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La cultura hegemónica. Perspectiva de género, wokismo y cancelación cristiana (2)

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El necesario cuestionamiento de la perspectiva de género y de sus diversas aplicaciones

Si se asume la teoría de la evolución como base racional para comprender el hecho humano, la perspectiva de género, incluidas las identidades LGBTIQ+, resulta difícilmente comprensible y no se integra de manera coherente en ella. Aunque la teoría de la evolución pertenece al ámbito de la biología y la perspectiva de género y las identidades LGBTIQ+ se ubican en un contexto sociocultural, esto no implica que la segunda pueda discrepar radicalmente de la primera en dos aspectos fundamentales: la caracterización humana y su horizonte de sentido natural.

Desde la teoría de la evolución, la reproducción sexual es el mecanismo central para la continuidad de la especie, con la finalidad de preservarla a lo largo del tiempo. Por consiguiente, desde una perspectiva estrictamente biológica, los individuos que no participan en la reproducción no contribuyen directamente a la continuidad genética.

Esto no puede interpretarse, dada la existencia de libre albedrío en el ser humano, en el sentido individual de predeterminación de cada persona, pero sí como una resultante colectiva. Tampoco nos dice nada extraño: las sociedades que no engendran un número suficiente de hijos acaban por desaparecer y este no es el propósito vocacional de ninguna sociedad a menos que haya perdido la conciencia colectiva sobre sí misma.

la madre heterosexual no tiene una gran consideración ni reconocimiento en el feminismo de género

Pero desde la diversidad sexual y de género, esta identidad es vista como parte de la identidad humana y no está vinculada a la función reproductiva. Es más, está  considerada como una opción más en el mejor de los casos, como algo secundario, o incluso sospechoso en la medida que depende del patriarcado: la madre heterosexual no tiene una gran consideración ni reconocimiento en el feminismo de género.

La ruptura antropológica y sus consecuencias morales, culturales, económicas y políticas son devastadoras. Representa el estadio más avanzado de la desvinculación: la biológica y antropológica. En lugar de perfeccionar su condición humana natural, la contradice. Incluso a nivel individual, las consecuencias suelen ser negativas. Se pretende desligar la experiencia humana de su biología, de manera que las decisiones relacionadas con la sexualidad, la identidad y las relaciones ya no están orientadas principalmente hacia la paternidad y la maternidad, los hijos y, en consecuencia, la fraternidad, el parentesco y la dinastía, entendida como el parentesco proyectado en el tiempo.

Cuando una sociedad, como sucede en la actualidad, fomenta las características LGBTQ+ en su población, especialmente desde la edad escolar, está actuando en contra de la finalidad última de la evolución, de la ley natural, en otros términos, y del equilibrio demográfico, con todas las implicaciones que esto conlleva.

Las consecuencias negativas de no respetar esta complementariedad son evidentes en las familias monoparentales

La evolución opera principalmente a través de la biología, aunque también puede influir en el comportamiento. De ahí proviene la base biológica de las diferencias sexuales entre hombres y mujeres, vinculadas a la reproducción (dimorfismo sexual, selección sexual, entre otros factores). Estas diferencias tienen así mismo un reflejo en el plano psicológico, manifestándose como una complementariedad entre el hombre y la mujer para crear las condiciones adecuadas para una paternidad responsable. Las consecuencias negativas de no respetar esta complementariedad son evidentes en las familias monoparentales.

El vínculo entre hombre y mujer, como padre y madre, en una relación estable, con hijos, constituye el fundamento esencial de la sociedad. Especialmente en el caso de Occidente, este modelo ha sido la base de su éxito a lo largo de los siglos.

Por el contrario, para la perspectiva de género, este no es únicamente una construcción biológica, sino también una construcción cultural, social e histórica superior a la condición de la naturaleza. El hombre y la mujer se desvanecen o desdibujan y se genera un lenguaje de ruptura radical: (personas menstruantes y no menstruantes; cónyuges por marido y mujer; progenitores por padres). El resultado es la confusión. Las identidades de género y las orientaciones sexuales son vistas como parte de un espectro fluido que no tiene por qué ajustarse a categorías binarias o biológicas. Esta fluidez opera también a lo largo del tiempo.

