El marxismo tuvo una gran importancia en la década de los sesenta y setenta en el mundo de la cultura y la universidad, hasta ser hegemónico. Después la realidad fue mostrando sus errores y negativas consecuencias, hasta su casi total desaparición. Hoy, pocos se atreven a reclamarse marxistas.
Ahora otra doctrina ha ocupado su papel. Como el marxismo, pretende serlo todo. La verdad- la única – la explicación de la historia, la que señala lo que es ético, la que define las políticas, establece lo que es admisible y lo que no, incluso reinventa el sentido del lenguaje. Esta concepción totalizadora en la doctrina Gender, la denominada perspectiva de genero. Expresa una ideología que puede considerarse como el estadio superior de la desvinculación, porque teoriza y propugna políticas que desvinculan al ser humano de su fundamento biológico, que también quiere decir psíquico y afectivo. Es una concepción anti aristotélica, en tanto en cuando filosofa no ya fuera, sino contra la naturaleza. En este sentido, -y esta es una diferencia radical con el marxismo- está al margen de la tradición cultural occidental. Es una ruptura colosal, histórica.
Su ambigüedad radica en que se entiende en sentidos diferentes y, en lo fundamental, incompatibles. Puede ser entendida de acuerdo con la directiva de la conferencia de la ONU en la cumbre de Pequín en términos de:
«El género se refiere a las relaciones entre mujeres y hombres basadas en roles definidos socialmente que se asignan a uno u otro sexo».
Bajo esta formulación le género expresaría un sistema de relaciones construidas por la sociedad entre el hombre y la mujer, y no negaría, ni trivializaría la naturaleza biológica de ambos. Tampoco daría lugar al descubrimiento de nuevas entidades sexual. Más bien sería un enfoque dirigido a explicar y corregir las desigualdades en razón de ser mujer. Esta concreción ligada a la denominada equidad de genero, daría lugar a constituir un instrumento del feminismo. La perspectiva sería una herramienta para poner en evidencia y articular respuestas a la desigualdad entre hombres y mujeres. Pero muy pronto, de hecho en la propia Conferencia de Pequín, se constató que aquella concepción era la parte mas visible del iceberg que iba mucho más allá. Concretamente, fue Bella Abzug, ex-diputada del Congreso de los Estados Unidos quien intervino para completar la novedosa interpretación del término «género»:
«El sentido del término ‘género’ ha evolucionado, diferenciándose de la palabra ‘sexo’ para expresar la realidad de que la situación y los roles de la mujer y del hombre son construcciones sociales sujetos a cambio».
Esto ya era- y es lo que permanece- otra cosa. Significaba que no existe un hombre y una mujer resultado real de la naturaleza, que da lugar a determinados aspectos y conductos específicos propios de aquella condición sexuada, ni tan solo en el orden afectivo y psíquico. De un solo golpe la maternidad acababa de ser derrocada con otras muchas factores inherentes a los fundamentos de nuestra sociedad.
La relación entre la teoría de género y el derribo de los roles tradicionales de género se hace todavía más claro en las obras de la influencia teórica feminista y lesbiana Judith Butler. lo hace sobre todo en dos obras, El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad (1990) y Deshacer el género (2004) . Butler propugna la «teoría de la performatividad», según la cual el ser mujer u hombre es una cosa que se construye. El género es un estado construido con independencia de la naturaleza, con la consecuencia de que hombre y masculino podrían significar tan fácilmente un cuerpo femenino como un masculino, y la mujer y el femenino un cuerpo masculino tan fácilmente como una mujer. Esta autora aborda el género como concepción que le permite otorgar a las tendencias sexuales identidad política, y para conseguirlo tiene que reducir a la mínima significación la caracterización biológica del ser humano. Y esta versión es hoy la hegemónica.
El cambio tenía además otro derivada esencial. La equidad de género no se planteava por la acción sobre las condiciones sociales, sino a partir de la modificación del sujeto, afirmando la inexistencia de una esencia femenina o masculina, y cuestionar la existencia de una forma ‘natural’ de sexualidad humana. Al proceder así, desplaza el eje del debate de la injusticia social a la construcción cultural de las identidades personales. La mujer obrera ya no tenía un problema derivado de su condición de clase, y su situación era equivalente a la mujer burguesa o de la élite cosmopolita. Hacía falta que todas juntas lucharan contra el Patriarcado, que no era un determinado sistema socioeconómico, sino algunas y aisladas características culturales que definían las ideólogas del género. Por ejemplo la maternidad y el matrimonio podrían ser elementos estructurales de la opresión patriarcal. De un plumazo desaparecían las causas que hacían que las necesidades objetivas de una mujer trabajadora fueran comunes a las de un trabajador. No, el hombre, también el obrero, era un miembro del patriarcado a batir. De aquí el colocar en primer plan mediático y político la violencia contra la mujer. Ni la más abundante, ni la más preocupante, en términos de casos, porque permitía construir y mantener vivo, obsesivamente vivo, el relato del hombre como enemigo, dejando en segundo plano las diferencias derivadas del desigual papel que las personas, hombres y mujeres, tenían en el proceso del sistema económico. Así quedaba construida una alianza objetiva entre las élites cosmopolitas del tecno-capitalismo financiero y el Gender. Él es el mejor blindaje para evitar que los tenedores de la riqueza basada en el poder sean el motivo central de la desigualdad. El problema no es tal, sino que lo es el patriarcado encarnado por la condición masculina -toda- que solo puede ser suprimida liberando el polimorfismo sexual de las múltiples identidades, en las que los heterosexuales, hombres y mujeres, son una opción más- no una realidad de la naturaleza, sino una opción- equivalente a todas las otras opciones gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, transgénero, y una largas lista, como lo constata que Facebook incluya 56 formas para que los usuarios describan su género. Y no es gratuito que este exponente de la élite del capitalismo tecno-financiero apueste por este galimatías humano, porque es la mejor línea de defensa para sus intereses. Cada identidad que requiere de reconocimiento político, reivindicaciones, lucha por la igualdad, vaya tela para cortar.
Resulta difícil asumir la credibilidad de este relato mas allá de su valor estratégico: reafirmar la volatilidad de la identidad sexual, para reafirmar aquello que a Butler y otras les interesa políticamente. La reafirmación de la identidad homosexual, frente a la heterosexualidad, y la destrucción de la maternidad, que es concebida no como un fin principal, sino como un medio para fortalecer la identidad de género de la persona; no tener hijos libera a la mujer; alquilar un vientre por parte de una pareja homosexual es afirmar su homosexualidad
El Papa tiene más razón que un santo nunca mejor dicho- cuando afirma que el Gender es una jarra de agua fría contra el matrimonio, pero a pesar de ser esto muy grave, profundamente destructivo, es una guerra contra muchas más cosas decisivas. De hecho es una acción contra los fundamentos de nuestra sociedad, y aquí dentro va la viabilidad y equidad del sistema económico para la inmensa mayoría de la población
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¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ALTO!!!!!!!!! NO ACEPTAR LA HETEROSEXUALIDAD ES IR EN CONTRA DE DIOS, EN CONTRA DE LA BIOLOGÍA HUMANA, POR DIOS NO SE ENGAÑEN, MÍRENSE EN UN ESPEJO, COMPAREN LA COMPLEMENTARIEDAD PARA PROCREAR PORQUE ESE ES UNO DE LOS FINES DE LAS RELACIONES EN EL MATRIMONIO, APARTE DEL PLACER MODERADO…