El otro día estuve en el cine viendo la película “La Ciudad perdida” y me gustó mucho por dos razones. Primero porque es divertida y entretenida. Segundo, porque es una película familiar, apta para todos los públicos, sin contenidos ideológicos y mensajes subliminares, como estamos acostumbrados a ver últimamente. Aunque la verdad es que tiene un par de referencias sexuales que no vienen mucho a cuento. Pero es lo de menos hoy en día.
Dicen que Netflix ha perdido varios miles de subscriptores por su obsesión en meter la ideología de género y la cultura woke en todas y cada una de sus producciones. Yo puedo confirmarlo. He dejado más de una serie por eso. Incluso Disney, el ídolo de nuestra infancia, está echando a perder sus contenidos por el mismo motivo. Afortunadamente, tengo todas sus películas antiguas guardadas. Está claro que van camino al abismo y no quieren darse cuenta.
Ayer mismo en una serie de Netflix vi un alegato a favor del incesto, con la excusa de que el matrimonio entre primos no era tan malo. Está claro que, si se repiten los mismos genes, existen más posibilidades de padecer enfermedades o trastornos hereditarios. Pues incluso eso ahora lo quieren poner en cuestión. La ideología de género no tiene límites. Es lo que sucede cuando se abren puertas que no se deben abrir.
Cuando toda esta obsesión por la sexualidad y la cancelación pasen, que pasarán porque así es el péndulo de la historia, habrá que liquidar definitivamente unas décadas de la industria de la comunicación y el entretenimiento que habrán perdido completamente el sentido. Pero mientras, por desgracia, muchos niños y jóvenes andarán confundidos y desorientados al haberse puesto en duda su pasado, su familia, sus tradiciones y hasta su propio cuerpo.
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