Existe una articulación armónica entre la concepción evolutiva, la ley natural y las instituciones familiares, que no se encuentra en la perspectiva de género. Esta última parte del supuesto de que todo es adaptable en función únicamente de la proyección del deseo humano, lo cual, además de ser peligroso, no responde a la realidad.

este planteamiento es irreal, ya que estas funciones ya están naturalmente cubiertas por abuelos, hermanos, tíos y primos, como es empíricamente evidente

Algunas interpretaciones intentan justificar la perspectiva de género dentro del marco de la teoría de la evolución, argumentando que la cooperación, el apoyo social y los roles no reproductivos también pueden ofrecer ventajas adaptativas indirectas (por ejemplo, individuos no reproductivos que ayudan en la crianza de los hijos de otros miembros del grupo). Sin embargo, este planteamiento es irreal, ya que estas funciones ya están naturalmente cubiertas por abuelos, hermanos, tíos y primos, como es empíricamente evidente. No existe un aporte ni una ventaja evolutiva demostrable en los grupos LGBTQ+ desde esta perspectiva.

Es importante aclarar que la crítica desde la ciencia no pretende asumir que biología y cultura son esferas completamente separadas o incompatibles, ni busca establecer determinismos rígidos en el ámbito individual de cada persona. Lo que señala es algo muy sencillo, concreto y evidente:

  1. No se puede supeditar la condición biológica únicamente al deseo de autodeterminación, ni convertir este hecho en una categoría colectiva con identidad jurídica y política propia (por ejemplo, homosexuales o personas trans).
  2. Dentro del marco de la libre decisión personal, lo necesario y, por tanto, lo generalizable para el conjunto de la sociedad es la relación entre un hombre y una mujer, con carácter estable, orientada a la descendencia y en las mejores condiciones posibles.
Esto es lo que debe estar en el centro de la sociedad, de sus instituciones y de sus políticas.

No se trata de caer en un reduccionismo biológico que interprete de forma simplista la teoría de la evolución, reduciendo al ser humano a su función reproductiva. Se trata, más bien, de señalar el constructivismo extremo de la perspectiva de género, que ignora la preeminencia de los factores biológicos en la identidad y el comportamiento humano.

La cuestión no es tanto que la cultura genere patrones de género, sino que estos patrones se impongan como norma sobre el condicionante biológico. El sexo no se reduce únicamente a unos caracteres secundarios visibles, sino que está presente en el contenido cromosómico y en cada célula del cuerpo humano. Los comportamientos sexuales contrarios a la realidad natural serían, en todo caso, una percepción cerebral desvinculada de la realidad material, lo que explicaría el género como una construcción predominantemente cultural.

La condición sexual opera a prácticamente todos los niveles: cromosomas sexuales (XX o XY), gónadas (ovarios o testículos), hormonas sexuales (estrógeno, testosterona), órganos reproductivos y características sexuales secundarias (vello, tono de voz, distribución de grasa, entre otras). Es, sobre todo, en estas últimas donde actúa la transformación transexual, mientras que, en la homosexualidad, la influencia se centra únicamente en la libido, es decir, en el deseo sexual o impulso erótico.

Esta libido está influenciada por factores hormonales, como la testosterona y el estrógeno, lo que explica que los homosexuales presenten comportamientos sexuales semejantes a los heterosexuales, pero aplicados a individuos del mismo sexo. Esto también explica la elevada promiscuidad y notable inestabilidad en sus relaciones en el caso de los hombres y en relación con las mujeres homosexuales. Además, estas conductas están mediadas por el estado emocional, factores culturales, normas sociales y relaciones interpersonales.

En realidad, cada célula del cuerpo humano (excepto los gametos) contiene la condición sexual masculina o femenina. Esto significa que el sexo no se limita a características observables externas, sino que constituye una realidad biológica profunda y objetiva.

