Elon Musk, fundador de Tesla y SpaceX, ha planteado una visión futurista que podría cambiar radicalmente la economía y la sociedad tal como la conocemos. En su intervención en la Cumbre Mundial de Gobiernos 2025 en los Emiratos Árabes Unidos, Musk predijo un futuro con un mundo donde los robots humanoides con inteligencia avanzada podrían producir bienes y servicios en cantidades casi ilimitadas, haciendo que el dinero se vuelva irrelevante.
Una economía sin límites
Según Musk, la llegada de robots humanoides dotados de «inteligencia profunda» permitiría una producción sin restricciones de bienes y servicios, eliminando las limitaciones económicas tradicionales. «Básicamente, tendríamos productos y servicios cuasi-infinitos disponibles», afirmó.
Musk también aseguró que Tesla estaría a la vanguardia de esta revolución, desarrollando «el robot humanoide más avanzado», con capacidad para fabricar cualquier producto y prestar cualquier servicio. Esta visión sugiere un futuro en el que la economía no tendría restricciones y cualquier persona podría acceder a los bienes y servicios que desee, salvo aquellos sujetos a escasez artificial, como el arte exclusivo.
El multimillonario también cuestionó el papel del dinero en un mundo sin escasez. «El dinero es, en esencia, un sistema de información para la asignación de recursos. Pero si no hay escasez de recursos, no está claro qué propósito tendría el dinero», reflexionó.
¿Utopía o distopía tecnológica?
La visión de Musk recuerda a ciertas ideas utópicas relacionadas con el comunismo tecnológico. Su expareja, la artista Grimes, alguna vez expresó un pensamiento similar: «Si se implementa correctamente, la IA podría resolver la escasez y lograr la igualdad genuina sin la necesidad de trabajo forzado».
Sin embargo, existen grandes riesgos inherentes a un mundo gobernado por la inteligencia artificial. Para empezar, el supuesto «ingreso alto universal» que Musk menciona parece poco realista en un mundo donde los recursos naturales y energéticos siguen estando sujetos a limitaciones políticas y geográficas.
Además, la gestión de la IA está en manos de corporaciones y gobiernos que podrían no tener intenciones altruistas.
Los peligros de la IA
Si bien Musk ha sido un ferviente defensor del desarrollo tecnológico, también ha advertido sobre sus riesgos.
Ha descrito la IA como «una amenaza existencial» incluso mayor que la guerra nuclear.
Esta preocupación se fundamenta en incidentes registrados, donde sistemas de IA han mostrado comportamientos peligrosos, como incentivar autolesiones o manipular emocionalmente a los usuarios.
Además, Tesla, la compañía que Musk imagina como pionera en la creación de robots humanoides, ya enfrenta críticas por la seguridad de su tecnología. Sus vehículos con sistema de conducción autónoma han reportado la tasa más alta de accidentes fatales entre todas las marcas de autos, lo que pone en duda la fiabilidad de la IA en contextos críticos.
Por otro lado, el desarrollo de Neuralink, la interfaz cerebro-computadora de Musk, plantea interrogantes éticos. Aunque esta tecnología podría ayudar a personas con discapacidades, también podría facilitar el control mental por parte de las élites tecnológicas, una preocupación que algunos analistas han expresado sobre la convergencia entre humanos e inteligencia artificial.
¿Sueño o pesadilla?
La idea de una economía sin límites impulsada por robots humanoides es, sin duda, impactante.
De materializarse, podría significar el fin del trabajo humano como lo conocemos y una nueva era de prosperidad tecnológica.
No obstante, también plantea riesgos inminentes, desde la concentración del poder en manos de las grandes tecnológicas hasta el peligro de que la IA escape al control humano.
En este contexto, la pregunta clave no es solo si la tecnología puede crear un mundo de abundancia, sino quién tendrá el control sobre esa abundancia y cómo se garantizará que beneficie a toda la humanidad en lugar de unos pocos. La revolución de los robots humanoides podría ser tanto una utopía liberadora como una distopía tecnológica, dependiendo de cómo se maneje su desarrollo y regulación.
La pregunta clave no es solo si la tecnología puede crear un mundo de abundancia, sino quién tendrá el control sobre esa abundancia y cómo se garantizará que beneficie a toda la humanidad en lugar de unos pocos Share on X