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El reto de ser lo que se es

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Estamos en una época en que priva el reto. Muchos somos los que intentamos hacer algo que nos supere, y nos ponemos algún envite que nos desafíe a superar nuestras limitaciones, las más de las veces imaginarias. Pero hay retos y retos. Por encima de todos aquellos retos que nos impelen a más o nos derrumban eficacia y entendimiento, pienso que podríamos poner el reto de ser lo que queremos ser. Porque hay muchas personas que se quedan en el querer, y de ahí no pasan… y cuando se te plantan aduciendo que son lo que les pasa por la cabeza, tú debes pararlos y aclararles el entuerto: para ser hay que ser, y no solo querer; no hay más.

Ciertamente, está demostrado científicamente que, al estar focalizarlo, nuestro cerebro no descansa, sino que incluso durmiendo sigue buscando la manera de resolver el entuerto y convertir la motivación en obras, que son hechos. Y lo hace generando ideas nuevas y relacionándolas en nuevas asociaciones que le permiten avanzar desde donde está, a un terreno que ni ella ni nadie conoce aún, porque, si lo mira como se debe, lo tiene por descubrir “a su manera”.

La presión a que nos somete el mundo (o más apropiadamente, las personas que nos restan), nos frena; pero si conseguimos ver la situación a que nos enfrentamos de manera nueva, con nuevos bríos y nuevos enfoques, al focalizarnos bien, el enfoque lo movemos por todo el poliedro de la realidad, hasta que nos sentimos plenos con nuestra experiencia de lo que buscamos, e incluso sin buscarlo. Pues al entrar en modo personal, todo es posible. Y vemos el poliedro en todas sus caras.

Una vez penetrado el modo personal, facilita enormemente las cosas el saber encontrar momentos para desconectar de la situación a que el mundo nos tiene retenidos, para así conseguir multiplicar exponencialmente los enfoques posibles, que ya hemos dicho que son innumerables e impredecibles, al tiempo que vamos desarrollando nuevas habilidades. Para todo ello, el cociente intelectual es importante, pero lo es más la actitud que adoptamos ante la vida. Saber crear esas condiciones nos hace superarnos al máximo, incluso en contra de las lacras de nuestra genética. Como dicen insistentemente los psicólogos, no son los acontecimientos los que nos causan estrés y nos rebelan, sino nuestra forma de verlos.

Descubriendo un mundo nuevo

Hasta aquí la ciencia. No obstante, debemos considerar siempre la fidelidad a la ética que nos hace o debe hacer respetar nuestra Naturaleza de seres creados. Porque sí, podemos ser lo que queramos, pero debemos hacerlo siempre de acuerdo con la única ley: la Verdad. Ahí tenemos la guerra que se está entablando en la ciencia con el debate de si, como personas creadas, tenemos o no derecho de manipular la Creación, que −digan lo que digan− es manipular la Verdad.

Por otro lado, no debemos imponer nunca nuestra voluntad a otra persona, pues partimos de una realidad, y la que afrontamos no es más que la parte que cada uno de nosotros ve de la realidad, puesto que cada uno la ve “a su manera”; una manera que no tiene por qué ser mejor ni peor, siempre que sea fiel a la Verdad. Y no olvidemos que junto a la Verdad está nuestra libertad, que es consecuencia de aquella.

Así, actuar forzando al hermano revienta toda posible realización del propio proyecto, y rompe a la persona a la que se obliga, lo cual es perverso. Es la actitud que degenera tantas veces en una situación en que una persona quiere saber todo lo que tú sabes pero no quiere que sepas todo lo que ella sabe, porque quiere saber más que tú. Es la ciencia sometida por el nuevo despotismo ilustrado y el de aquellos que pretenden emularlo, que siempre termina en un sistema perverso en que la verdad se hace a medida de cada uno, una verdad “a la carta”. Un problema añadido es que muchas personas no saben lo que son, y cuando se les pregunta por ello se lo inventan, pues no quieren ser menos que nadie.

Cosas y casos

En nuestro sorprendido mundo se dan casos como el de aquella cantante que se autodenomina cristiana y tanto cuando está sobre el escenario como cuando aparece en entrevistas como cuando se pasea por la calle, enseña más de lo que tiene, y así, por su manera de vestir y de moverse se hace mirar con ansia a esas partes que ha exagerado traicionando con un bisturí a la Naturaleza. (Y luego dice que se extraña de cómo la miran los hombres y de que no te creas que es cristiana… hasta llegar a denunciarte por mirarla y pronunciarte por lo que ves que esa pobre mujer no dice que es, porque se engaña).

En esa misma línea, tenemos también a ese político que afirma ser católico, y es un ávido defensor del aborto… además de corrupto con las finanzas. No es de extrañar: es su forma de mirar la realidad, tan pervertida como engañosa y engañada.

Vemos también cosas y casos como el de aquel empresario cuya especial presencia pública le impele a, en el momento de las ofrendas en la misa de cada domingo y fiestas de guardar, echar al vuelo un billete de los grandes para que todos lo vean y digan abiertamente: “¡Oh, Dios! ¡Es un santo benefactor de la Humanidad!”.

Puestos a rezar, señalemos a aquel jovencito que se prodiga con Rosarios diarios dirigidos a la Virgen pidiéndole la realización de su sueño, y cuando se le concede, deja el Rosario diario, planta a la Virgen y se dedica a vivir una vida −nunca mejor dicho− de “¡viva la Virgen!”.

Y qué hay, si no, de esa madre de familia que acribilla hasta la paranoia a sus hijos exigiendo ejemplaridad y liderazgo, sometiéndolos a su propia idea de lo que ella quiere que sean según sus complejos y no educándolos a partir de lo que son, y ella se permite sobrepasar todo límite de forma asidua, hasta el punto de llegar a dejarse hacer por un macho sediento delante de su propia nada inocente hija, que finge estar dormida pero disimuladamente la contempla exhausta con un ojo a medio abrir.

Por tanto, para ser no es imprescindible “romper las reglas”, sino que basta, siguiéndolas, mirar de manera nueva; y, como hemos dicho, para ello debemos permanecer siempre fieles a la Verdad. Si te pones en línea con Dios y el universo que Él ha creado, no puedes hacer otra cosa que bien, belleza y verdad. Y es que de eso se trata la vida: de aprender a ser lo que se es, y no de inventárselo; no tratar de imponer lo que se quiere ser y no se es, sino correr el velo y descubrirse con esfuerzo y por la propia dinámica de la existencia: ser auténtico o morir. Lo contrario es cobardía. Así que ya sabes, hermano, mi hermana del alma: para serlo no te hace falta más que una cosa: valentía. ¡Atrévete a ser tú, descúbrete! −Si no, habrás perdido la vida.

Twitter: @jordimariada

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