Y este es precisamente el fin de esta asociación de juezas, en realidad, un grupo de presión de escasas asociadas, digamos que dos taxis de gente, y mucha búsqueda de la notoriedad mediática, con dos fines: marcar a sus compañeros jueces cuando su sentencia no les gusta e imponer una ideología política en la aplicación del derecho: “la obligación de integrar la perspectiva de género y con ella interpretar la normas”.
Si la primera práctica es desastrosa para el poder judicial, porque lo peor que le puede pasar es que cada grupo y grupito cuestione las sentencias que no les gustan de otros jueces, porque esto equivaldría a su descredito como profesión, la segunda convierte a esta Asociación de Juezas en una organización que promueve una ideología política, la de la perspectiva de género. Esto no puede ser aceptado y el órgano de gobierno de los jueces ha de tomar medidas antes de que la propia sociedad civil reaccione ante este abuso. ¿Sería inimaginable que unos jueces sostuvieran que la justicia ha de abordarse desde la perspectiva kantiana, utilitarista, marxista, comunitarista, y cuantas otras perspectivas ideológicas de interpretar la realidad se quiera? ¿Sería concebible reivindicar una justicia liberal, social demócrata, demócrata cristiana, conservadora? Es evidente que no, pues por la misma lógica no puede permitirse una asociación compuesta exclusivamente por juezas cuyo fin principal es transformar la justicia en un anexo de la ideología de género. Y si en la asociación se encuentran personas que no reúnan aquella condición, entonces la exigencia es la de su cambió de nombre, dado que con él se irrogan una representatividad de la que carecen; en este supuesto simple y llanamente estarían engañando.
Las únicas perspectivas admisibles son las que emanan de la Constitución, los respectivos códigos de leyes y la jurisprudencia. Todo lo que no sea esto, es manipulación y control ideológico y político.
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Hay asociaciones de jueces (hombres y mujeres) cuyo fin es agruparse por su afinidad profesional. Agruparse por su afinidad de sexo lleva implícito un evidente complejo de inferioridad.
Igual que las marchas del orgullo gay. Nacen de un inevitable complejo de inferioridad. Nunca se hacen marchas del orgullo masculino o femenino. Porque el hombre hombre y la mujer mujer, saben perfectamente lo que son y no necesitan más notoriedad de la evidente; con ella les basta y les sobra.
Los que son juzgados por estas señoras deben saber que la justicia que imparten no es independiente