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Ética civil y moral religiosa (I)

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En la agenda política de los próximos meses aparecen varios temas que volverán a abrir el debate sobre la ética civil. Es evidente que el Estado debe actuar según unos principios éticos que sirven de cimientos a las normas jurídicas a la hora de ordenar la convivencia cívica. Estos valores éticos provienen del respeto de la dignidad humana y sus derechos. Todos los ciudadanos deben compartir esta sensibilidad. Estos valores son irrenunciables e incuestionables, y forman parte del patrimonio cultural común. La base de esta ética civil está formada por el conjunto de elementos que, por acuerdo común, definen la dignidad humana. Sin embargo, esta ética civil, a pesar de que surja del diálogo entre las diferentes sensibilidades presentes en la sociedad ante los aspectos relevantes de la existencia humana, no implica que, como dice el obispo José María Setién en su libro «Laicidad del Estado e Iglesia «editorial PPC, la existencia de un acuerdo total en la manera de entender lo que define a la persona y en qué debe consistir su plena realización.

Por ello, en torno a la ética civil pueden aparecer en determinados momentos algunos conflictos con algunas tradiciones religiosas. En algunas ocasiones, la ética civil y todos sus desarrollos normativos posteriores no coincide con las éticas religiosas. Un primer nivel de problema aparece porque el carácter imperativo de las normas éticas, sean las propias de la ética civil del Estado o las relacionadas con las religiones, no se expresan de la misma manera. Mientras la ética filosófica o religiosa afecta a la conciencia de las personas; la ética subyacente en el ordenamiento jurídico es autónoma a esta conciencia, ya que su fuente de legitimidad está en la autoridad, y las normas jurídicas son vinculantes por encima del pensamiento particular. La autoridad ha secularizado y las confesiones religiosas han renunciado a la confesionalidad de las instituciones públicas.

El conflicto entre las disposiciones legislativas y los principios religiosos se da con su máxima expresión cuando las dos éticas, la civil y la religiosa, abordan aspectos relacionados con aspectos que afectan a los valores básicos del sentido de la vida. En este punto, las instituciones religiosas, que su misión es ayudar a formar la conciencia individual de los creyentes, se pueden confrontar con ciertas decisiones tomadas legítimamente en el ámbito autónomo y secular de la política. La solución de este conflicto no pasa ni por la vuelta al convencionalismo político o la adopción de un laicismo excluyente. Hay que asumir el conflicto y, a continuación, explorar sus soluciones desde un marco más cercano a la realidad de la sociedad civil.

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