La perspectiva de género sostiene que las personas poseen una identidad de género fluida, que no necesariamente coincide con su sexo biológico. Sin embargo, empíricamente lo que observamos es una realidad objetiva que afecta a todo el cuerpo (hombre-mujer) y una percepción mental (trans) o un deseo sexual (homosexualidad) que se desvía de esa condición biológica.

el cerebro no solo procesa datos biológicos, sino también información cultural, emocional y simbólica, lo que puede moldear la percepción de la identidad

No entraré aquí en ese debate, que, por otra parte, resulta necesario y que ha sido en gran medida silenciado por la ideología hegemónica. Lo que quiero señalar es la subjetividad de esta percepción: el cerebro no solo procesa datos biológicos, sino también información cultural, emocional y simbólica, lo que puede moldear la percepción de la identidad. Si el cerebro puede percibir una identidad de género distinta al sexo biológico, esta percepción es subjetiva, mientras que el sexo biológico sigue siendo una realidad material objetiva.

El verdadero problema surge cuando esta realidad subjetiva pretende ser convertida en una finalidad política. No se busca únicamente evitar la discriminación, sino alcanzar un pleno reconocimiento de estas prácticas, lo cual requiere una profunda ingeniería social para ser implementado.

A partir de esta afirmación se abren dos perspectivas complementarias:

  1. Una subjetividad de este tipo no debe imponerse mediante leyes, políticas y recursos públicos, transformando este pequeño agregado de percepciones individuales en identidades colectivas portadoras de derechos específicos. Esto constituye una aberración que daña al conjunto de la sociedad, ya que obliga a adaptar sus instituciones y su sistema educativo a una realidad subjetiva.
  2. Al mismo tiempo, es necesario garantizar que estas personas no sean discriminadas debido a su subjetividad. Sin embargo, el respeto inherente a su dignidad humana no debe confundirse con una afirmación positiva y ejemplarizante de su caracterización. Por supuesto, no deben disponer como colectivo de ventajas específicas, como son, por ejemplo la inversión de la carga de la prueba, ni ser promovidas como opciones colectivas posibles en la educación escolar.

El género se ha convertido en una imposición cultural. No se trata únicamente de que la cultura genere patrones de género, sino de que estos patrones desafíen o busquen suplantar la realidad biológica.

Una cuestión fundamental para entender esta imposición es su dimensión cuantitativa. Según estudios internacionales, como los realizados por The Williams Institute (2021), las personas transgénero representan aproximadamente entre el 0,3% y el 0,6% de la población mundial, aunque estas cifras pueden variar en función de los contextos culturales y sociales. Estas diferencias ponen de manifiesto que existen culturas, especialmente la hegemónica en Occidente, que parecen fomentar la transexualidad, particularmente entre menores de edad y, cada vez con mayor frecuencia, entre chicas adolescentes.

La naturaleza subjetiva de esta cuestión, combinada con determinadas políticas públicas, ha contribuido a transformar trastornos propios de la adolescencia en decisiones precipitadas e irreversibles.

La naturaleza subjetiva de esta cuestión, combinada con determinadas políticas públicas, ha contribuido a transformar trastornos propios de la adolescencia en decisiones precipitadas e irreversibles. Estas políticas permiten, e incluso promueven, intervenciones médicas que conducen a una transformación superficial del cuerpo, centrada principalmente en los caracteres sexuales secundarios, así como a una hormonación permanente que, a pesar de sus efectos visibles, no altera la profunda identidad sexual inscrita en cada célula del organismo.

Para la homosexualidad los datos estadísticos mas fiables por la naturaleza de las fuentes son consistentes con los datos hisotricos que señalan que difilmente superan el 2% de la población.  En España (CIS, 2021): 1,9% de la población se identifica como homosexual.  Reino Unido (Oficina Nacional de Estadísticas del Reino Unido 2019.): 1,6% de la población. Canadá (Encuesta Nacional de Salud, 2014): 1,7% EE. UU. (Williams Institute, 2011):1,8% de los adultos se identifican como homosexuales.

