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Fraternidad, regeneración del mundo

ĀæQuĆ© significa hoy hablar de regeneración? ĀæLa fraternidad conserva el mĆ­nimo de chiribita, de llama ardiente en la mecha finiquitada de nuestra actual vivencia de la solidaridad? Hablamos de solidaridad desinteresada, desligada de todo interĆ©s de parte con que tantas personas parasitan de la pobreza de las personas mostrando su pretendida superioridad. Y hablamos de pobreza en sentido amplio, que indica escasez de algo que se necesita. En la actualidad –hoy, por lo menos-, pobres lo somos todos. FĆ­jate quĆ© te digo, que incluso son mucho mĆ”s pobres los ricos, y cuanto mĆ”s ricos, mĆ”s.

ĀæMe tachas de exagerao? ĀæTe tranquilizo o te excito? TĆŗ verĆ”s si te inquietas -segĆŗn te dicte tu conciencia- si te insisto que hay poco, poquĆ­simo rico que sepa abstraerse del placer y la prepotencia consuetudinarios que da su riqueza. Ya afirma JesĆŗs su sentencia clamorosa: ā€œĀ”QuĆ© difĆ­cil es para un rico entrar en el Reino de los Cielos!ā€ (Mt 19,23). Pasma ciertamente como pocas de sus afirmaciones. Porque el Cielo –se diga o no se diga, se reconozca o no se reconozca- lo deseamos todos. Por eso los Apóstoles se quedaron sobresaltados: ā€œĀ”Entonces, ĀæquiĆ©n podrĆ” salvarse!?ā€ (Mt 19,25). El problema se agrava cuando ciertas muchas personas buscan ā€œlos placeres de la vida y la seducción de las riquezasā€ (Mt 13,22) en su vida mortal, y de ellos tantos hay que asĆ­ pierden su postrera oportunidad de merecerse la otra vida, pues muchos son los que –segĆŗn refiere JesĆŗs- ā€œintentarĆ”n entrar, y no podrĆ”nā€ (Lc 13,24). Su vida se transformarĆ” en muerte.

La pobreza enriquece el alma. Pero no me cojas entre lĆ­neas, que te veo… Me refiero a la pobreza del alma, esa que sabe estar desprendida de lo que posee viviendo como si no lo poseyera, tratando con el sacrificio y la limosna de asegurarse las moradas eternas. De ahĆ­ proviene la autĆ©ntica solidaridad de la que hablĆ”bamos. Esa es la manera de vivir que se premia con el Cielo. ĀæSabes por quĆ©? Porque es la Ćŗnica que sabe engranarse con la pura y simple fraternidad, desprovistos todos de toda afectación y afección pasajeras. SĆ­. De ahĆ­ –de ese pozo sin fondo- surge la eternidad ya en esta vida, hermano, y de la manera mĆ”s natural del mundo. De modo que cuando das el Ćŗltimo suspiro, ya tienes el camino preparado y llano directo a la puerta que te abre a tu vida en Dios. Para eso te creó, y con ello te premió.

Entonces, a la vista de cómo estĆ” el patio, Āæcómo puede ser que alguien que excede en posesiones (que pueden ser de riqueza material, fĆ­sica, psĆ­quica y hasta espiritual, y por eso, si lo miras bien, todos somos ricos) llegue a traspasar la puerta que lleva a la vida eterna? Lo explica el Papa Francisco: ā€œNecesitamos ir a la periferia a encontrarnos con todos aquellos que viven en los mĆ”rgenes de nuestras sociedades. AllĆ­ se esconden perspectivas capaces de regalarnos un nuevo comienzo. (…) Son la esperanza de la solidaridad en una era de exclusión e indiferencia. En la periferia pude descubrir movimientos sociales, parroquiales, educativos, capaces de nuclear a las personas, volverlas protagonistas de sus propias historias y poner en marcha dinĆ”micas con sabor a dignidad. (…) En su movilización por el cambio, en su bĆŗsqueda de dignidad, veo una fuente de energĆ­a moral, una reserva de pasión cĆ­vica capaz de revitalizar nuestra democracia y de reorientar la economĆ­a. (…) Los describĆ­ como ā€˜ejĆ©rcito invisible’. (…) Son sembradores de futuro, promotores del cambio que necesitamos: poner la economĆ­a al servicio del pueblo para construir paz y justicia y defender la Madre Tierra. (…) Al abrirnos a la periferia, a las organizaciones populares, impulsamos el cambioā€. (Papa Francisco. SoƱemos juntos. Plaza JanĆ©s Penguin Random House. Barcelona, 2020. PĆ”g. 124-126 y 131).

”Despierta, hermano! ”Hasta aquí hemos llegado! Pienso que sobran mÔs palabras. Ahora toca acción. Te necesito. Te necesitamos. Te necesitas. ”Actúa!

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