d’Estudis d’Opinió de la Generalitat de Catalunya (CEO).

La cifras de Cataluña, como es bien sabido, siempre, desde hace décadas, ofrecen unos registros menores de personas que se declaran católicas, y en ellas, de su nivel de práctica es así mismo inferior, pero, mira por dónde, ha venido Tezanos y gracias a él hemos cambiado en Cataluña.

Según los datos de la serie del CEO se declaran católicos el 55% de la población. Gracias a la egida del gobierno más progresistas y feminista de la historia y sus adláteres, los catalanes al fin somos tan católicos como el resto de los españoles. Empatamos  en aquella cifra. Naturalmente, en la serie del CEO no se aprecia en Cataluña la caída que señala Tezanos. O sea, que mientras en Madrid, Málaga o Cuenca, o donde sea de España, los católicos se borraban a mansalva, en la mucho más descreída Cataluña la cosa seguía como si nada. Es más con los datos del año 2021 y 2022 se observaba que decrecía el número de católicos que decían que nunca asistían a la Iglesia y aumentaba la práctica, incluso entre los más jóvenes. Fue el efecto post Covid.

¿Por qué subrayo todo esto ahora? Por dos razones

La primera, porque con escasas excepciones (una de las más reseñables es la de Pablo Ginés en Religión en Libertad) el ámbito católico, sus múltiples universidades y sobre todo la institución eclesial  han callado ante tamaña manipulación, que se mantiene. Y ya se sabe qué sucede con quien calla.

Pero, hay una segunda razón que es más importante. Incluso con la cifras del CIS, no digamos ya con las reales, los católicos son el grupo de población más importante en España. ¿Cómo puede ser entonces que su incidencia en la política, como muestran las actuales elecciones sea entre inexistente o marginal? Los católicos practicantes son la minoría más grande en España. Poseen el mayor fenómeno de socialización presencial; la misa de los domingos y la correspondiente homilía, un fantástico factor de cohesión que no posee nadie más. Dispone de multitud de centros de servicio a la sociedad; universidades, escuelas, medios de difusión. ¿Cómo puede ser que, con este inmenso potencial, sean tan irrelevantes en la agenda pública, política y ahora electoral? ¿Cómo es posible tamaña anomalía?

A estas alturas de la campaña electoral podemos decir con rotundidad que los temas de la agenda católica no existen o son marginales. Vida, aborto, eutanasia, suicido asistido, natalidad, familia, matrimonio, educación y el papel de los padres, patria potestad, la situación de los grupos marginados, como las personas que viven en la calle, los ancianos que viven en residencias mayoritariamente faltadas de medios, la trata de personas y la prostitución, la pornografía infantil y el problema de la extensión del delito de pederastia en la sociedad y en las propia instituciones dependientes del estado, la inmigración, el estado de los Centros de Internamiento de Extranjeros ,o en otros aspectos, las propuestas sobre el bien común, la participación real de los ciudadanos, el respeto a las leyes y a la Constitución.

Llamativa es toda falta de referencia al hecho de haber pasado de un estado neutro desde el punto de vista religioso, que reconoce las confesiones en términos positivos y nominalmente a la Iglesia Católica, a un régimen de ateísmo práctico, donde Dios está censurado en el espacio público político y la confesión católica cancelada en la escuela pública y el sistema de enseñanza.

Éstas y más cuestiones no cuentan, y los católicos reaccionan en gran medida de dos maneras: con un voto protesta a quienes, si defienden aisladamente algunas de aquellas cuestiones, pero se muestran plenamente alejados de lo que nos pide Jesucristo y nos señala la Iglesia en su doctrina social, o apoyan sin más a quien puede ser una alternativa al mal trago del gobierno de estos años.

Y, ¿Qué se puede hacer, si no esto?

Menuda pregunta, que ya revela la omisión católica en política. Pues, lo que hacen muchos otros, porque la respuesta hace tiempo que es conocida. Organizarse masivamente como católicos, movilizarse persiguiendo objetivos concretos, proponer medidas, propuestas, leyes, presionar, argumentar públicamente en los propios y medios y donde haya lugar, pedir, exigir, demostrar que hay un voto activo y que no es incondicional, presentar propuestas y educar políticamente y acompañar espiritualmente. La batalla cultural no es como creen algunos algo diferenciado y previo a la batalla política, sino simultaneo

La formación católica es baja porque quienes disponen de medios han convertido la doctrina social en un ejercicio teorizante y abstracto, todo lo contrario a lo que es la fe cristiana. Nuestros pastores con contadas y buenas objeciones huyen  de todo interés político, ¿Cómo van a educar y acompañar, entonces?

Lo que nos sucede y lo que le sucede por esta causa a la sociedad española es  en una medida determinante consecuencia de nuestro pecado de omisión.

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Denuncia precisa concentrada en la conclusión de los dos párrafos finales.
    La omisión del aspecto cívico del Evangelio. Creer que con esa teoría predominante en homilías se va a una situación mejor… Y si solo fueran los pastores… Leemos la entrevista de La Contra de «La Vanguardia» de hace unos días a la abadesa de San Benet de Montserrat: ni una palabra evangélica, ni –por decir algo– de los padres o doctoras de la Iglesia; ni, yendo al caso de este artículo, de los paquebotes de basura ideológica legislativa que hoy se han descargado y descargan sobre las sociedades occidentales con su puesta en acción y con su resultado incivil, grosero, socavador, demoledor de las almas. ¡Cuánta vergüenza, Dios mío, por favor, cuánta vergüenza!

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