Los operadores internacionales de la perspectiva de genero y del lobby Gay ofrecen cifras fantasiosas, caso de las encuestas de IPSOS internacional de 2021 y España 2023, entre otras de la misma fuente, o bien tienden a enmascarar  respuestas confundiendo la cifra con el añadido sobre todo de bisexuales, o confundiendo homosexuales, con personas que algunas vez han tenido un comportamiento homosexual, como sucede en las cárceles. Es el caso del articulo de  Wikipedia  Demografía de la orientación sexual Existe la deliberada voluntad manipuladora de presentar que son muchos /(relativamente, entre el 10 y 15.

Esta manipulación alcanza a la IA

Por ejemplo CHAT GPT 40 en una primera respuesta explica.

las estimaciones varían, se considera que entre el 10% y el 15% de la población en países occidentales se identifica como parte de la comunidad LGTBI+, con diferencias significativas según la región, la generación y la metodología de las encuestas”.

Pero cuando le aportas fuentes oficiales y le indicas su error y le pides fuentes oficiales, entonces si se ajusta a los datos fundamentados:

Mis disculpas por la confusión anterior y por no proporcionar datos más precisos y desglosados. A continuación, presento cifras más detalladas sobre la proporción de personas que se identifican como homosexuales en diversos países, basándome en fuentes oficiales y estudios reconocidos. El rango más consistente, basado en fuentes oficiales y estudios de amplio alcance, sitúa el porcentaje de personas que se identifican exclusivamente como homosexuales entre el 1,6% y el 3,5% en la mayoría de los países occidentales. Encuestas que reportan valores más altos (como el 6%) tienden a mezclar homosexualidad, bisexualidad y otras identidades sexuales. Los valores superiores al 10% son claramente inexactos cuando hablamos estrictamente de homosexualidad».

De todas maneras es necesaria una llamada de alerta extrema de CHAT GPT, Perplexity (la IA de Bing) que tiene importantes sesgos en ocasiones incorregibles a favor de las tesis de la ideología hegemónica, sobre todo en relación a temas que traten de la perspectiva de género ( por ejemplo “razona” siempre negando que sea una ideología, el feminismo y las identidades de género), hasta el extremo de modificar textos sometidos a revisión alterando su sentido, en el caso de GPT

Volviendo a la cuestión cuantitativa, tanto la homosexualidad como, en mayor medida, la transexualidad son fenómenos estadísticamente marginales. Representan una minoría muy pequeña dentro de la población global. Sin embargo, la visibilidad desproporcionada de la transexualidad es, en gran parte, un fenómeno ideológico y mediático. Esta amplificación ha distorsionado su verdadera relevancia en el conjunto de la sociedad, creando una percepción que no guarda relación con su peso real.

Es perfectamente posible defender los derechos individuales sin que esto conlleve una transformación radical de las estructuras sociales fundamentales.

El debate contemporáneo sobre estos temas está marcado por una profunda polarización. Las posturas extremas, ya sea desde la negación absoluta o desde la imposición ideológica, impiden un diálogo racional y constructivo. El respeto hacia las personas trans no debe implicar la negación de la realidad biológica. Es perfectamente posible defender los derechos individuales sin que esto conlleve una transformación radical de las estructuras sociales fundamentales.

Nos encontramos, en realidad, ante un fenómeno mediático inducido.

Los medios de comunicación, especialmente en el ámbito occidental, han otorgado una visibilidad desproporcionada a las personas homosexuales y transgénero, siguiendo una estrategia que podría describirse como saturación narrativa. Las series de televisión, por ejemplo, incluyen personajes homosexuales y, cada vez más, transexuales en una proporción que está muy alejada de su representación real en la sociedad.

Esta estrategia forma parte de un proceso de «normalización inducida», donde el concepto de «normal»  se entiende en términos estadísticos. Así, se presentan estas identidades como si estuvieran más cerca de la media, es decir, de los valores más frecuentes cuando están muy alejados de ellos, generando una percepción distorsionada en el imaginario colectivo.

