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La fecundación artificial: un negocio en auge que comercializa con la vida humana

Familia

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La fecundación artificial, que constituye un desafío bioético mayúsculo al manipular embriones humanos y eliminar algunos, ha experimentado un auge significativo en las últimas décadas. Su crecimiento ha desencadenado preocupaciones éticas y dilemas sobre su práctica.

La esencia del debate radica en la manipulación de embriones vivos. Estos embriones ya poseen una información genética completa e irrepetible que se asemeja a un ser humano en potencia. Esta intervención ha llevado a muchos sectores, liderados en gran medida por el humanismo cristiano, a cuestionar si es ético manipular artificialmente un embrión que contiene toda la información necesaria para desarrollarse como una persona.

A esto se suma que el incremento en la demanda de tratamientos de fecundación artificial está vinculado al crecimiento de casos de infertilidad a nivel global. En el mundo occidental, una tendencia creciente es que muchas parejas eligen posponer su decisión de ser padres, priorizando primero otras experiencias vitales. Esta decisión, tomada a edades biológicamente menos recomendables, disminuye las posibilidades de concepción natural.

La fecundación artificial, un lucrativo negocio

Con el crecimiento de esta demanda, la fecundación artificial se ha transformado en un lucrativo negocio. La industria farmacéutica, junto con clínicas privadas de fertilización, ha visto aumentar sus ingresos de manera exponencial. Esta situación ha despertado críticas sobre la comercialización de un proceso tan íntimo y humano como la concepción.

Desde el nacimiento de Louise Brown, el primer bebé concebido a través de fecundación in vitro en 1978, la tecnología y las técnicas han avanzado notablemente. No obstante, la realidad es que muchos tratamientos aún no logran culminar con éxito, lo que lleva a las parejas a enfrentar ciclos de esperanza seguidos de desilusión. Esto ha fomentado, por otro lado, que algunas clínicas ofrezcan tratamientos «complementarios», con costos adicionales, que no siempre garantizan un mayor índice de éxito. El fracaso abre una nueva línea de negocio.

En el horizonte científico, se vislumbran avances que aún harán más efectiva esta práctica demoledora para la bioética, como la gametogénesis in vitro. Esta técnica permitiría producir óvulos a partir de células cutáneas y sanguíneas, lo que podría significar un nuevo paradigma en el campo de la fertilidad.

La sociedad actual se encuentra ante el desafío de equilibrar el deseo de traer vida al mundo con las preocupaciones inherentes a la manipulación y comercialización de los primeros estadios de esa vida.

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3 Comentarios. Dejar nuevo

  • “La esencia del debate radica en la manipulación de embriones vivos. Estos embriones ya poseen una información genética completa e irrepetible que se asemeja a un ser humano en potencia.”
    Yo no diría que la información genética se asemeja, sino que es la de un ser que es humano, no en potencia, sino de forma real. Nada más y nada menos.
    Estos embriones vivos son seres humanos en el inicio de su existencia. Tan ser humano es el embrión como el adulto hacia el que este embrión se proyecta, porque todos los adultos, sin excepción, hemos sido antes embriones, fetos, bebés, niños, adolescentes… Estas nomenclaturas son solo signos con los que dividimos y clasificamos el desarrollo continuo, sin grietas ni paréntesis, de la vida de un ser humano. Cada momento de esta vida, desde la concepción hasta la muerte, es una realidad concreta con sus propias potencialidades. Los niños cinco años no están en edad de reproducirse, igual que los bebés no están en edad de caminar, ni los estudiantes de ESO en edad de ejercer como médicos. Asimismo, aunque los embriones no estén en edad de hacer lo que harán cuando sean adultos, hacen muy bien lo que son capaces de hacer por la edad que tienen: construir y desarrollar su propio ser para que esté en condiciones de nacer y seguir con su desarrollo personal.
    Los embriones tienen la misma dignidad humana y se merecen el mismo respeto que la sociedad concede a los adultos. El pleno reconocimiento de esta dignidad menoscabada pasa por afinar la mirada con que contemplamos a los embriones, una mirada que se nos ha vuelto miope a causa del ninguneo con que el pseudo-feminismo abortista trata a los seres humanos en su etapa de embriones humanos. Hay que recuperar la lucidez de una visión limpia de prejuicios y mirar a los embriones como lo que realmente son: seres humanos en plenitud que existen en un ámbito temporal en el que todos hemos existido.

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  • La fecundación artificial, que en sus inicios fue una técnica buena y digna, ha venido a parar en una chapucería infame, con efectos colaterales tan denigrantes como la producción de los llamados “embriones sobrantes”, que se manipulan, congelan o destruyen sin empacho alguno.
    Una vez más, hemos caído en esa soberbia desmedida con la que el espíritu del mal se afana en tentarnos para que nos maltratemos unos a otros. Ahora ha logrado que maltratemos a los seres humanos en la etapa inicial de su vida, despersonalizándolos y deshumanizándolos como si no fuesen más que material biológico para usar o desechar.

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  • Por dedicarse a investigar y mejorar los procesos de fecundación artificial, se olvidan de un negocio mejor y ético: investigar la cura de la infertilidad.

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