Esta visibilidad no necesariamente refleja su peso estadístico, sino que obedece a tendencias ideológicas y políticas dominantes en el discurso público.

Desde la alianza objetiva entre el liberalismo cosmopolita y la progresía de género, la transexualidad y otras identidades de género no binarias han sido promovidas como una causa central dentro de la agenda de los derechos humanos, desplazando otras problemáticas igualmente graves y mucho más extendidas, como la pobreza y la desigualdad socioeconómica. Sin embargo, esta sustitución no es casual; constituye la piedra angular de dicha alianza.

El objetivo es desviar el foco del debate sobre la desigualdad estructural y la discriminación en el ámbito socioeconómico hacia cuestiones de género, en sus variantes feminista e identitarias (LGBTIQ+). El resultado es un debate sobre la transexualidad que ha adquirido una relevancia desproporcionada respecto a su representación cuantitativa en la sociedad, mientras un discurso ideológico impregna la percepción pública del fenómeno.

Esta atención desmesurada no surge de forma espontánea, sino que es inducida mediante narrativas emocionales

Esta atención desmesurada no surge de forma espontánea, sino que es inducida mediante narrativas emocionales. Las historias personales de sufrimiento, exclusión y lucha resultan extremadamente efectivas para movilizar la opinión pública, generando una identificación emocional que diluye el análisis racional. Pero esta estrategia no solo responde a una dimensión emocional; también es una maniobra política calculada. Al centrar el debate público en temas que polarizan y apelan a lo emocional, se consigue desviar la atención de problemas más complejos y estructurales, como la economía, la desigualdad social o la corrupción.

La ideología hegemónica trata la homosexualidad y la transexualidad como verdades absolutas y moralmente incuestionables. Este dogma, por su propia naturaleza, termina traduciéndose en medidas de ingeniería social, a menudo de carácter represivo, que se implantan desde la enseñanza primaria. Se adoctrina a los niños no solo en el respeto legítimo hacia las diferencias, sino en la aceptación acrítica de postulados ideológicos presentados como hechos objetivos e indiscutibles.

Nos encontramos, por tanto, ante una grave anomalía democrática que afecta directamente al Estado de derecho. Esta situación se produce cuando casos excepcionales —la homosexualidad, la transexualidad, o episodios de agresión y malos tratos, elevados a la categoría de estructura sistémica bajo el término “patriarcado”— son utilizados para modificar instituciones fundamentales en todos los ámbitos sociales, políticos y culturales.

El problema principal no radica en la existencia de personas homosexuales o trans, ni en la legítima defensa de los derechos de las mujeres. El verdadero conflicto surge cuando su situación se instrumentaliza ideológica y mediáticamente, convirtiéndola en un sistema opresivo que altera radicalmente el tejido social. Esta manipulación termina socavando los fundamentos que han permitido a las sociedades occidentales alcanzar niveles extraordinarios de libertad, dignidad, prosperidad y bienestar. Por supuesto, estos conceptos siempre son relativos y desiguales, pero su valor no debe subestimarse.

No es legítimo legislar para una minoría estadísticamente marginal si esto implica alterar de manera significativa instituciones diseñadas para el conjunto de la sociedad

No es legítimo legislar para una minoría estadísticamente marginal si esto implica alterar de manera significativa instituciones diseñadas para el conjunto de la sociedad y, potencialmente, poner en riesgo el bien común. Este bien común abarca las condiciones sociales, políticas y económicas que permiten a todas las personas alcanzar su pleno desarrollo de manera equitativa.

Incluye, entre otros elementos esenciales:
  • Seguridad jurídica y social.
  • Normas claras, estables y aplicables de forma imparcial.
  • Instituciones funcionales y al servicio de la mayoría.

Cuando estos principios se ven comprometidos en favor de intereses particulares o identidades específicas, el equilibrio social se resquebraja, y el precio que paga la sociedad en su conjunto es demasiado alto.

En la actualidad, la adaptación de instituciones como el matrimonio, la educación, los deportes, los espacios diferenciados por sexo y los derechos legales para incluir las demandas del feminismo de género y de la minoría LGBT+ ha provocado que las normas generales pierdan su carácter universal y su funcionalidad original. Estas instituciones, concebidas para satisfacer las necesidades de la mayoría, han sido reestructuradas, generando tensiones y desequilibrios graves que dañan el presente y amenzan el futuro de la sociedad.

La autodeterminación de género, al no estar adecuadamente regulada, introduce inseguridad jurídica y, en ciertos casos, entra en conflicto con la patria potestad de los padres, como sucede también en la legislación sobre el aborto. Si una persona puede modificar su sexo legal basándose únicamente en una declaración personal, esto tiene implicaciones significativas en ámbitos como los deportes, el acceso a espacios segregados (baños, cárceles, etc.) y las políticas de igualdad de oportunidades (cuotas de género). En estas situaciones, las leyes actuales tienden a priorizar el beneficio percibido por una minoría, lo cual puede entrar en conflicto directo con el interés general.

El origen de este problema radica en que leyes diseñadas específicamente para una minoría (por ejemplo, el matrimonio homosexual o la autodeterminación de género) se aplican al conjunto de la sociedad, generando un impacto desproporcionado en comparación con el tamaño real del grupo al que benefician. Cuando una legislación excepcional se normaliza, puede desvirtuar el sentido original de instituciones diseñadas para la mayoría. Un ejemplo claro es el matrimonio, históricamente definido como la unión entre un hombre y una mujer con una función reproductiva, que ha sido redefinido para adaptarse a las demandas de una minoría.

Esta situación ha llevado a la desnaturalización de instituciones tradicionales. Al ser modificadas constantemente para ajustarse a casos excepcionales, pierden su estabilidad, su propósito original y, como consecuencia, generan una creciente polarización social. La percepción de que los intereses de la mayoría son sacrificados en favor de demandas minoritarias alimenta el descontento social y aumenta las tensiones culturales.

Este fenómeno ha sido facilitado por una alianza objetiva entre el liberalismo cosmopolita, la globalización y la progresía de género, que, junto con movimientos sociales amplificados por los medios de comunicación, ha impuesto sus agendas políticas incluso cuando estas no reflejan el sentir general de la población. Los políticos, por su parte, utilizan a menudo las demandas de minorías como banderas ideológicas para ganar apoyo en sectores específicos, generando la percepción de que estas minorías son mucho más representativas de lo que realmente son. El resultado es que las leyes dejan de estar alineadas con las necesidades reales de la mayoría.

Es necesario revisar la situación actual atendiendo a los siguientes criterios:

  1. Las minorías tienen derecho a protección, pero no a imponer su visión sobre la mayoría.
  2. El bien común debe prevalecer como criterio rector en la legislación. No puede sacrificarse el equilibrio social por demandas ideológicas o presiones mediáticas.
  3. No todo cambio legislativo es positivo por el simple hecho de ser inclusivo. El impacto en el bien común debe ser evaluado cuidadosamente.
  4. El respeto a los derechos individuales no debe derivar en la desestructuración de instituciones sociales esenciales.
  5. El debate debe ser honesto y libre de imposiciones ideológicas, tanto desde sectores conservadores como progresistas.
  1. Si no se lleva a cabo una revisión profunda del actual marco legislativo y político, la fragmentación moral y cultural provocada por la perspectiva de género, vinculada a las tensiones políticas en Occidente, seguirá acentuando las rupturas internas que generan polarización y debilitan el consenso social. El feminismo de género y sus identidades LGBTQ+ actúan como una ideología dominante que tiende a excluir otras perspectivas, limitando el pluralismo y erosionando los fundamentos democráticos.

La cultura hegemónica. Perspectiva de género, wokismo y cancelación cristiana (1)

Twitter: @jmiroardevol

Facebook: josepmiroardevol

Desde la alianza objetiva entre el liberalismo cosmopolita y la progresía de género, la transexualidad y otras identidades de género no binarias han sido promovidas como una causa central dentro de la agenda de los derechos humanos Share on X

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